La historia del mundo está marcada por grandes acontecimientos que cambiaron el devenir de la Humanidad, pero también por curiosos hechos que, por poco conocidos, todavía siguen causando un cierto asombro. A saber:

1) El emperador Napoleón Bonaparte ha pasado a la historia como uno de los franceses más conocidos, siendo considerado por muchos como el francés más famoso de todos, pero en realidad el Gran Corso era de origen italiano.

La isla de Córcega, el lugar donde nació, pertenecía a la República italiana de Génova, pero tras el Tratado de Versalles, firmado entre la república y el reino de Francia, se anexionó la isla al territorio francés. Esto sucedió el 15 de mayo de 1768, es decir, exactamente 15 meses antes del nacimiento de Napoleón. Un tanto incómodo por su origen poco galo, Napoleón cambió su apellido italiano Buonaparte por Bonaparte.

2) Durante la Guerra de Secesión de los Estados Unidos (1861-1865), cuando las tropas, tanto del Norte como del Sur, regresaban a sus cuarteles sin tener ninguna baja, escribían en una gran pizarra “0 Killed” (“Cero muertos”). De ahí proviene la expresión “O.K.” para dar a entender que todo está bien.

3) En los conventos, durante la lectura de las Sagradas Escrituras, al referirse a San José lo nombraban como “Pater Putatibus” (“Padre Putativo” de Jesús).

Para simplificar su nombre, se lo comenzó a llamar sólo con las iniciales “P.P.”, lo que daría origen al famoso apelativo “Pepe”, usado para llamar a todos quienes se llaman José.

4) Cada rey de las cartas representa a un gran rey de la historia:

Picas: Rey David
Tréboles: Alejandro Magno
Corazones: Carlo Magno
Diamantes: Julio César

5) En el Nuevo Testamento, en el Evangelio de San Mateo, se dice que “es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja a que un rico entre al Reino de los Cielos”.

Al parecer, San Jerónimo, uno de los traductores del texto, interpretó la palabra “camelos” como “camello”, cuando en realidad en griego “Kamelos” se refiere a aquella soga gruesa con la que se amarran los barcos a los muelles. Sin embargo, en estricto rigor, el sentido de la frase sigue siendo el mismo.

6) Cuando los colonizadores ingleses pisaron por primera vez Australia, quedaron asombrados al ver unos extraños animales que daban saltos increíbles.

Inmediatamente llamaron a un nativo australiano e intentaron preguntarle mediante señas cómo se llamaba ese extraño animal. Al notar que el aborigen siempre decía “Khan Ghu Ru”, los ingleses adoptaron el vocablo inglés “kangaroo” (“Canguro”) para referirse al marsupial saltarín. Sin embargo, tiempo después, los lingüistas determinaron que “Khan Ghu Ru” quería decir “No le entiendo”.

7) El nombre de la famosa zona de México conocida como Yucatán, proviene de los tiempos de la conquista española, cuando un conquistador de la Madre Patria le preguntó a un indígena como llamaban ellos a ese lugar. El indio sólo le dijo: “Yucatán”. No obstante, el español no sabía que el nativo le estaba contestando en realidad “no soy de aquí”.

8) Félix Faure (1841-1899), sexto presidente de la III República francesa, murió mientras fornicaba en un prostíbulo de París. La joven con la que estaba manteniendo relaciones sexuales sufrió un terrible shock, pues los médicos tuvieron que separarlos de una forma radical: seccionaron quirúrgicamente el pene del presidente.

9) El precursor de la sexología fue un sacerdote jesuita. En efecto, el religioso cordobés Tomás Sánchez a principios del siglo XVI escribió un voluminoso tratado en el que pormenorizaba las relaciones en el matrimonio. Y a pesar de que el religioso circunscribía las descripciones sexuales al sacramento, las explicaciones que escribió en su tratado eran tan detalladas y explícitas que sus superiores intentaron censurar su obra para que resultara un poco menos “picante”.

10) Albert Einstein, considerado el científico más importante, conocido y popular del siglo XX, ​ fue un físico alemán de origen judío, nacionalizado después suizo, austriaco y estadounidense.

En sus últimos días, un periodista le preguntó cómo había influido el hecho de tener tantas nacionalidades en su fama. El padre de la teoría de la Relatividad, con su agudeza característica, respondió de inmediato: “Si mis teorías hubieran resultado falsas, los estadounidenses dirían que yo era un físico suizo; los suizos, que era un científico alemán; y los alemanes que era un astrónomo judío”.