Aron Ralston: La increíble historia del escalador que se amputó el brazo para liberarse y salvar su vida

Su dramática historia inspiró la película “127 horas”.

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Antes del cinematográfico accidente de barranquismo que sufrió el año 2003, que lo obligó a amputar su propio brazo para sobrevivir, Aron Ralston era un joven ingeniero mecánico apasionado por el montañismo y la escalada en roca. En febrero de ese mismo año, mientras practicaba esquí de travesía en un centro de Colorado con dos amigos, quedó atrapado en una avalancha, enterrado hasta el cuello en la nieve, hasta que uno de sus colegas lo sacó y juntos rescataron al tercer amigo. “Fue horrible. Deberíamos habernos matado”, confesaría Ralston más tarde.

Aron Ralston en 2003 en la cima de una montaña de Colorado, antes de sufrir su cinematográfico accidente.

Aron Ralston en 2003 en la cima de una montaña de Colorado, antes de sufrir su cinematográfico accidente.

Pese a que después de sufrir un accidente de ese tipo, la mayoría de los escaladores hubieran tomado medidas para ser más cuidadosos, Ralston hizo todo lo contrario. Siguió escalando y explorando terrenos cada vez más peligrosos, con el agravante de que muchas veces lo hacía completamente solo.

El 25 de abril de 2003 Aron Ralston viajó al sureste de Utah para explorar el Parque Nacional Canyonlands. Esa noche durmió en su camioneta y a las 9:15 del día siguiente montó en su bicicleta para dirigirse hasta Bluejohn Canyon, un desfiladero de 17 kilómetros de largo que en algunos lugares mide sólo un metro de ancho.

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Alrededor de las 2:45 p. m., mientras Ralston descendía por el estrecho cañón, una roca gigante se desprendió y se deslizó sobre él, atrapando su brazo derecho entre la misma roca y la pared del cañón. El problema era que el montañista no le había contado a nadie sobre sus planes de escalada y no tenía forma de pedir ayuda. Además, tampoco tenía mucha agua y comida: sólo dos burritos, algunos trozos de una barra de chocolate y una botella de líquido.

Ralston intentó en vano romper la roca. Finalmente, se quedó sin agua y se vio obligado a beber su propia orina. En ese momento consideró cortarse el brazo. Experimentó con torniquetes e hizo cortes superficiales para probar el filo de sus cuchillos. Pero no sabía cómo perforarse el hueso con la multiherramienta barata que llevaba.

Después de cinco días intentando mover o romper la roca, un deshidratado y delirante Aron Ralston se resignó a morir. Usó sus herramientas y el único brazo que tenía libre para tallar su nombre en la pared del cañón, junto con su fecha de nacimiento, su presunta fecha de muerte y las letras “RIP” (“Descansa en paz”, en inglés). Luego, usó su cámara de video para grabar la despedida de su familia y trató de dormir.

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Esa noche, mientras entraba y salía de la conciencia, Ralston soñó que él mismo, con sólo la mitad de su brazo derecho, jugaba con un niño. Al despertar, interpretó el sueño como una señal de que sobreviviría y de que tendría una familia. De ese modo, totalmente decidido a salir del desfiladero con vida, se puso manos a la obra para amputar el brazo que tenía atrapado.

Según relataría en su libro “Between a rock and a hard place”, Ralston hizo palanca con una roca hasta romper el radio y el cúbito de su brazo. A continuación, cortó la piel y el músculo con la navaja multiusos. Según él, cortar el músculo “no fue doloroso” porque a esas alturas su brazo ya estaba muerto.

A continuación usó un par de alicates para cortar sus tendones y dejó sus arterias para el final, sabiendo que después de cortarlas no tendría mucho tiempo. “Todos los deseos, alegrías y euforias de una vida futura me invadieron”, comentaría Ralston más tarde, agregando que “tal vez así es como manejé el dolor. Estaba tan feliz de estar tomando una acción que me iba a salvar la vida”.
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Todo el proceso de cortar su brazo le tomó una hora, durante la cual Ralston perdió el 25 por ciento de su volumen de sangre. Con su extremidad ya amputada y lleno de adrenalina, aunque deshidratado y sangrando, Ralston pudo por fin subir a la superficie y salir del cañón. Bebió agua de un charco sucio, descendió por un acantilado escarpado de 20 metros y caminó seis de las ocho millas de regreso a su automóvil, bajo el caluroso e inclemente sol del mediodía. En el trayecto cayó al suelo varias veces, a sabiendas de que los buitres carroñeros ya estaban empezando a volar sobre él.

Para su fortuna, en el camino se encontró a tres turistas, Eric Meijer, Monique y su hijo Andy, quienes le dieron agua y alertaron a las autoridades. Cuatro horas después de amputarse el brazo, Ralston fue rescatado por fin por los médicos, quienes estimaron que el momento no podía haber sido más perfecto. Si Ralston se hubiera amputado el brazo antes, probablemente se habría desangrado. Y si hubiera esperado más, probablemente habría muerto en el cañón.

Después del rescate de Aron Ralston, los guardabosques del parque recuperaron la parte inferior del brazo y la mano amputados de debajo de la roca gigantesca. Se necesitaron 13 guardabosques, un gato hidráulico y un cabrestante para quitar la roca, lo que podría no haber sido posible con el resto del cuerpo de Ralston allí. El brazo posteriormente fue incinerado y devuelto a Ralston, quien, seis meses después, cuando cumplió 28 años, regresó al cañón donde había quedado atrapado y esparció las cenizas en ese lugar.
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La terrible y dramática experiencia de Aron Ralston, que lo llevaría a aparecer en Estados Unidos en programas matutinos de televisión, especiales nocturnos y giras de prensa, inspiraría la película “127 horas”, dirigida por Danny Boyle y protagonizada por James Franco.

¿Y qué sucedió con el sueño de una vida plena y familiar que motivó su increíble escape? Se hizo realidad. Aron Ralston se casó en agosto de 2009 con Jessica Ralston Trusty y ahora es padre de dos hijos. Y en cuanto al montañismo y la escalada en roca, las siguió practicando, aunque ahora con mucho más cuidado.

En el 2005 Ralston se convirtió en la primera persona en escalar una de las 53 montañas de Colorado, de más de 4.300 metros de altitud, sólo y en la nieve, y además con una sola mano. En el 2008 visitó el norte de nuestro país para escalar el Nevado Ojos del Salado y, al año siguiente, dirigió una expedición con sus amigos en el río Colorado a través del Gran Cañón, subiendo posteriormente el famoso monte Kilimanjaro en Tanzania.
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