Caracalla y Geta: La historia real de los crueles hermanos emperadores romanos de “Gladiador II”
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La secuela de la película “Gladiador”, del director Ridley Scott y protagonizada por Paul Mescal y nuestro compatriota Pedro Pascal, presentó en su argumento a dos jóvenes y desenfrenados emperadores romanos, los hermanos Caracalla y Geta, lo cual para algunos podría sonar algo inverosímil pero que en realidad trasunta un episodio muy concreto y verídico de la historia de Roma en el siglo III d.C.
Los hermanos gemelos Caracalla y Geta sucedieron en el trono romano a su padre, el emperador romano Septimio Severo, quien murió en el año 211 en la localidad britana de York, durante su campaña contra las tribus pictas de Caledonia (Escocia). Septimio había nombrado co-emperador a su hijo Caracalla en el año 198, cuando éste era apenas un niño. Poco después, también nombró a Geta, por lo que, hasta que Septimio falleció, Roma llegó a tener tres emperadores simultáneos.
Tras la muerte del emperador romano Septimio Severo, el reinado conjunto de los hermanos Caracalla y Geta sólo duraría dos años (209-211), periodo que estuvo marcado por la permanente desconfianza y rivalidad entre ambos. Sin embargo, los dos jóvenes hermanos tenían una cosa en común: eran caprichosos y despóticos.
El historiador Dion Casio recuerda que ambos, antes de asumir como emperadores, “ultrajaron mujeres y abusaron de muchachos, malversaron dinero y convirtieron a gladiadores y aurigas en colegas de correrías, emulándose el uno al otro en sus actos; pero chocando absolutamente al rivalizar; y es que si uno se unía a determinada facción, era seguro que el otro elegía la opuesta. Y, finalmente, se enfrentaron uno contra otro en una especia de concurso con equipos de ponis, conduciéndolos con una rivalidad tan fiera que Antonino (Caracalla) cayó de su carro de dos ruedas y se rompió la pierna”.
En el año 211 los dos hermanos se reunieron en Roma con la aparente intención de dividirse las zonas de influencia del Imperio. En la capital, su madre organizó una reunión para que ambos dejaran atrás sus diferencias, pero, sorpresivamente, durante la entrevista, Caracalla lanzó a la guardia pretoriana contra Geta y éste murió entre los brazos maternos, mientras exclamaba: “Madre, madre, que me diste el ser, madre, ayúdame, porque me matan”.
Caracalla, fingiendo que no había tenido nada que ver con el asesinato, salió corriendo del palacio y recorrió las calles de Roma gritando que se había salvado milagrosamente de un complot urdido por su hermano, mientras compraba la lealtad de los soldados con generosos donativos. Al día siguiente, en el Senado, explicó cínicamente que había actuado en legítima defensa, justificándose con el ejemplo del legendario asesinato de Remo por su hermano Rómulo.
Caracalla de inmediato ordenó que se borrara toda memoria de su hermano Geta, aplicándole la “damnatio memoriae”, castigo en que se destruían todos los bustos y recuerdos del condenado para que no quedase memoria de él.
Tras la “damnatio memoriae”, fueron masacradas unas veinte mil personas que formaban parte del círculo íntimo de guardias y asesores de Geta, amigos y otros militares a su servicio. Entre los ajusticiados se encontraban el jurista Papiniano, preceptor de Geta y Caracalla; la esposa de éste, Plautilla, y la única hija superviviente del ex emperador Marco Aurelio, Cornificia, quien, tras recordar entre lágrimas la memoria de su familia, se cortó las venas ante Caracalla.
Durante su reinado, Caracalla favoreció a las provincias con medidas populistas, otorgó a todos los habitantes del Imperio la ciudadanía romana, subió el salario de los soldados, acuñó una nueva moneda romana llamada antoniniano, erigió templos, costeó juegos y llevó a cabo diversas campañas militares en Germania y Asia. También remodeló el Coliseo y construyó la Via Nova y unas famosas termas en Roma que llevarían su nombre para unos 1.600 usuarios.
Pero Caracalla era un gobernante déspota, cruel y megalómano, que soñaba con parecerse a su ídolo Aquiles. El pueblo romano lo llamó Tarautas, nombre de un gladiador de menuda talla, fealdad notoria y espíritu sanguinario y brutal, mientras que los griegos se referían a él como la “bestia ausonia” (Ausonia era uno de los nombres de Italia). Caracalla no se ofendió con estos sobrenombres e, incluso, se jactaba de ellos. En un discurso que dio en el Senado declaró: “Sé que no os gusta nada de lo que hago, pero para eso tengo yo armas y tropas: para que en ningún momento tenga que preocuparme de lo que digáis de mí”.
Las demasías y extravagancias del reinado de Caracalla pronto le causaron una innoble muerte. El 8 de abril de 217, cuando el emperador visitaba un templo local cercano a la ciudad de Carras, en la provincia de Asia, hizo detener a su séquito en medio del campo para orinar. Cuando todos se volvieron por respeto a su dignidad imperial, un soldado llamado Julio Marcial, molesto porque Caracalla no lo había ascendido a centurión, lo apuñaló por la espalda. Este soldado seguramente había sido manipulado por el prefecto del pretorio, Macrino, que con el apoyo del ejército sucedería tres días después a Caracalla en el trono.
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