Espartaco: El famoso gladiador que desafió y puso en jaque el poder de Roma

Entre los años 73 a. C. y 71 a. C. se desarrolló en suelo itálico la rebelión más importante contra la República romana.

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Espartaco (113 a.C.- 71 a.C.), legendario esclavo y gladiador tracio, entró en los anales de la historia al comandar entre los años 73 a. C. y 71 a. C. la rebelión más importante contra la República romana en suelo itálico: la llamada Tercera guerra servil, Guerra de los Esclavos o Guerra de los Gladiadores. Las cualidades militares de Espartaco y su carisma personal, según las fuentes antiguas, convirtieron una limitada revuelta local de gladiadores en Capua en la mayor rebelión de esclavos que conoció Roma; bajo su mando, de hecho, los insurrectos lograron derrotar a las legiones de seis generales romanos.

El actor Kirk Douglas en su rol más recordado: "Espartaco" (1960).

El actor Kirk Douglas en su rol más recordado: “Espartaco” (1960).

De acuerdo con los historiadores romanos Plutarco, Apiano y Lucio Aneo Floro, Espartaco nació el año 113 a. C. en Tracia (en la actual Bulgaria), en el seno de la tribu de los maidoi, pueblo de origen frigio que moraba a lo largo del río Estrimón sur y el río Nesto. Relatos conocidos aunque muy fragmentarios lo describen como un hombre culto e incluso como miembro de la nobleza local. Según una antigua leyenda, una profecía del oráculo del dios griego Dioniso, a quien Espartaco rendía culto, le había vaticinado que sería un gran libertador.

Cuando el pueblo maidoi fue invadido por Roma, Espartaco fue obligado a militar en las auxilia, las tropas auxiliares de Roma, razón por la cual conocería de primera mano las tácticas militares de la gran potencia de su tiempo. Tras desertar de las auxilia y al no ser ciudadano romano, Espartaco pronto fue capturado y reducido a la esclavitud junto a su esposa y su hermano, siendo destinado con éste a trabajos forzados en unas canteras de yeso, aunque gracias a su fuerza física pronto fue comprado por un mercader para la escuela de gladiadores de Capua, de propiedad del lanista Quinto Lentulo Batiato.​

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​En el verano del año 73 a. C., un grupo de 80 gladiadores comandados por Espartaco, secundado por los celtas Casto y Cánico y los galos Crixo y Enomao, escapó de la escuela de gladiadores en Capua y se ocultó en las faldas del Monte Vesubio, desde donde emprendió acciones de sabotaje contra las localidades vecinas, levantando a miles de esclavos en favor de su causa. Entre ellos había tracios, celtas, germanos y esclavos de todos los rincones de Italia, además de una mujer que se presume era la pareja de Espartaco.

Tras enterarse del motín en Capua, el Senado romano, subestimando este incidente, envió una pequeña brigada de soldados, que fue derrotada fácilmente por los insurgentes. Los romanos, alarmados, enviaron entonces una unidad de 3000 hombres al mando del pretor Cayo Claudio Glabro.

Espartaco pronto se revelaría como un astuto líder militar que transformó la variopinta multitud de hombres y mujeres de distintas tribus en un ejército unido y competente, improvisando tácticas ingeniosas y poco ortodoxas.

Olvidando la doctrina militar romana e infravalorando completamente a los ex esclavos, Claudio Glabro cometería un error capital: estableció su campamento al pie del Monte Vesubio, donde descendía el único camino proveniente de la cúspide, sin establecer una valla de protección. Espartaco, entonces, puso en marcha un brillante plan: hizo descender a sus hombres por la parte más escarpada del volcán, usando como escalas los sarmientos de las viñas que tanto abundaban. Los esclavos cayeron por sorpresa sobre los soldados romanos, causándoles numerosas bajas y obligando a los supervivientes a darse a la fuga. Era la primera gran victoria de Espartaco, la llamada batalla del Vesubio.

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Por entonces, el plan de Espartaco, cuyo ejército ascendía ya a unos 70 mil hombres, consistía en reunir el mayor número posible de rebeldes y salir de Italia cruzando los Alpes.

Los romanos pronto enviaron contra los rebeldes dos legiones traídas de la frontera norte de Italia, al mando del pretor Varinio, quien trató de cercar a Espartaco con una maniobra en tenaza, dividiendo sus fuerzas en tres partes. Espartaco, bien informado por sus espías, aprovechó esta división y derrotó separadamente a los dos lugartenientes de Varinio, atacando luego a las fuerzas del propio pretor, quien debió huir a pie. Como resultado de este triunfo, el movimiento rebelde se extendió a todo el sur de Italia, donde muchas ciudades fueron tomadas y saqueadas por los esclavos.

Pese a sufrir la separación de su ejército -Crixo y miles de hombres a su mando se habían dirigido hacia el sur para sitiar Roma, donde serían derrotados por las legiones de Arrio-, las tropas de Espartaco continuaron fortaleciéndose por el continuo afluir de esclavos escapados de todas partes de Italia, derrotando el año 72 a. C. a los ejércitos de los cónsules Léntulo, Gelio y del mismo Arrio. El historiador Apiano afirma que Espartaco ejecutó a unos trescientos soldados romanos capturados para vengar la muerte de Crixo, obligándolos a luchar entre ellos hasta la muerte como los gladiadores.

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Tras derrotar posteriormente a los ejércitos romanos del cónsul Cayo Casio Longino en Módena, em el valle del Po, Espartaco y su ejército, envalentonados por su racha aparentemente imparable de victorias, se acercó a Roma. Alarmado por una de las mayores crisis en su historia, el Senado de Roma encargó entonces a Marco Licinio Craso, uno de los nobles y militares más influyentes y adinerados de la ciudad, que hiciera frente a Espartaco.

En la batalla del Samnio, el ejército de Espartaco derrotaría categóricamente a los hombres de Mummio, uno de los ayudantes de Craso. Muchos legionarios arrojaron las armas en señal de cobardía y huyeron. Enfurecido por este revés, Craso pronto restableció la disciplina entre sus tropas con la decimatio, castigo que consistía en condenar a muerte a uno de cada 10 desertores. Después de aquello, nadie más osó violar las órdenes de Craso ni pretendió huir del enemigo.

Espartaco y su ejército llegaron por entonces al mar Tirreno, en la zona de Calabria, donde se puso en contacto con los piratas de Cilicia, quienes prometieron proporcionarle una flota para transportar las tropas rebeldes a Sicilia con el fin de convertir a esa isla en un bastión rebelde inexpugnable. Sin embargo, los romanos, percatándose de las intenciones de Espartaco, sobornaron a los piratas para que traicionaran al líder tracio.

Escultura de Espartaco en el Palais des Beaux-Arts , en Lille, Francia. Realizada por Denis Foyatier en el siglo XIX, muestra a Espartaco como encarnación del ideal de libertad, con las cadenas rotas en una mano, la espada en la otra y la mirada fija en un horizonte lejano.

Escultura de Espartaco en el Palais des Beaux-Arts , en Lille, Francia. Realizada por Denis Foyatier en el siglo XIX, muestra a Espartaco como encarnación del ideal de libertad, con las cadenas rotas en una mano, la espada en la otra y la mirada fija en un horizonte lejano.

El caudillo rebelde, avisado que los legionarios estaban instalando una serie de fortificaciones para encerrarlo, recurrió a una táctica utilizada contra los romanos por el caudillo cartaginés Aníbal. Durante una noche tormentosa, reunió a todas las cabezas de ganado que pudo encontrar, colocó antorchas en sus cuernos y las arrojó hacia la zona más vulnerable de las fortificaciones. Los romanos concentraron sus fuerzas en el punto a donde se dirigían las antorchas, pero pronto descubrieron que no eran enemigos, sino reses. Los rebeldes aprovecharían esta ingeniosa distracción para escapar del cerco.

Espartaco había ganado tiempo, pero su derrota ya era inevitable. El Senado convocó a las legiones del general Cneo Pompeyo, recién llegado a Italia desde Hispania, donde había reprimido recientemente la rebelión de Sertorio. También había ordenado el regreso de Licinio Lúculo, lugarteniente de Macedonia, quien había recibido instrucciones de desembarcar con sus tropas en el puerto de Brindisi desde Grecia.​ La idea del Senado era cercar a las tropas de Espartaco desde tres frentes simultáneos: noroeste (Pompeyo), suroeste (Craso) y este (Lúculo). En total, los romanos sumaban unas veinte legiones, es decir, unos 120.0000 hombres.

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​En el año 71 a. C., en Apulia, se libraría la última batalla de la Guerra de los Gladiadores: la batalla del Río Silario. Según se cuenta, para demostrar que no estaba dispuesto a huir y pelearía con sus hombres hasta el final, Espartaco mató a su propio caballo con su espada antes de la batalla, diciendo: “La victoria me dará bastantes caballos de entre los enemigos, y si soy derrotado, ya no lo necesitaré”.

Sitiados en el sur de la península itálica, y cercados desde todas partes por los ejércitos romanos, los rebeldes lucharían con valentía contra las legiones de Craso (Pompeyo derrotaría a un par de miles de esclavos cuando ya se encontraban huyendo), pero no pudieron resistir la superioridad de las legiones romanas.

Al finalizar la batalla el saldo para los exesclavos fue desolador: fueron masacrados unos ochenta mil rebeldes, mientras que los romanos sólo perdieron mil hombres. Jamás se pudo localizar el cuerpo de Espartaco, aunque Plutarco afirma que el guerrero tracio fue reducido por una decena de hombres cuando trataba de alcanzar la posición de Craso, después de dar muerte a dos centuriones que le salieron al paso.

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Los romanos, al cabo, hicieron unos 6.000 prisioneros y decidieron dar al mundo un implacable ejemplo de lo que les pasaba a quienes osaban desafiar el poder de Roma. Todos los exesclavos prisioneros fueron crucificados a lo largo del tramo de la Via Appia Antica entre Capua y Roma, separados uno del otro por unos diez metros.

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