Elegido Papa a los 17 años de edad, lo que que le valió ser apodado como “el Papa Niño”, Octaviano de Tusculo, mejor conocido como Juan XII, es considerado el peor Sumo Pontífice de la historia. Papa número 130 de la Iglesia que estuvo en su cargo desde 955 a 964, fue juzgado por adulterio, perjurio, sacrilegio e incesto, terminando sus días de una manera ignominiosa: fue asesinado a martillazos por un marido celoso que lo sorprendió con su esposa.

Hijo ilegítimo de Alberico II y nacido presumiblemente el año 939 en Roma, Octaviano fue nombrado Papa a instancias de su padre tras la muerte de Agapito II, cuando tenía menos de dieciocho años y ninguna formación, vocación ni experiencia religiosa. Sus pocas aficiones conocidas en aquel momento, de hecho, estaban relacionadas con la vida disoluta y los placeres carnales.

Durante su pontificado se viviría uno de los periodos más oscuros y escandalosos del papado. Consiguió la ayuda de Otón I, rey de Alemania, contra Berenguer II, rey de Italia, que había ocupado los territorios papales, pero a poco de tomar posesión de su supremo cargo eclesiástico enajenó gran parte del tesoro pontificio para pagar sus deudas de juego y solventar su escandalosa vida.

Durante todo su papado, Juan XII dominó Roma ayudado por una pandilla de asesinos a sueldo, convirtiendo el sagrado palacio pontificio, en palabras de sus enemigos, “en un burdel repleto de sus muchas amantes”. Se decía que violaba a las peregrinas en el propio templo de San Pedro y que en su residencia pontificia de Letrán era habitual ver a prostitutas, eunucos y esclavos con los que organizaba orgías y fiestas varias.

Los historiadores de la época comenzarían a llamarlo “El Papa Fornicario”, acusándolo de incesto, homicidio y sacrilegio. El monje Benito de Soracte escribió que a Juan XII “le gusta tener una colección de mujeres”, mientras que Liutprando de Cremona relató que “muchos testificaron sobre su adulterio, que no vieron con sus propios ojos, sin embargo, sabía con certeza: que él había fornicado con la viuda de Rainiero, con Estefanía la concubina de su padre, con la viuda Ana, y con su propia sobrina, y él hizo del palacio sagrado una casa de meretrices”. Según Chamberlin, en tanto, Juan XII fue “un Calígula cristiano cuyos crímenes fueron particularmente horribles por el cargo que ocupó”.

Acusado de mofarse de la religión, invocar a los dioses paganos mientras jugaba a los dados, vender las consagraciones episcopales (incluso había nombrado obispo de Todi a un niño de diez años), así como de muchos otros vicios, pecados y delitos tan graves como el incesto, el perjurio, el homicidio y el sacrilegio, Juan XII fue depuesto de su cargo, luego que el rey alemán Otón I, en un concilio eclesiástico, lo reemplazara por su secretario León, quien pasó a llamarse León VIII.

El Papa Juan XII, tras su defenestración, huyó de Roma llevándose los tesoros de la Iglesia. En su forzado exilio, aprovechando que el rey Otón había regresado a Alemania, organizó un ejército con el que regresó a Roma en febrero de 964 para recuperar su antiguo cargo. Allí convocó un concilio que declaró nula e inválida la elección del huido León VIII, dedicando los últimos días de su existencia a vengarse de sus opositores, lo que motivó que Otón regresara nuevamente a Roma, aunque cuando llegó el “Papa Fornicario” ya había fallecido.

La muerte de Juan XII, al parecer, se correspondió con su licenciosa y escandalosa vida. La leyenda cuenta que el “Papa Fornicario” murió el 14 de mayo de 964, al parecer asesinado de un martillazo en la cabeza que le propinó un marido celoso que lo sorprendió en el lecho de su mujer. Otra versión no más benévola, en tanto, sostiene que murió de apoplejía en pleno acto sexual.