El famoso y controvertido filósofo alemán Friedrich Nietzsche protagonizó una de las escenas más conmovedoras en la historia de los pensadores occidentales. El 3 de enero de 1889 el filósofo pasaba una temporada en la ciudad italiana de Turín y, tras abandonar su casa ubicada en la calle Carlo Alberto para dar un paseo matinal, se encontró con el dueño de un caballo propinando interminables latigazos a su pobre animal porque el equino no quería avanzar debido a que estaba totalmente exhausto.

Nietzsche, horrorizado con la brutal escena, después de recriminar al hombre por su violento comportamiento, corrió hasta el caballo que se había desplomado y se abrazó a su cuello para impedir que lo siguieran azotando. Luego rompió a llorar y, poco después, cayó al suelo inconsciente. Tras recuperar al poco rato la conciencia, se mantuvo abrazado con el caballo hasta que la policía llegó y se lo llevó detenido por “alterar el orden publico”. Los testigos dicen que le musitaba al caballo algunas palabras al oído, que nadie alcanzó a escuchar.

En los días posteriores a este incidente, Nietzsche mandó una serie de cartas a sus amigos Cósima Wagner y Jacob Burckhardt conocidas como “las cartas de la locura”, en las que mostraba signos de demencia y megalomanía, presumiblemente causadas por una neurosífilis. En estas misivas el filósofo ordenaba al emperador alemán a que acudiera a Roma para ser ejecutado, afirmaba ser el creador del mundo o firmaba como el dios griego Dionisio.

Sus amigos, consternados, fueron a buscarlo a Italia y lo internaron a un sanatorio mental en Basilea, Suiza. Ya nunca volvió a recuperar la cordura y murió 11 años más tarde.