Nobuo Fujita: El solitario “aviador samurái” que bombardeó Estados Unidos

En 1942 el audaz piloto nipón protagonizó uno de los hechos más insólitos de la Segunda Guerra Mundial.

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Uno de los hechos más insólitos de la Segunda Guerra Mundial fue protagonizado por el aviador japonés Nobuo Fujita, quien, pilotando un hidroavión cargado con bombas incendiarias, trató de incendiar los bosques de Oregón en el único ataque aéreo que ha sufrido el territorio continental de los Estados Unidos hasta el 11 de septiembre del 2001.

El piloto japonés Nobuo Fujita (1911 - 1997).

El piloto japonés Nobuo Fujita (1911 – 1997).

Nobuo Fujita, quien había nacido en Japón en 1911 y se había unido a la Armada Imperial Japonesa en 1932, convirtiéndose en piloto al año siguiente, era un sargento especialista de la aviación de reserva que fue comisionado en 1942 con una peligrosa y particular misión: iniciar masivos incendios forestales en la costa del Pacífico nororiental, cerca de la ciudad de Brookings, Oregón, con el objetivo de distraer los recursos militares de los Estados Unidos.

Con ese propósito, ciñendo una tradicional espada de samurái que pertenecía a su familia desde hace más de 400 años, y acompañado por el navegante de reconocimiento Shoji Okuda, Nobuo Fujita despegó desde el mar en la mañana del 9 de septiembre de 1942 rumbo a la costas de América del norte. Pilotaba un hidroavión Yokosuka E 14 “Glen”, que se había armado desde un submarino portaaviones de gran autonomía, el I-25, el mismo submarino que había dejado al piloto a 80 kilómetros de su objetivo, al oeste de Oregón, en la frontera con California.

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Sabiendo que corría un enorme riesgo de ser derribado a medida que se acercara a la coste oeste de los Estados Unidos, el hidroavión pilotado por Nobuo Fujita logró alcanzar el territorio de Oregón, donde lanzó seis bombas incendiarias de 76 kilos sobre el bosque y llegó a tocar un objetivo militar, aunque los daños que provocó no pasaron a mayores. La lluvia de la noche anterior había dejado el bosque muy húmedo, lo que mermó la efectividad incendiaria de las bombas, aunque una de ellas sí provocó un pequeño incendio en Wheeler Ridge, Monte Emily, a 16 kilómetros al este de Brookings, que los efectivos del Servicio Forestal de los Estados Unidos lograron extinguir.

Fujita y su copiloto, tras completar su misión, lograron regresar al submarino nuevamente. Tres semanas después, el 29 de septiembre de 1942, el “samurái aviador” volvió a despegar con su hidroavión cargado de bombas incendiarias rumbo a las costas de América para volver a atacar. En lo que restaba de la guerra, Fujita continuaría volando aviones de reconocimiento hasta que en 1944 fue transferido a otra unidad para el adiestramiento de pilotos kamikazes. Terminado el conflicto, regresó a su país natal y abrió una ferretería en la prefectura de Ibaraki, y más tarde trabajó en una empresa que producía alambre.
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En 1962, el viejo piloto japonés, reconvertido por entonces en comerciante de metales, recibió una impensada invitación de los norteamericanos para viajar a Brookings, el mismo lugar en Oregón que había bombardeado en 1942. Temiendo que la invitación fuera un ardid para juzgarlo por crímenes de guerra, aunque las autoridades estadounidenses le aseguraron que ese no era el caso, Fujita se llevó su espada de samurái por si tenía que hacerse el seppuku, el tradicional suicidio ritual de los militares y guerreros japoneses.

Sin embargo, para su gran sorpresa, Fujita fue recibido con bastante simpatía por los norteamericanos. Tanta, que el ex piloto decidió regalar al pueblo de Brookings el sable de su familia -el mismo que llevó en todos sus vuelos-, y que hoy se exhibe en el Ayuntamiento de la localidad.
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Nobuo Fujita regresaría varias veces al pueblo de Brookings, en 1990, 1992 y 1995, siendo nombrado ciudadano honorario. Incluso llegaría a volar de nuevo sobre los parajes de su ataque y plantó un árbol -un retoño de secuoya- en el lugar exacto donde había caído una de sus bombas.

El 30 de septiembre de 1997 Nobuo Fujita, el único piloto japonés en bombardear el territorio de los Estados Unidos en toda su historia, falleció de cáncer de pulmón. Al mes siguiente su hija, Yoriko Asakura, enterró parte de sus cenizas entre los mismos bosques de Oregón que el samurái aviador quiso un día incendiar.

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