Niños en las artes marciales, beneficios para su mente y espíritu
- Daniela Callejas, Ex guía de Artes marciales
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Como mencioné anteriormente en un artículo sobre el desarrollo de las capacidades motrices del niño, el practicar un deporte de contacto además de beneficiar al niño desde un punto de vista puramente físico, hace un tremendo aporte a su mente y espíritu, uno que a mi juicio es mucho más valorable que el sólo hecho de ejercitarse.
Muchas veces un niño llega presentado por sus papás ante un profesor de artes marciales o deportes de contacto, a un dojo o gimnasio, con motivo de diversos problemas que pueda estar teniendo: falta de concentración, exceso de impulsividad, baja autoestima, problemas para socializar con los compañeros en el colegio o bien que es víctima de bullying o demasiado tímido. O a veces sencillamente porque quieren que el niño se ponga en forma y tenga una actividad que le impida estar flojeando o jugando en el computador.
Para todos estos problemas la práctica de artes marciales puede presentar una solución muy idónea, y que yo recomiendo absolutamente, habiendo visto los resultados positivos que tiene y los cambios que pueden verse desde fases muy tempranas del entrenamiento en la personalidad de un niño.
El entrenamiento de artes marciales crea guerreros de cuerpo y mente, y comenzar en edades tempranas le proporcionará al niño una serie de herramientas que le servirán de adulto para templar su carácter, sentirse más seguro y ser más controlado.
Los siguientes son los beneficios para la mente y espíritu de un niño:
Autoestima: Este tema hay que abordarlo desde dos puntos de vista. En primer lugar está la imagen que el niño tiene de sí mismo, y segundo cómo lo ven sus pares. Respecto de su autoimagen, el hecho de estar proponiéndose metas nuevas, ver que es capaz de cumplirlas y después ir teniendo logros cada vez mayores es algo que a cualquiera da una inyección de energía y seguridad en sí mismo. Más aún en un niño, que está definiéndose como persona, ya que los resultados beneficiosos de esto perdurarán para toda su vida.
Luego, está el cómo ven sus amigos y compañeros al niño que entrena, y este es un tema muy delicado y sensible a veces con los niños que tienen dificultades para socializar. Primero, todo lo mencionado sobre la autoimagen que tiene el niño ayuda muchísimo, ya que esto es captado por quienes lo rodean, y al verlo más seguro de sí mismo y más dispuesto a defenderse naturalmente los demás van a estar más reticentes a molestarlo. También está el factor físico, en que un niño flaquito se pone más musculoso o un niño más rellenito baja su porcentaje de grasa. Es bastante común que los niños en edad escolar sean muy crueles y discriminadores con sus pares que sean en cualquier modo distintos y los cambios físicos son un apoyo para el cambio sicológico. Por último y aunque suene muy básico, el sólo hecho de estar practicando un deporte considerado como algo “rudo” inspirará necesariamente más respeto.
Disciplina y respeto: Las artes marciales tienen este nombre precisamente por ser relacionadas con la guerra y lo militar. Siendo así, el método de enseñanza debe tener un componente de disciplina y de transmitir ciertos valores. Idealmente las artes marciales deben ser enseñadas por alguien que sepa mucho del tema, lleve un tiempo considerable entrenando, tenga capacidades pedagógicas y se gane la confianza del niño. Acá el profesor se convierte en un maestro, que no sólo enseña la parte deportiva, sino que puede ser un modelo a seguir y un guía en todo ámbito de la vida del niño.
Concentración y perseverancia: El hacer lo suficientemente depurado, por ejemplo, un golpe; o ejecutar con la perfección requerida un movimiento puede ser una tarea muy exigente y que requiere repetir muchas veces un ejercicio –como hizo miles de veces el niño de Karate Kid: “Encerar, pulir”- y hacerlo con mucha concentración. Para conseguir resultados a mediano y largo plazo, ya sean éstos ponerse en forma y mejorar la técnica, o más aún, cuando se quiere llegar a niveles competitivos para combatir, se requiere una perseverancia tremenda, aunque se tenga condiciones y un talento natural. Todo esto se puede extrapolar a todas las demás áreas en que el niño se desempeña, enseñándole a enfrentar la vida de un modo distinto, y creyendo más en sus propias capacidades para lograr sus objetivos.
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