Piscis, disolviéndonos en su vibración
- Francisca Maira, equipo de Astrología y Destino
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Piscis es el último signo del zodíaco. Según Eugenio Carutti, mientras más avanzamos en el horóscopo, el cual comienza en Aries y culmina en Piscis, más difícil se nos hace como humanidad vivir ciertas energías, porque a nivel arquetípico estamos hasta ahora identificados con los signos de Cáncer (la pertenencia, el clan, la familia) y Leo (la búsqueda del yo y de la independencia). De ahí que ciertas energías, como por ejemplo Escorpión, sean tan difíciles de vivir desde el punto de vista psicológico y social, ya que son temidas, incomprendidas en ciertos aspectos, e incluso tildadas de “negativas”. Así como a Escorpión se lo acusa de peligroso y venenoso, el status quo suele verse amenazado por la energía acuariana que rompe y desafía la tradición, lo cual la confina a los manicomios y sitios de marginalidad donde su influencia a lo menos se atenúe.
Con Piscis pasa algo similar. Si bien la cara amable de Piscis se relaciona con una gran capacidad amorosa, compasiva y empática, el lado más complejo se relaciona con la pérdida de los límites del yo. Para nuestro ego, la amenaza de perderse a sí mismo en esta suave disolución no puede quedar impune y es este ego el que -asustado de perderse a sí mismo- reclama su sitial a través del juicio y el ataque a ciertas conductas piscianas.
De este modo, culturalmente solemos juzgar a Piscis de poco ambicioso, débil o víctima, puesto que, acostumbrados al brillo radiante del yo leonino que manda, dirige, asume el control y muestra orgulloso al mundo su propio triunfo, enfrentarse a una energía en la cual los “yoes” individuales se entremezclan, se funden y se confunden, no es, desde luego, nada atractivo.
El recorrido del zodíaco tiene su propia sabiduría y nos dice que sólo cuando hemos encontrado nuestro yo, nos hemos autoafirmado en nuestra propia individualidad y hemos sido capaces de autoexpresarnos creativamente, sacando afuera los tesoros internos, podemos entregarnos voluntariamente al sacrificio del yo para fundirnos con la fuente misma de la vida, donde todo resuena con todo.
Avancemos entonces en el zodíaco hacia este último estadio de evolución: en Piscis todo resuena con todo, no existen límites rígidos. Es como si todas las entidades estuviesen constituidas por finas membranas permeables que comunican información a todo nivel. La mejor imagen, esto es, el arquetipo de Piscis, es la de un océano resonante en el que cada movimiento provoca un efecto en el todo. Es por eso que la energía de Piscis refleja la máxima capacidad de empatía y sensibilidad, porque nada le es indiferente, todo tiene que ver con todo. Todos somos Uno.
De este modo, podemos aprovechar la energía de Piscis para conectarnos con mundos sutiles, con lenguajes sensibles que comunican realidades que veces el lenguaje no puede explicar. El mundo de la imagen, por ejemplo, comunica realidades que se escapan a la explicación lingüística. Es común que las personas piscianas (Sol, luna o Ascendente en Piscis) se sientan sumamente atraídas pos estos lenguajes, como por ejemplo, la fotografía y el cine.
Asimismo, la música parece generar un manto emocional que la interpretación verbal no puede abarcar. De ahí, entonces, que la música sea otro lenguaje habitual del mundo pisciano, que nos sumerge en otro espacio cargado de emoción y en el cual podemos volcar nuestra sensibilidad.
El mundo de los símbolos, por ejemplo, de lenguajes sagrados que no tienen una sola explicación, que responden más bien a realidades holísticas, globales o circulares más que a experiencias lógicas y excluyentes, es otra realidad propiamente písciana. Es común que personas cargadas de esta energía se sientan más cómodas comunicándose por estas vías que por la del lenguaje tradicional, donde suelen ser tildados de confusos o caóticos… En todo caso, no olvidemos que esos son juicios culturales que hacemos de la energía… Nada más que eso.
Navegar por aguas piscianas
En fin, Piscis, es, evidentemente, mucho más que esto. Sin embargo, podemos señalar algunas recomendaciones para que todos (independientemente de que seamos piscianos o no), nos dejemos envolver por su vibración y aprovechemos este momento planetario para comprender más sus misterios.
Así como la imagen arquetípica de Piscis es la del océano, este tiempo es ideal para dejarnos acunar por las aguas: un baño de tina con velas y música relajante, una inmersión en el mar salado, una zambullida en una piscina, el sonido de una fuente de agua en nuestro hogar, en fin, cualquier contacto con el agua permite la renovación de nuestro mundo emocional y este tiempo podríamos aprovecharlo para purificar nuestras emociones y limpiarnos incluso de emociones ajenas que a veces cargamos de manera inconsciente.
A propósito de inconsciente, Piscis está conectado con el inconsciente colectivo, es decir, con ese depósito o baúl de experiencias que la humanidad ha acumulado por millones de años. Es de esta fuente inconsciente de la cual surgen los mitos, los cuentos de hadas, los lenguajes sagrados, nuestros sueños, donde solemos identificar símbolos recurrentes y personajes arquetípicos (el rey, el mendigo, el loco, la princesa)… De este modo, estar atentos a nuestros sueños, escribirlos en una libreta, puede resultar una excelente vía de comunicación con nuestro inconsciente. De hecho, es el momento de dejarnos guiar por nuestro inconsciente, de dejarnos guiar por su sabiduría, escuchar nuestras emociones, estar atentos a las sincronías y, como diría Caroline Myss, reconocer la dimensión simbólica de la vida.
Así como hablamos del cine, la música y la fotografía, es el momento de atrevernos a experimentar con lenguajes artísticos: dibujar, colorear un mandala, terminar esa pintura al óleo que tenemos guardada, danzar, y sobre todo fluir en estas expresiones, dejarnos llevar por algo más grande que nuestra voluntad.
Como Piscis nos pone en contacto con el Todo y constituye una energía de unidad, es el momento de meditar, de aquietar las olas de la mente y de expandir nuestra conciencia, de alcanzar estados de fusión con el todo, de comunicarnos con la naturaleza, de escuchar el susurro de los árboles, el canto del agua, de conversar con una piedra, pues todo me comunica, todo el universo es uno conmigo. Ninguna entidad está separada.
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