El tiempo vuela y, al tiempo que lo hace, genera clásicos permanentemente. “Pasión y baile” ya es uno de ellos. La típica película de una chica blanca que se enamora de un chico negro. Nunca alcanzó mejores niveles que allí. En el medio, música a pleno, mucha danza y la peculiar belleza de Julia Stiles: un rostro con las comisuras hacia abajo, cierta frialdad de la mirada, hermosa.

Los años han pasado y Julia vuelve a las planas mayores. La precuela de “La huérfana” la ha devuelto a las grandes ligas en un rol donde su voz gravísima sienta de perlas. Esa voz ya cautivaba a todos dos décadas atrás, cuando Julia saltó a la fama con “10 cosas que odio de tí”. Julie rodaba aquel film siendo menor de edad y, un par de años después, ya en el 2001, estallaba en el boom de “Pasión y Baile”.

Su romance con Heath Ledger la puso a tiro de los paparazzis. Fue más o menos cuando la saga Bourne, junto a Matt Damon, la sacó de las comedias románticas. Dos reflexiones parecidas: Matt Damon siempre nos gustó más en películas simples de historias de vida que en films de acción… y lo mismo nos ocurre con Julia.

Poco a poco, como ocurre a menudo en Hollywood, su estrella se fue apagando. Los productores la reclamaron cada vez para papeles más secundarios, aunque Stiles jamás se alejó de la pantalla.

Su listado de films es impactante, un tradicional caso de gente talentosa e interesante, jugando al límite del cholulismo y todo el costado más frívolo de la industria.

Ya superados los 40, Julia no intenta permanecer jóven y sexy sino que se compromete con su momento actual. ¿Y a que saben qué? Desde un lugar señorial, luce fantástica a los 41 en “La Huérfana, el origen”. Siempre fue bella, siempre tuvo esa belleza distinta, y siempre al márgen de los vestidos escotados y las fotos audaces, los amantes del cine siempre la tenemos ahí presente: un film donde ella trabaja es garantía de buen cine.