Christopher Atkins nunca tuvo en sus planes convertirse en actor, pero quiso el destino que protagonizara “La laguna azul” (1980) y se convirtiera en objeto de deseo de una generación. Lo suyo eran los deportes acuáticos. Siendo adolescente, ya sabía nadar y bucear, lo que le permitió obtener trabajo como guardavidas. Estas habilidades, sumadas a su innegable belleza natural, serían su llave de ingreso de a Hollywood.

Bello y con cuerpo de deportista, un productor reparó en él y le propuso presentarse a una audición. No le interesaba demasiado pero tampoco tenía mucho que perder. “¿No creerás que te van a elegir?”, le dijo su madre. De una familia que nada tenía que ver con el mundo artístico, Atkins estuvo a punto de no presentarse, pero un amigo lo convenció.

Cuatro mil jóvenes audicionaron para protagonizar “La laguna azul”. Sin la más mínima formación actoral pero una preparación deportiva y un aspecto que encajaba con el personaje, Christopher Atkins fue el elegido para dar vida a Richard Lestrange, el adolescente que sobrevive en una isla desierta junto a su prima, interpretada por Brooke Shields.

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Con 18 años, recibió la propuesta de su vida: viajar a una isla paradisíaca por 3 meses para filmar una película con Brooke Shields, quien a sus 15 años ya era toda una estrella.

Para lograr la química entre los protagonistas, el director Randal Kleiser, le puso a Atkins una foto de Shields en su habitación, para que la viera todo el tiempo. La atracción surgió y fue perfecta para las escenas de amor. Luego, llegaría la tensión y el hartazgo. Esos sentimientos que Kleiser necesitaba para la última parte de la película, también apareció de forma natural, tras pasar dos meses aislados, sin comodidades, afectos ni agua corriente.

“La laguna azul” se estrenó en julio de 1980 y las críticas la destrozaron, pero fue un éxito de taquilla. Con un presupuesto de 4.5 millones de dólares, recaudó 58 millones. Las polémicas no faltaron: los desnudos de Brooke Shields generaron críticas, si bien tenía una doble de cuerpo de 32 años. Para Atkins, la película fue su pase directo a la fama.

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Sin embargo, el éxito y la fama no tardaron demasiado en esfumarse. El joven que lucía como estatua griega y pasó casi toda la película semidesnudo, nunca logró éxito vestido. Filmó “Los Piratas” (1982) y “A Night in heaven” (1983), donde sus personajes aparecían con el torso desnudo. De la nominación a un Globo de Oro como estrella revelación por “La laguna azul”, pasó a ser candidato a los Premios Razzie como Peor Actor tres veces, ganándolo dos.

Quedó encasillado, pero no renegó de esto: en 1982 aceptó posar para la revista PlayGirl. Sin formación actoral ni un desborde de talento, siguió trabajando como el chico lindo. Participó de la serie “Dallas” entre 1983 y 1984, y más tarde apareció en numerosas películas aunque de limitada trascendencia. En 2012 tuvo un pequeño rol en “La laguna azul: El despertar”.

La fama no fue sencilla: confesó que durante los ’80 fue alcohólico, pero ha logrado mantenerse sobrio por décadas. Hoy, a sus 59 años, Christopher Atkins sigue trabajando como actor en producciones menores, pero orgulloso de aquel trabajo por el que todos lo recuerdan: “Fue uno de los momentos más mágicos de mi vida. Imagínense: estar en esta isla desierta durante cuatro meses y compartir todo ese tiempo y experiencia con una mujer tan hermosa como Brooke. Uno nunca puede olvidar eso”.

Por otro lado, su amor por el deporte sigue intacto. Tiene su propia empresa de artículos deportivos, especializada en la venta de cañas de pescar. Además, ha trabajado construyendo piscinas en Hollywood.

En lo personal, estuvo casado con Lyn Barron entre 1985 y 2007. Juntos tuvieron dos hijos y hoy ya es abuelo. Desde 2013 está en pareja con Sandra Ankarbjörk, una sueca a la que conoció por Facebook cuando ella le escribió tras ver “La laguna azul”.

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