Jamie Lee Curtis comenzó su carrera por la puerta grande: su primer trabajo en cine fue “Halloween” (1978), donde interpretó a Laurie Strode, el mítico papel que repetiría varias veces en su carrera y la convertiría en la reina absoluta del grito. Pero detrás de una trayectoria exitosa, la actriz debió luchar con sus demonios.

Hija del actor Tony Curtis y de la actriz Janet Leigh, la fama no fue una novedad. Pero pese a tener al mismísimo Hollywood corriendo por sus venas, no pudo escapar de las presiones de la industria.

En una reciente entrevista con Variety, la actriz reveló que su pesadilla comenzó hace unos 30 años, cuando, durante una audición, un camarógrafo le hizo un comentario sobre sus ojeras. Su reacción fue realizarse una cirugía estética. Después del procedimiento, le recetaron Vicodin, un fuerte analgésico conocido por generar adicción.

La actriz de “Halloween” se volvió dependiente: “Era el tipo de drogadicción y alcoholismo que estaba muy controlado. Nunca tomé drogas antes de las 5 de la tarde. Nunca, nunca, tomé analgésicos a las 10 de la mañana. Era en ese momento al final de la tarde y temprano en la noche, y me gusta referirme a él como la sensación de baño de calor de un opiáceo, como cuando entras en un baño tibio y te hundes en él. Perseguí ese sentimiento durante mucho tiempo.”

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Pero su adicción no prometía terminar bien. Hace 20 años, durante una comida, una amiga la vio ingerir cinco pastillas de Vicodin juntas con vino, y no dudó en decirle lo que pensaba: “Sabes, Jamie, te veo con tus pequeñas píldoras, y piensas que eres tan fabulosa y genial, pero la verdad es que estás muerta. Eres una mujer muerta“.

Tiempo después de este llamado de atención, su hermana Kelly se hospedó en su casa y tenía consigo pastillas de Vicodin que le habían recetado por un accidente, pero que se negaba a tomar. Jamie, entonces, se las robó. Cuando se dio cuenta que su hermana notaría el frasco vacío, le dijo lo que había pasado.

Las pequeñas Jamie y Kelly junto a sus famosos padres: Tony Curtis y Janet Leigh

“Le escribí una carta y le dije: ‘He hecho algo terrible, te he robado tus píldoras y lo siento’. Cuando llegué a casa esa noche estaba aterrorizada de que ella estuviera muy enojada conmigo, pero solo me miró, extendió los brazos y me abrazó. ‘Eres una adicta y te amo, pero no voy a verte morir’”, explicó la actriz.

Al poco tiempo, decidió buscar ayuda. 1999 fue el año en el que comenzó a ir a reuniones para tratar su adicción. “Toda mi familia me ha apoyado y apreciado los esfuerzos que realicé para lograr la sobriedad y aferrarme a ella”, dice hoy, tras 20 años alejada de las adicciones.

Pero Jamie Lee Curtis había vivido de cerca el abuso de sustancias mucho antes de volverse alcohólica y adicta al Vicodin. Su medio hermano Nicholas murió a los 24 años por una sobredosis de heroína. No solo eso.

La actriz reveló lo inimaginable: “Sabía que mi papá tenía un problema porque yo tenía un problema. Él y yo compartíamos drogas. Hubo un período de tiempo en el que yo era la única de mis hermanos y hermanas que estaba hablando con él. Una vez tomamos cocaína juntos, pero esa fue la única vez que hice eso, y lo hice con él”. De hecho, el mítico actor, fallecido en 2010, sufrió cirrosis como consecuencia de sus adicciones.

Tras años como adicta, hoy Jamie Lee Curtis está orgullosa de llevar más de dos décadas sobria y ayuda a otros a superar este problema. Cada vez que tiene un rodaje, asiste u organiza reuniones sobre el tema: “Cuando trabajo, si no hay reuniones de recuperación disponibles, las hago yo misma. Hubo ocasiones en las que puse un cartel junto al camión de catering que decía: ‘Reunión de recuperación en mi remolque’. Llevo la sobriedad conmigo.”

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