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El Eternauta: Una leyenda argentina

Una bomba atómica. Nieve fosforescente. Una invasión extraterrestre en pleno Buenos Aires. Un hombre que viaja por la Eternidad. Los invitamos a conocer más de esta obra fundamental del cómic argentino.

Cuatro amigos juegan al truco (juego con naipe español típico de la Patagonia) en la buhardilla de la casa de uno de ellos en el barrio de Vicente López, en Buenos Aires. Abajo, la esposa lee y la hija duerme. En la radio, de pronto, suenan noticias preocupantes: una bomba atómica estalla en el Océano Pacífico. La partida de truco continúa, en la calle se escuchan gritos, autos chocando, y luego, sólo el silencio. Los cuatro hombres se paran y observan, con horror, que todos en la calle están muertos, mientras cae una fina nieve que comienza a cubrirlo todo.

Así inicia El Eternauta, obra cumbre del cómic argentino y de la ciencia ficción latinoamericana, creación del guionista Héctor Germán Oesterheld y el dibujante Francisco Solano López, y que ha seguido publicándose con intermitencias hasta la actualidad.

"Portada del Eternauta"

Foto: El Mercurio

Portada del Eternauta

Oesterheld comparte con H.G. Welles no solo las iniciales de sus nombres, sino que además el interés por la fantasía y las historias que parecen imposibles. De hecho, el gran mérito de Welles es que, hasta ahora, es el único autor de ciencia ficción que jamás le acertó a nada: no hay hombre invisible, ni máquina del tiempo, ni país de los ciegos y menos invasión extraterrestre. Este último tópico es en el que se centra el Eternauta, y la nevazón fluorescente con la que se abre la obra es sólo el preludio de la continua historia que se publicó entre 1957 y 1959 en Hora Cero Semanal, una revista dirigida por el propio Oesterheld.

Allí, junto a los realistas dibujos de Solano López, se relata la historia de Juan Salvo, un hombre de clase media, dueño de una empresa de transformadores eléctricos y fanático del aeromodelismo, quien junto a su familia y amigos se ven enfrentados a una versión latinoamericana del Apocalipsis: si empieza a nevar en Buenos Aires, algo de verdad preocupante está pasando.

Luego de darse cuenta de que basta una sencilla aislación para protegerse de los letales copos, el grupo de amigos ajusta un traje de hombre rana con una máscara antigas y, carabina al hombro, Salvo sale a recorrer las calles desoladas en busca de comida, armas y sobrevivientes, dejando al resto en la casa. No tarda mucho en darse cuenta de que el mundo ya no es el mismo de antes, pues cada humano es ahora un rival, y los verdaderos enemigos se mantienen ocultos.

Comienzan a aparecer diversas criaturas: los cascarudos, bichos que parecen pulgas de mar gigantes, los gurbos, una suerte de búfalos ciegos, los manos, seres inteligentes que poseen infinidad de dedos en la mano derecha, y los hombres-robot, que no son más que los personajes que Salvo ha ido conociendo y que son capturados por los verdaderos invasores, los Ellos, que son los únicos que jamás se ven. Sin embargo, hay una resistencia humana que comienza a organizarse para repeler la invasión, y es así como se dan épicas batallas en la plaza de General Paz, en las calles de la ciudad y una espectacular en el Estadio Monumental de River Plate. Pero al final, siempre queda la profunda nostalgia de Salvo, que camina solo por las calles nevadas y desiertas, esperando que todo sea un sueño.

Oesterheld abre la historia poniéndose a sí mismo como un personaje que escucha a Salvo mientras cuenta sus vicisitudes. No sería la única vez: hubo una segunda parte encargada por la revista Gente, en la que se reversiona la obra original con los temiblemente expresionistas dibujos de un genial Alberto Breccia. Ya para la tercera parte, publicada en la recordada revista Skorpio, los líos temporales se agudizan y Oesterheld aparece como Germán, un eventual acompañante del Eternauta en sus aventuras, otra vez con la colaboración de Solano López. Esta sería la última vez que H.G. Oesterheld escribiría las aventuras de este personaje, puesto que en 1977 sería secuestrado por la dictadura de Videla, debido a que el autor participaba activamente con los montoneros, un grupo guerrillero similar al FPMR en Chile (sin ir más lejos, hay una biografía del “Che” Guevara por Oesterheld y Solano López). Hasta el día de hoy no se tienen noticias de su paradero, aunque se sabe que estuvo obligado a ver el asesinato de toda su familia, excepto a su esposa.

Hubo algunos intentos de realizar una película, el más serio de los cuales se encuentra estancado desde hace un par de años debido a discrepancias entre la directora, los productores y los guionistas. Algunas tomas pueden verse en Youtube, además de una entrevista con Lucrecia Martel, quien iba a ser la directora. Por el momento, sólo nos queda esta tremenda obra, una auténtica novela por entregas ilustrada, las historias que aún escribe Solano López y la incipiente inmortalidad de H.G. Oesterheld, quien se ha transformado en el auténtico Eternauta y, de paso, en la gran leyenda del cómic argentino.

Acá, el trailer de la película que nunca fue.

Acá hay una prueba de efectos especiales hecha por el estudio Shango, de Argentina, dirigida por Nicolás Duce.

Por último, un cortometraje realizado por Enrique Piñeyro para el BAFICI 2010.

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