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“Mocha Dick”, un cómic del porte de una ballena

Apareció en diciembre de 2012 y "Mocha Dick, la leyenda de la Ballena Blanca", ya se encumbra como una de las novelas gráficas fundamentales en la historia del cómic chileno. Aquí te contamos porqué.

Portada de Mocha Dick. (Editorial Norma)

Era un gran desafío: mezclar hechos históricos, leyendas mapuches, literatura universal y, por supuesto, creación original, todo para contar la “historia definitiva” de la gran ballena blanca de Chile. Era un desafío enorme, pero la dupla de Francisco Ortega y Gonzalo Martínez, estuvo a la altura.

Mocha Dick trata de dos adolescentes: Caleb Hienam y el joven mapuche Aliro Leftraru. Ambos se conocen en un barco y cuando la embarcación se topa con un ballenero que viene de recibir el ataque de la gran ballena blanca, Caleb y Aliro deciden emprender un gran viaje para desentrañar el origen de la leyenda de Mocha Dick. Así, en la primera escala, llegan a Tirúa, frente a Isla Mocha, y descubren cómo el mágico mito se mezcla con la realidad del pueblo mapuche y logran asimilar todo lo que la gran ballena representa. Es en Tirúa, donde este par de aventureros jóvenes decide transformarse en “los protectores de la ballena blanca”. La segunda escala es en Buenos Aires, en donde abordan el “Peleg Hawthorne”, un ballenero en el que sus tripulantes son rudos marineros, que exudan la violencia propia de quienes se ganan la vida matando. Abordo de esta embarcación, la aventura se pondrá más que peligrosa, conocerán enemigos, también amigos y, por supuesto, a la gran Mocha Dick.

Caleb y Aliro, los protagonistas de la historia.

Esta novela gráfica también homenajea a esas grandes y universales aventuras del mundo del cómic, como las de Tintín, las de Corto Maltés y por supuesto, a las de Mampato. En el año del fallecimiento de Themo Lobos, Mocha Dick es también un homenaje a su obra (en las primeras páginas, de hecho, hay una dedicatoria a él) y a esa entrañable forma de entretener a los lectores, con historias documentadas y transversales.

Los experimentados Francisco Ortega (1899, El Horror de Berkoff) en el guión y Gonzalo Martínez (Celeste Buenaventura, Road Story) en el arte, al igual que Caleb y Aliro, hacen una dupla que protege y pone todo para mantener la leyenda de Mocha Dick. Se siente un equipo afiatado y que se lee mutuamente. Los dibujos de Martínez narran gráficamente, haciendo que la historia “fluya”, y logran un equilibrio perfecto entre el manejo del perfeccionismo (en embarcaciones, por ejemplo) y la expresividad de los personajes, con los que Martínez, con un simples trazos, logra que los rostros hablen por sí mismos.

Página coloreada por Kóte Carvajal y sacada del Facebook de Mocha Dick. Ojalá haya una reedición a color.

Mocha Dick es ambiciosa, pero no pretenciosa, y ahí está su gracia. Es una historia simple, sin giros rebuscados o historias paralelas que luego se mezclarán, en ese afán de muchos de creer que un guión complejo, es un buen guión. No. Es una gran aventura, entretenida y muy bien narrada, que hace que la historia fluya, como navegando en el mar y en la que uno como lector, se siente viajando al lado de sus adolescentes protagonistas. Tampoco cae en el chovinismo ése de “lo chileno”, que muchas veces traiciona y cae en el mal gusto. Otra victoria de los autores. No me gusta la palabra obligatorio, pero creo que es imprescindible que Mocha Dick sea parte de los títulos que los estudiantes leen en el colegio, y quién sabe si más adelante, se animen con reediciones a color y en un mayor tamaño. Humildemente, creo que lo amerita.

Mocha Dick nos invita a navegar sobre un ballenero, como polizontes en un barco rodeado de peligros que van desde su agresiva tripulación, hasta legendarios monstruos marinos. Mocha Dick nos invita ser Jonás y dejarnos tragar por este gran cachalote albino, esa leyenda que sentíamos lejana pero que ahora sabemos que nos pertenece y que nos rodea. Mocha Dick es el cómic que me hubiera gustado leer a los 12 años, un cómic que disfruté ahora y un cómic que disfrutaré leer junto a mis nietos.

Muchas gracias, Ortega y Martínez.

@elfafosaez

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