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Abuelos-Nietos: La fascinante relación que se da en China

Los abuelos viven generalmente con los hijos y sus nietos en la misma casa.

China es un cultivo de contrastes fascinantes.

Un gobierno comunista ideológicamente con una economía capitalista a rabiar. Súper metrópolis modernas, sobrepobladas, y con ingresos per cápita similares a USA o Europa,  y ciudades pequeñas perdidas en el mapa del interior o el noroeste donde la pobreza extrema aun está latente.  Un país con una política del hijo único para poder controlar la sobrepoblación, mas un problema de envejecimiento poblacional dramático en los próximos 15 años.

Edificios altos, modernos y de vidrio, junto a templos budistas contiguos.  La muralla China en su magnificencia y un tobogán para bajar de ella. La tranquilidad de los parques y su gente practicando tai chi (considerado un arte marcial interno originalmente, hoy en día es percibida como una actividad físico-espiritual) o jugando mahjong, (juego de mesa consistente en formar escaleras de números de una misma pinta o fichas iguales) y el frenesí y locura de las calles y veredas llenas de peatones, autos, bicicletas y motos (todo mezclado).

En fin, un país contrastante, distinto – hacia adentro y afuera – , e intenso.

Abuelos Nietos China

Foto: Internet

Dentro de los contrastes característicos, uno en particular fascina y capta mi atención.  Dentro de esta frenética forma de vida –sí, en la ciudad no existe la calma tipo “kung fu”– el rol de los abuelos y su relación con los nietos es maravillosa.

Los abuelos viven generalmente con los hijos y sus nietos en la misma casa. Hijos se casan y los padres se mudan con ellos. Las oportunidades de trabajo muchas veces llevan a padres y madres a vivir en otras ciudades o provincias. Es en este caso donde los abuelos asumen el cuidado de los nietos durante todo el año, recién pudiendo los padres volver durante las festividades del Año Nuevo Chino.

En las ciudades sucede lo mismo. Ya no porque padres vivan fuera, sino por que están ocupados diariamente con sus quehaceres laborales y sociales,  y son los abuelos quienes suplen y complementan los quehaceres paternos. Ellos se hacen cargo.  Nutren.

Aquí en Shanghái es muy común verlos por las mañana llevando a sus nietos al colegio o al jardín, en sus bicicletas, motos o autos. En las tardes sagradamente ir a recogerlos nuevamente. Niños sonrientes y parlanchines van sentados en los asientos traseros de motos y bicicletas de sus abuelos. Agitan sus manos al viento contando historias o mostrando los dibujos u otras obras de arte del día.

Este intercambio generacional  también es evidente en los parques y plazas. Abuelos acompañan a sus nietos en sus bicicletas o patines, los llevan a pasear, les conversan, y escuchan.  Un vínculo en constante alimentación.  Abuelos les entregan y transmiten las tradiciones culturales y familiares, historias y anécdotas. Niños se desviven entre risas, gritos de alegría y caras de asombro.

Imaginen por un momento vivir con sus abuelos -o haberlo hecho de niños– y recuerden aquellos momentos de conversación distendida, de cuentos, de anécdotas familiares remotas, y del relato de la historia familiar.  El recuento de “cómo eran las cosas antes” y la percepción sabia del mundo actual y de nuestras acciones en el.

Este contraste etario, esta paradoja del desarrollo – donde muchas veces los padres están ausentes en busca de un buen pasar para sus hijos-  genera esta oportunidad maravillosa de fraternidad y transmisión oral.

No todo es color de rosa.  Claro, los abuelos son los que “malcrían”. Y sí y no al mismo tiempo. Lo son cuando los vemos los fines de semana y nos dan chocolate a deshoras o nos dejan trepar los arboles del patio, algo excepcional.  Mas si viven con nosotros y estamos a su cargo y responsabilidad, no es solo una tarde a la semana, es la responsabilidad del día a día. Inevitablemente se debe educar, enseñar y aleccionar.  Lo bueno y lo malo, lo dulce y a veces lo agraz.

Me es imposible no pensar en mis abuelos. En mi abuelo  y abuela materna en particular.  La sabiduría y dulzura que siempre han tenido. La mirada pausada y la tolerancia digna de la experiencia.  Me imagino mi niñez con ellos en casa.  Sonrió sin razón. No se cómo podría haber sido, mas sin duda hubiese jugado seguido a la canasta.

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