Sadō, la ceremonia japonesa del té
- Gabriel Galleguillos, ex Guía de Cultura Japonesa
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Té negro, té blanco, té rojo, té verde, té de jazmín, té con frutas, té con arroz tostado, té con todo lo que imaginen; el té ha sido por siglos la infusión insigne de prácticamente toda Asia. Los responsables de su introducción en Japón fueron los monjes budistas provenientes de China, quienes alrededor del siglo VIII ya lo habían dado a degustar a la aristocracia japonesa de la época. Pero la ceremonia japonesa del té propiamente tal, va tomando forma a través de los siglos influenciada por diversos sectores sociales y personajes históricos.
“Sadō” o “chadō” significa literalmente “el camino del té”, y hace referencia al estudio en profundidad de todas las etapas que conlleva esta ceremonia y su significado más allá de la preparación y consumo de esta infusión. El té usado para llevar a cabo el sadō recibe el nombre de “matcha”; un tipo de té verde pulverizado, el cual fue conocido en Japón aproximadamente en el siglo XII. Este singular tipo de té verde es considerado actualmente como uno de los mejores té del mundo, y por el hecho de ser polvo funciona como una especie de té instantáneo cuando se le deja caer agua caliente para realizar la infusión. Una vez que se le agrega agua caliente al matcha, éste se disuelve con un pequeño batidor manual hecho de bambú hasta dejar una espumosa preparación que es una verdadera seda para el paladar.
Permítanme contarles una pequeña anécdota que viví en un templo de Kyōto con respecto al sadō. Visitábamos el Pabellón de Oro (Kinkakuji), cuando nos percatamos que en un edificio cercano al parecer se estaba haciendo la ceremonia del té para turistas. Por 500 yen por persona, algo así como 6 dólares, tenías derecho a entrar a un hermoso tatami para presenciar la actividad y degustar el té. Mi novia y yo habíamos visto muchas imágenes sobre la ceremonia del té, y mientras aguardábamos ansiosos que llegara el momento de poder ver en vivo y en directo este rito tradicional, escuchamos desde una pequeña sala el sonido de una batidora eléctrica: “¡Ttttttrrrrrrrrrrrrrrr!” Con mi novia nos miramos y simplemente sonreímos, dándonos cuenta inmediatamente que no estábamos próximos a vivir la experiencia del sadō; a cambio pudimos degustar una exquisita taza de té matcha excelentemente batida, acompañada por un singular dulce que en su superficie tenía dibujado el Pabellón Dorado en color dorado. La verdad… ¡qué más podíamos pedir en Japón por 500 yen!
Bueno, continuando con los orígenes del sadō, les puedo contar que la clase alta del siglo XIV cultivó la costumbre de realizar reuniones sociales para degustar matcha mientras contemplaban objetos de arte o discutían sobre política. Pero fueron los guerreros samurai quienes, con sus formalismos y costumbres, normaron los procedimientos y comportamientos en las reuniones de té, forjando de esta forma las bases del sadō. Aunque un trabajador de un templo budista llamado Murata Jukō es considerado el inventor de la ceremonia del té, fue el famoso maestro de té Sen no Rikyū quien estableció la modalidad ceremonial que se practica en la actualidad. Tras su muerte en el año 1591, se crearon múltiples escuelas que han sobrevivido hasta nuestros días pasando de generación en generación; independiente de sus diferencias técnicas, todas las escuelas comparten la esencia de la ceremonia original y el gran respeto por su fundador.
El sadō implica mucho más que el goce de una taza de té en un contexto totalmente ritual y estilizado. Esta ceremonia evolucionó fuertemente bajo la influencia del budismo Zen con el fin de transmitir conceptos como la calma, la rusticidad, la simplicidad y la refinada pobreza. Los movimientos calculados, metódicos y pausados en la preparación del té invitan a la calma y a la meditación, mientras que la presencia de elementos de la naturaleza como el fuego, el agua y la tierra (representada por el té y el bambú) nos muestran lo rústico, lo simple y la importancia de la naturaleza. Finalmente la refinada pobreza es representada por la sala de té, la cual debe emular una humilde habitación rural con tejado cubierto de paja, paredes desnudas y sin ningún adorno que muestre algún tipo de ostentación.
Esta es la idea del sadō, crear una instancia de recogimiento y deleite a través de las cosas simples de la vida. Por tal razón el fundador de la actual ceremonia del té, Sen no Rikyū, relacionó el sadō con el concepto “ichigo ichie” (un momento, un encuentro) dando a entender que cada instante de la vida se debe aprovechar plenamente, ya que éste nunca volverá a repetirse al igual que una buena taza de té.
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