La historia de la periodista que se hizo pasar por soldado en la Primera Guerra Mundial

Dorothy Lawrence desafió las estrictas reglas de reclutamiento de la época.

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Ya ha pasado más de un siglo desde el inicio de la Gran Guerra, el conflicto bélico más devastador de la historia hasta esos momentos, llevando a que se necesitaran más militares que en cualquier otra época de los siglos pasados. Sin embargo, ni siquiera en medio de ese contexto se logró que el machismo diera su brazo a torcer, impidiendo la posibilidad de que las mujeres se enlistaran para la batalla.

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Sin embargo, el bravor no estaba atado solamente a los hombres, y así lo demostraron múltiples féminas que incluso corrieron el riesgo de disfrazarse de varones para ir al combate, aún con el peligro latente de que en caso de ser descubiertas, podrían ser enviadas a prisión o a pararse delante del pelotón de fusilamiento. Entre estas valientes mujeres se encontraba Dorothy Lawrence, quien nació un 4 de octubre de 1896 en Inglaterra.

Según consigna el portal en español de National Geographic, Lawrence fue hija de padres desconocidos, y en base a sus palabras recibió educación de un clérigo, mientras soñaba desde su infancia con transformarse en una periodista que viviría incontables aventuras, aunque en aquella época no tenía idea de la magnitud que llegarían a tener.

Dorothy persiguió su sueño, y aunque no pudo cursar estudios universitarios, efectivamente logró que el periódico The Times publicara algunos de sus artículos, con lo que comenzaba a cimentar su futuro en la prensa.

Al estallar la Gran Guerra, Lawrence buscó transformarse en corresponsal durante el conflicto bélico, sin embargo, ningún medio aceptó su propuesta, pues según plantea la web hispana de National Geographic, los editores consideraban que no era lo mismo publicar algunos artículos de una joven inexperta que enviarla al frente de batalla, donde tendría que arriesgar permanentemente su vida con tal de conseguir las noticias que buscaba y además, cumpliendo con las expectativas de los lectores en la pauta más relevante del primer cuarto de siglo.

Bajo este contexto, Lawrence optó por colaborar con el VAD (The Voluntary AID Detachment), una organización de voluntarios civiles que estaba principalmente conformada por mujeres, la que brindaba apoyo sanitario al personal militar. Pese a esto, los miembros de este organismo se mantenían en la retaguardia, así que tampoco daba opciones a que la joven reportera fuese hacia el frente de batalla.

Pero con el objetivo de cumplir la meta que se había propuesto, Lawrence se decidió a viajar a Francia por su propia cuenta, incluso resistiéndose a las advertencias de la policía francesa, que le insistió en retornar a Inglaterra tras detenerla en la ciudad de Senils, recomendación que Dorothy ignoró para escalar a París, en que logró contactar a un grupo de soldados británicos, quienes tras conocer su historia se dispusieron a apoyarla y le facilitaron indumentaria masculina para que se hiciera pasar por hombre, con lo que conseguiría montarse en el frente de batalla.

Empleando un corsé para disimular sus pechos, algodón que amplió la perspectiva de sus hombros, desinfectante que oscureció el tono de su cara, y un corte de cabello masculino, Lawrence consiguió cumplir su meta de llegar al frente de batalla, montada en una bicicleta, bajo la identidad del soldado Denis Smith del Primer Batallón del Regimiento de Leicestershire. Según el relato de National Geographic, cuando Dorothy estaba llegando a una ciudad conocida como Albert, ubicada en la región del Somme, se encontró con el zapador Tommy

Dunn, a quien le contó su historia y quien la apoyó encontrándole un trabajo en la 51° División de la Compañía Tuneladora de Ingenieros Reales.

Pese a su apoyo, Dunn también le advirtió a Lawrence que debía ser consciente del peligro en que se hallaba, no solo por el conflicto bélico en sí, sino por los hombres que la acompañarían en su batallón, los que podrían interesarse en demasía por ella en caso de enterarse de que era mujer, por lo que le ofreció su protección, además de buscarle un refugio dentro de una casa abandonada, sitio en que la novel periodista tendría la posibilidad de descansar y cambiar sus ropas sin la atención de sus compañeros.

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Tras una decena de días, aproximadamente, la cruda vida en el frente de batalla acabó por golpear la salud de Lawrence, quien comprendía el riesgo de ir a un hospital y ser descubierta, una situación que no solo la afectaría a ella sino también a los compañeros que la habían apoyado en su odisea, por lo que Dorothy optó por ir voluntariamente a entregarse con las autoridades militares.

Los altos mandos quedaron atónitos con la noticia, consternados porque una mujer consiguiera colarse entre sus filas con tanta facilidad sin provocar sospechas. Inicialmente llegaron a considerar la premisa de que pudiera tratarse de una espía, así que la destinaron al cuartel general del Tercer Ejército, donde la sometieron poco menos que a un consejo de guerra presidido por tres generales, quienes acabaron optando por recluirla en un convento local hasta que se diera la posibilidad de enviarla en ferry de vuelta a Inglaterra. Todo ello conservando una enorme discreción para no incentivar a que más mujeres optaran por
seguir el ejemplo de Lawrence.

El portal web de National Geographic explica que una vez embarcada de regreso a tierras británicas, la joven periodista coincidió con Emmeline Pankhurst, líder del movimiento sufragista, quien retornaba de una estancia en París, donde reclamó a las militantes del WSPU (Women’s Social and Political Union) que frenaran sus protestas durante la guerra, además de encargarles animar a las tropas, pues veía a Alemania como un verdadero peligro para el mundo entero.

Al escuchar su historia, Pankhurst incitó a Lawrence para contar sus andanzas a la luz pública, sin embargo, Dorothy rechazó el pensamiento de Emmeline, puesto que corría el riesgo de ser encarcelada si relataba su aventura.

Pese a esto, tras el final de la Gran Guerra, ya en 1919, Lawrence se atrevió a escribir sus memorias, las que fueron publicadas como “Sapper Dorothy Lawrence: The only english woman soldier Late Royal Engineers, Fifty-First Division 179th Tunneling Company”. Sin embargo, su libro no tuvo una gran acogida e incluso llegó a ser censurado por el Ministerio de Guerra.

Según consigna National Geographic, tras todos estos sucesos, nadie quiso contratar a Lawrence como periodista, fue masivamente olvidada y tampoco tenía familia a la que pudiera pedir ayuda, con lo que acabó recluida en un sanatorio en 1925, tras acusar al clérigo con el que se crió de abusar de ella en su adolescencia.

Desde ese punto, Dorothy ingresó a múltiples centros psiquiátricos en que residió hasta fallecer en 1968, dando un triste final a una mujer que hoy es parte de las heroínas que el War Imperial Museum de Londres está intentando reconocer, trabajando para recuperar las memorias de muchísimas mujeres olvidadas que formaron parte del frente de batalla, incluso poniendo su vida en riesgo ante el peligro de ser atacadas por sus enemigos o descubiertas por el machismo de sus compatriotas.

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