• Andrea Cova Moore, equipo de Facts
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Un nuevo informe de UNICEF advierte que hoy existen más niños y adolescentes con obesidad que con bajo peso, con 188 millones de jóvenes afectados a nivel global. Esto significa que uno de cada diez menores en todo el mundo padece obesidad. Una cifra alarmante que refleja un problema general a nivel mundial y que, al hacer un zoom en Chile (considerado un país de ingreso alto), la situación es especialmente grave: el 27% de los niños y niñas de entre 5 y 19 años vive con obesidad, lo que los ubica entre los más afectados, mientras que en naciones como Estados Unidos y Emiratos Árabes Unidos la cifra llega al 21%.

Según el informe “Alimentando el negocio: Cómo los entornos alimentarios ponen en peligro el bienestar de la infancia”, basado en datos de más de 190 países, la prevalencia del bajo peso entre niños y niñas de 5 a 19 años se redujo desde el año 2000, pasando de cerca del 13% al 9,2%. Sin embargo, la obesidad aumentó de un 3% a un 9,4%. Incluso, el documento revela que la obesidad supera al bajo peso en todas las regiones del mundo, exceptuando África Subsahariana y Asia Meridional.

El texto señala que el aumento de la obesidad se debe principalmente al “abandono de los hábitos alimentarios tradicionales y a la incorporación de productos de alta densidad energética, baratos e importados”. Catherine Russell, Directora Ejecutiva de UNICEF, explica que el concepto de malnutrición ya no se restringe únicamente al bajo peso, sino que incluye de forma creciente la obesidad.

Asimismo, advierte que este problema representa una amenaza para la salud y el desarrollo de la infancia, ya que los alimentos ultraprocesados están desplazando cada vez más a frutas, verduras y proteínas en una etapa de la vida en la que la nutrición es esencial para el crecimiento físico y cognitivo.

Mala calidad en la nutrición

Melina Vogel, miembro de la Unidad de Trastornos Alimentarios UC CHRISTUS y jefa del Instituto de Neurociencias de esa entidad, indica que en los últimos años diversos factores han transformado los hábitos familiares, en especial la alimentación y la actividad física. Entre ellos destaca el acceso creciente a alimentos procesados de bajo costo, la pérdida de los espacios familiares de comida compartida y la sustitución de prácticas tradicionales como cocinar en casa por modalidades rápidas, muchas veces instantáneas, que privilegian la simplicidad sobre la calidad nutricional.

Agrega que la pandemia de Covid-19 profundizó estas tendencias, al restringir actividades cotidianas, laborales y educativas. “Estas medidas limitaron la actividad física al aire libre y deterioraron aún más los hábitos saludables dentro del hogar”, agrega.

En la misma línea, la Dra. Sandra Lanza, presidenta de la Sociedad Chilena de Medicina del Estilo de Vida (SOCHIMEV) y de la Fundación Salud Circular, explica que el aumento de la obesidad en niños y adolescentes responde a múltiples factores. En Chile, confluyen la alta disponibilidad de ultraprocesados, ricos en azúcares refinados y grasas poco saludables, pero pobres en fibra y nutrientes, con la baja actividad física en colegios y comunidades. A esto se suman determinantes sociales como la inequidad, la urbanización que limita espacios seguros para jugar, y el impacto del estrés y la falta de sueño. “No es un problema individual, sino un fenómeno complejo que refleja el entorno en el que crecen nuestros niños”, resume la especialista.

Sistema alimentario y hábitos sedentarios

Lanza añade que los alimentos más accesibles en muchos hogares son los menos saludables, y que la publicidad dirigida a la infancia, aunque parcialmente regulada en Chile, sigue influyendo en las decisiones de consumo. También, apunta que la digitalización y el tiempo excesivo frente a pantallas han potenciado los hábitos sedentarios, configurando un entorno “obesogénico” que promueve el aumento de peso desde la infancia.

Por su parte, Perla Valenzuela, académica de Nutrición y Dietética de la Universidad Andrés Bello, sostiene que el sistema alimentario prioriza productos ultraprocesados de alto valor calórico y bajo aporte nutricional. A esto se suma una publicidad que los vincula con diversión o estatus social, influyendo incluso en niños muy pequeños. Además, el exceso de pantallas, las pocas horas de educación física escolar, la falta de espacios públicos adecuados y la inseguridad ciudadana han reducido de forma considerable la actividad física diaria. Todo esto, advierte, “conforma un entorno obesogénico que impulsa decisiones poco saludables y una malnutrición por exceso”.

El Dr. Tito Pizarro, pediatra y académico de la Escuela de Ciencias de la Actividad Física, el Deporte y la Salud de la Universidad de Santiago, enfatiza que el sobrepeso debe entenderse como una forma de malnutrición que afecta a niños y adolescentes desde etapas tempranas. Según advierte, los entornos en los que crecen, escuelas, barrios y espacios de recreación, están plagados de locales y publicidad de productos ultraprocesados altos en sodio, azúcar y grasas saturadas.

Políticas públicas

La Dra. Ximena Raimann, pediatra nutrióloga de Clínica MEDS, critica que los cambios de gobierno dificultan la continuidad de políticas públicas contra la obesidad, lo que impide consolidar programas efectivos. Sobre la Ley de Etiquetado implementada en 2016, señala que, aunque logró la reformulación de productos para reducir sellos, no ha tenido un impacto real en disminuir la obesidad infantil. Respecto a la percepción ciudadana, afirma que si bien hay mayor conciencia sobre qué alimentos son menos saludables, el sobrepeso infantil no ha mejorado. Además, recuerda que en 2023 se puso en marcha la Estrategia Nacional para detener la aceleración del sobrepeso y la obesidad en la niñez y adolescencia (2023-2030), pero subraya que aún es pronto para evaluar sus resultados.