Según estudio, el 85% de los chilenos evita salir de noche: El impacto de la delincuencia en las conductas de la población
- Marco Zecchetto Rocco, equipo de Facts
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De acuerdo con el estudio “Chile nos habla”, realizado por la Universidad San Sebastián, tres de cada cuatro encuestados (73%) creen que la delincuencia aumentó a nivel nacional en los últimos seis meses, y el 85,7% ha cambiado sus hábitos, optando por dejar de salir de noche.
La medición fue realizada por el Centro de Políticas Públicas de dicha universidad, en conjunto con el Centro de Estudios para la Acción y Prevención en Seguridad Pública y Crimen Organizado (CESCRO) del mismo establecimiento, y mostró que la percepción de los encuestados para el futuro no es positiva, debido a que:
• El 70,2% cree que la delincuencia aumentará a nivel nacional
• Un 69,0% a nivel regional
• Y un 65,8% a nivel comunal
El sondeo, que fue elaborado a finales de agosto, destaca que un 70% de las personas dice sentir mucho miedo con la actual situación, y solo el 7,9% dice sentirse seguro. Uno de los datos más llamativos, es que el espacio donde las personas se sienten más protegidas (pero aun con bajas preferencias), es su lugar de trabajo, donde el 39,9% señala sentirse seguro o muy seguro.
Sin embargo, los lugares en donde los encuestados señalaron sentirse más inseguros son en cajeros automáticos en la vía pública con un 80,9%; en las micros con un 75,9%; en paraderos de locomoción colectiva con un 75,1% y en los terminales de buses con 73,2%.
Del mismo modo, 4 de cada 5 personas indicaron haber cambiado sus hábitos de vida por su seguridad. Entre estos cambios destacan, evitar salir de noche (85,7%), ajustar horarios de salida (65,7%), junto con modificar los lugares que frecuentaba (56,4%) y las rutas de traslado (55,5%).
En torno a las acciones tomadas por la ciudadanía para el resguardo de su seguridad en el hogar se encuentran la instalación de cámaras de seguridad (58,7%), rejas o cercos de seguridad (51,7%) o refuerzos de chapas de seguridad (42,6%). Además, un 9,8% señala haber adquirido un arma.
A pesar de la percepción de inseguridad mayoritaria, los resultados arrojaron un empate técnico entre los encuestados que están dispuestos a limitar su libertad a cambio de mayor seguridad y quienes no estarían dispuestos. Ante esto, un 47% de los encuestados manifestó que sí está dispuesto a limitar su libertad por más seguridad, mientras que un 44% dice no estarlo.
“El temor ha producido que nosotros tengamos que limitar nuestras libertades. Porque al final esto es una limitación de nuestra libertad porque tenemos miedo. Y tenemos miedo porque los delitos violentos han aumentado en el último tiempo. (…) El crimen organizado realmente se ha instalado en el país, entonces es consistente que los chilenos tengan miedo. Y lo peor de todo es que no creen que esto va a mejorar”, asegura la investigadora del CESCRO, Pía Greene.
Los factores asociados y el impacto de la inseguridad en los chilenos
Según Jorge Fábrega, investigador del Centro de Investigación en Complejidad Social de la UDD, existen dos causas asociadas a la percepción de la seguridad en la ciudadanía, una enfocada en la delincuencia propiamente tal y otra en la interacción en la urbe a nivel más general.
El experto indica que, si bien las cifras oficiales de delitos en diversas categorías muestran una disminución en los niveles de delincuencia, los pocos tipos de delitos que sí han aumentado son los que más impactan en la sensación de vulnerabilidad de la población (por ejemplo, los homicidios).
Y destaca que a ello se une el segundo factor, que la población sigue sintiendo los mismos niveles de vulnerabilidad que manifestaban antes del estallido social y percibe una crisis generalizada de la figura de la autoridad en todo ámbito (policial, política, espiritual, etc.). “La coexistencia de estos dos factores aumenta la sensación de inseguridad y anomia (estado de desorganización social), elevando este tema al primer lugar de las preocupaciones ciudadanas”, argumenta.
El académico explica que esta situación se traduce en una población más temerosa y, como tal, “más preocupada de asegurar que de crear”. De acuerdo con Fábrega, la reacción natural de la población es a refugiarse en ambientes en que se sienten más seguros y en confianza, argumentando que el problema global es que, como Chile es un país en que existe en la base una alta desconfianza hacia el otro, entonces, esos espacios son usualmente muy reducidos y la experiencia de la vida en la urbe se torna, en la percepción ciudadana, “más como una selva llena de peligros desconocidos de los cuales protegerse”.
Pía Greene enfatiza en que el Estado es el que tiene que estar a cargo de la seguridad, y menciona que las medidas que se están tomando no están siendo suficientemente efectivas, lo que ha obligado a la población civil a resguardarse en base a medidas que tienen diferentes costos, tanto en libertad, como monetario y en costo de vida.
Jorge Fábrega prevé que, en la medida que Chile no logre resolver acuerdos básicos de convivencia, no logre reponer la percepción de legitimidad de la figura de la autoridad y que “continúe polarizándose y metiéndose en las profundidades de la vida identitaria”, el panorama será cada vez más negativo.
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