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Tabaco, alcohol y marihuana en escolares: “Feminización del consumo”, cifras y las razones del fenómeno

Un nuevo estudio de Senda dio luces sobre cómo ha ido evolucionando el consumo de algunas sustancias en los escolares chilenos.

De acuerdo con el 15º Estudio Nacional de Drogas en Población Escolar 2023, realizado por el Servicio Nacional para la Prevención y Rehabilitación del Consumo de Drogas y Alcohol (Senda), existen dos tendencias importantes en el consumo de alcohol, tabaco y marihuana entre los escolares del país, siendo la más destacada el descenso en el uso de este tipo de sustancias, alcanzando así las cifras más bajas en dos décadas. Sin embargo, se detectó otra tendencia, categorizada por Natalia Riffo, directora de la institución, como “la feminización del consumo”.

En el caso del consumo de alcohol, en esta última encuesta las cifras reflejan que el 20,1% de los hombres lo consume, mientras que en las mujeres el dato es de 25,5%. En años anteriores, la tendencia es similar. Para 2019, el 27% de los escolares varones bebía y, en la población femenina, el porcentaje fue de 32,5%. En 2021, aunque las cifras disminuyeron, la tendencia continuó siendo similar: en los escolares masculinos la cifra fue de 21,4%, frente a un 26,8% en las mujeres.

En el consumo de marihuana, los datos reflejan el mismo comportamiento. En este último estudio, las mujeres alcanzan una cifra de 21,4%, mientras que los hombres un 16,9%. Para 2019, el 25,9% de los escolares varones consumía la sustancia, mientras que ellas un 27,7%. Ya en 2021, los porcentajes disminuyeron en ambos casos, pero la tendencia se mantenía.

En otros datos relevantes y a nivel general, el estudio refleja que, en la actualidad, uno de cada cinco estudiantes reconoció haber bebido alcohol en el último mes (22,7%), mientras que en 2005 casi la mitad de los consultados había admitido haber ingerido alcohol (43,3%), reflejando así una importante tendencia a la baja. En la misma medida, ocurre con el consumo de tabaco: el porcentaje de alumnos de 8º básico a 4º medio que afirmó usar tabaco a diario fue de 1,3%, mientras que en 2005 el indicador era de 15,3%.

Lo que explican los expertos

Claudia Parada, académica de psicología de la Universidad Andrés Bello, magíster en Psicodiagnóstico e intervenciones psicoterapéuticas, y certificada en salud mental y tratamiento de adicciones, puntualiza que la “feminización del consumo” responde a una serie de factores sociales, culturales y psicológicos.

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“Hay que partir señalando que, desde el psicoanálisis, entendemos los fenómenos desde la subjetividad del caso a caso, es decir, que cada sujeto es único y esa subjetividad no se puede reducir a análisis globales. Sin embargo, a modo general, podríamos hipotetizar que esta feminización del consumo podría deberse a un aumento de las tasas de depresión, ansiedad y angustia en la población juvenil femenina”, explica.

Además, señala que, a pesar de que la sociedad ha avanzado en temas de igualdad de género, aún hay grandes exigencias en cuanto a roles y presiones sociales asociadas a lo que implica ser mujer.

Sin embargo, “también podríamos hipotetizar que, producto de la igualdad de género que se ha ido adquiriendo tanto en el discurso como en la práctica, la población femenina se ha abierto y ha normalizado más el consumo de tabaco, marihuana y alcohol, algo que antes estaba más asociado a una conducta masculina. Podría decirse que existiría un desafío a las normas de género tradicionales, lo que inconscientemente podría reflejarse en esta feminización del consumo”.

Según Parada, el consumo de sustancias muchas veces es una expresión de un conflicto interno, un síntoma que refleja el deseo de evasión ante conflictos profundos y el intento de evitar una realidad displacentera, y “las tasas de depresión, ansiedad y angustia han aumentado significativamente, por lo que el anhelo de evitar el malestar se reflejaría en el consumo”.

Otro factor relevante que podría influir en este fenómeno es la normalización del consumo de sustancias, especialmente entre jóvenes: “La presión social de los pares y el deseo de pertenecer al grupo hacen que experiencias como el consumo de sustancias faciliten una mayor integración”.

Por su parte, Ximena Pereira, directora del Magíster en Intervención Psicológica Infantojuvenil de la Universidad del Desarrollo, comenta que este fenómeno responde a múltiples factores, desde los socioculturales hasta los neurobiológicos. “Si miramos las normas de género y los cambios socioculturales que se han dado actualmente, podemos observar que, tradicionalmente, el consumo de sustancias ha estado más asociado a los hombres, pero un cambio en los roles de género ha reducido esta brecha y hoy vemos adolescentes que tienen mayor acceso y exposición a espacios de consumo”.

Bajo la misma perspectiva que Parada, Pereira señala que las mujeres tienen una mayor prevalencia de ansiedad, depresión y estrés, lo que puede desencadenar el uso de sustancias como una “estrategia de afrontamiento”.

Efectos en el desarrollo juvenil femenino

Parada precisa que el consumo de sustancias durante la adolescencia tiene consecuencias significativas debido a la etapa del desarrollo en la que se encuentran. “La adolescencia es un período de cambios neuropsicológicos, lo que hace al cerebro particularmente vulnerable al uso de sustancias; la cognición y la salud mental se ven profundamente afectadas”.

A nivel físico, la experta comenta que el uso del tabaco genera grandes problemas a nivel del corazón y los pulmones, mientras que el alcohol puede desencadenar problemas hepáticos, reproductivos y afectar el desarrollo cerebral, causando problemas de memoria y aprendizaje a largo plazo.

En términos psicológicos y emocionales, las adolescentes presentan mayores tasas de depresión, ansiedad y, en algunos casos, trastornos alimenticios, los cuales pueden verse exacerbados por el consumo de sustancias. En definitiva, “el uso de estas sustancias puede generar problemas en el desarrollo social, como bajo rendimiento académico, participación en conductas de riesgo y alta impulsividad, lo que conlleva consecuencias físicas y emocionales importantes”.

¿Medidas especializadas?

Ambas especialistas coinciden en que es importante abordar esta temática desde la perspectiva de los roles de género. Pereira enfatiza que las estrategias de prevención y tratamiento deben considerar un enfoque de género y las diferencias en el consumo de sustancias, “es fundamental diseñar estrategias que aborden las razones específicas por las cuales las adolescentes consumen, incluyendo temas de salud mental, presión social y experiencias de violencia. Es necesario implementar programas de prevención con perspectiva de género”.

Por su parte, Parada señala que, debido al impacto que tienen estas sustancias, es imprescindible desarrollar medidas especializadas para las adolescentes, quienes “enfrentan mayores tasas de depresión y ansiedad, lo que influiría directamente en el aumento del consumo (…) es vital ahondar en los factores de riesgo asociados al consumo, así como destacar la importancia del diálogo y la resolución de conflictos para evitar la evasión de lo carenciado”.

Finalmente, la académica subraya la necesidad de generar espacios de escucha activa que permitan abordar los conflictos internos que afectan a las adolescentes, considerando los factores de género, sociales y culturales.

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