• Andrea Cova Moore
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Durante el fin de semana, se registró un homicidio de cuatro adolescentes en la comuna de Quilicura y este miércoles el Equipo Contra el Crimen Organizado (ECOH), confirmó la detención de un único detenido hasta el momento. Solo con días de diferencia, en Lampa ocurrió un delito de igual gravedad, los medios de comunicación la denominaron como la “masacre de Lampa”. El martes, en una parcela de la comuna, cinco personas fallecieron en el contexto de una balacera. Este hecho, sumado al del fin de semana que se situó en Quilicura, significa que nueve personas perdieron la vida en menos de una semana a manos de la delincuencia que azota el país. Se trata de un hecho sin precedentes.

Estas cifras generan una gran inquietud en la población, debido a la poca diferencia de días en la que se registran los hechos, ya que evidencia que no se trata de fenómenos aislados, sino, más bien, de delitos que ocurren con mayor frecuencia y gravedad en todo el territorio nacional. Así, la tendencia de las balaceras pareciese que va al alza, al igual que los distintos indicadores de seguridad que afectan al país, en menos de una semana se han registrado más de 9 homicidios con características similares.

De acuerdo con el 1er Informe Nacional de Homicidios Consumados, correspondiente al periodo 2018-2022, existe un aumento en las cifras de asesinatos en esos cinco años. El documento señala que de 845 casos anuales pasaron a 1.322, de estos, existe un alza preocupante de los homicidios sin autor conocido, los cuales aumentaron de 23 % a 41 %.

No obstante, en abril de este año, el Ministerio del Interior, reveló que existía una baja del 6,0% en la tasa de víctimas de homicidios por cada 100 mil habitantes respecto de 2022. Esta información fue presentada en el Informe Nacional de Víctimas de Homicidios Consumados en Chile 2023. Incluso, en el documento señalan que esta disminución significa un quiebre en el alza de homicidios desde el 2016. Sin embargo, pareciera que estos nuevos delitos que se registran en el país, apuntan hacia otra dirección.

¿Qué incide?

Camila Astrain, investigadora del Centro de Estudios en Seguridad y Crimen Organizado de la Universidad San Sebastián (USS), señala que si bien no existen estadísticas oficiales que permitan monitorear la frecuencia en que ocurren balaceras en el país, “es inevitable pensar que es un fenómeno que va al alza, especialmente después de la ola de violencia observada en los últimos días, y considerando el aumento registrado los últimos años en la tasa de homicidios (+48% homicidios consumados desde 2018 según Fiscalía) y la disponibilidad de armas de fuego en el país (+62% armas internadas desde 2011 según la Dirección General de Movilización Nacional (DGMN) )”.

La investigadora comenta que al analizar el contexto en que han ocurrido las balaceras en Chile, se observa que generalmente, están asociadas a una disputa entre bandas del crimen organizado, ya sea por el control territorial, ajuste de cuentas o como mecanismos de amedrentamiento, “por lo que es plausible pensar que mientras mayor es la penetración del crimen organizado en el país, más probable será que sigamos siendo testigos de este tipo de situaciones”, advierte.

Asimismo, “esto es especialmente preocupante considerando que, según la encuesta Chile Nos Habla, un 83,4% de las personas encuestadas expresó haber percibido un aumento del crimen organizado en el país y un 59,9% señaló haber experimentado alguna situación que le hizo sentir que el crimen organizado es una amenaza real en su vida diaria”.

¿Seguirá siendo una tendencia al alza?

Mauro Basaure, profesor titular de Sociología de la Universidad Andrés Bello (UNAB) e investigador del Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (COES), señala que en el 2022 los homicidios en el país presentaron un peak “enorme, pero en el 2023 disminuyeron. Por ello, no se puede hablar de grandes tendencias, lo que está claro es que, desde 2018 en adelante, han venido subiendo. Hay una tendencia, sin duda, al alza en los homicidios muy pronunciada, pero que se pronunció hasta el 2022 y hubo una pequeña esperanza de que el 2023 fuesen en baja. Lo que muestran los números del 2024, es que no es así”.

Por su parte, Astrain detalla que para definir la mejora y prevención en este fenómeno y evitar que siga al alza, se debería conocer por qué y dónde ocurren con mayor frecuencia, además, de quiénes están involucrados, la procedencia de las armas de fuegos y municiones, entre otros elementos.

“De esta manera, que no solo se puedan generar mejores estrategias policiales, sino también orientar de mejor manera el trabajo conjunto entre diferentes organismos del Estado, implementar estrategias a nivel comunitario que eviten el escalamiento de situaciones de violencia. Por otro lado, de enmarcarse en la operatividad de la criminalidad organizada, resulta fundamental fortalecer la presencia del Estado en aquellos territorios donde las organizaciones aprovechan su ausencia o debilitamiento para instalarse y operar, así como también fortalecer los mecanismos de control y fiscalización de armas de fuego”, agrega.