Guía de: Fenómenos Paranormales
- Héctor Fuentes
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Mi historia personal y profesional no difiere demasiado de la de cualquier periodista de medios escritos. Lanzado al mundo en esta larga y angosta faja de tierra, crecí bajo el poderoso influjo del cine, el fútbol, la música, la literatura y el adictivo vicio de la lectura (“que otros se jacten de los libros que han escrito, yo me jacto de aquellos que me fue dado leer”, escribió el gran Borges). La lectura, precisamente, fue la que me transportó mentalmente a otros lugares y se convirtió en mi puerta de entrada a los vastos prados del conocimiento humano, en especial de los denominados arcanos ocultos.
Los años pasaron, mi interés por las letras persistió y, por una suerte de deformación profesional, a nadie le extrañó que, tras deambular perdido por varias carreras universitarias, terminara estudiando Periodismo en la Universidad de Santiago. Ya con el cartón en la mano, trabajé –y aún trabajo- bajo el alero de esta vilipendiada pero noble profesión (un “apostolado”, según algunos exagerados).
Si bien me desempeñé sobre todo en periódicos y revistas, escribiendo sobre “temas serios” -crónica roja, reportajes, entrevistas, investigaciones históricas y sociológicas, reseñas sobre actualidad nacional e internacional, medicina, salud, música, cine y literatura-, mi interés por los fenómenos paranormales y los arcanos ocultos se mantuvo intacto. Ciertas experiencias personales, muy vívidas y sorprendentes, ya me habían convencido desde niño de la existencia de ciertos hechos que la ciencia no podía explicar. Para empeorar las cosas, crecí escuchando de mis mayores –gente proveniente del sur del país, tierra rica en mitos y leyendas- innumerables historias de aparecidos, fantasmas, casas embrujadas, reencarnaciones, criaturas extrañas, prodigios de la mente y fenómenos sobrenaturales que me dieron la certeza que existían entidades y sucesos generados mucho más allá de las fronteras de este mundo sensorial y vano. El cine fantástico y de terror, la literatura y la televisión –imposible olvidar los capítulos de “La Dimensión Desconocida”- sólo contribuyeron a desgastar mi ya tambaleante incredulidad y a incrementar mi interés por estas materias.
Los fenómenos y hechos paranormales pueden ser definidos como todos aquellos sucesos que, presentándose como hechos físicos, biológicos y psíquicos, no han podido ser descritos por la ciencia actual, siendo además incompatibles con las creencias y percepciones de la mayoría de la gente. Otros los catalogan simplemente como principios y procesos que funcionan al margen de las restricciones de los criterios de espacio, masa y tiempo.
Muchos, por supuesto, pueden reírse a mandíbula batiente. Catalogan a estos hechos como asunto de mentecatos y supersticiosos o abono eficaz para atrapar incautos. Se resisten a enterarse de cualquier cosa paranormal o extraña, porque están convencidos en el fondo de sus mentes de que tales cosas no pueden existir. Incluso algunas personas con hondas convicciones religiosas defenestran estos tópicos, cuando la propia Biblia –el libro de libros- es un formidable compendio de hechos sobrenaturales donde se entrecruzan historias de milagros y prodigios, diluvios, plagas, lluvias de fuego y azufre, seres fantásticos, sueños premonitorios, resurrecciones y transfiguraciones.
Ahora, por supuesto, la incredulidad y el escepticismo ya no parecen campear a sus anchas. Los recientes terremotos, temblores y anuncios de fin de mundo nos han puesto en un escenario mucho más incierto. Un escenario donde el ser humano ha perdido parte de su natural arrogancia y se sabe más frágil y perenne, a merced de la naturaleza y de fuerzas y presencias desconocidas. Por ello, por lo misterioso, por lo intrínsecamente inexplicable, por lo pavoroso y sorprendente, esta sección puede depararle alguna sorpresa al lector. Especialmente si éste es un lector curioso o desprejuiciado. Un lector al que bien se le puede aplicar ese sabio dicho nacional que dice “No creo en brujas, Garay, pero de que las hay, las hay”.