El fantasma de Battersea: El caso del supuesto espíritu irascible que llegó a discutirse en el Parlamento británico
Guía de: Fenómenos Paranormales
- Héctor Fuentes
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Uno de los eventos de Poltergeist más célebres de Inglaterra, cuyas repercusiones incluso llegaron a discutirse en los escaños del Parlamento británico, fue el llamado caso del fantasma de Battersea, el cual comenzó de manera bastante inocente en 1956 cuando Shirley Hitchings, una adolescente de 15 años, encontró una pequeña llave plateada sobre una almohada en su casa en el sur de Londres.
Pronto, ruidos inexplicables, voces incorpóreas, objetos que se movían por sí solos, fuegos espontáneos y mensajes escritos desde el Más Allá comenzarían a perturbar a su familia y a la propia adolescente, quien en una noche de invierno en 1956, para espanto de sus familiares, comenzó a levitar 15 centímetros por encima de su cama, como una escena sacada de la película “El Exorcista”.
Estos extraños eventos, que ocurrieron en una casa ubicada en el 63 de Wycliffe Road, en el barrio de Battersea, ubicado al sur de Londres, donde vivía la familia Hitchings (Wally y su esposa Kitty, su hija Shirley, un hijo adoptado llamado John y la madre de Wally, Ethel, que entonces tenía 73 años), se remontan al 27 de enero de 1956, cuando en la cama de Shirley, concretamente sobre su almohada, apareció una llave que nunca antes habían visto: plateada, adornada y muy antigua, el mismo tipo de llave que se usaba en las casas elegantes decimonónicas de Inglaterra.
Después de probar la llave en varias cerraduras de la casa alquilada sin éxito, el padre de la muchacha, Wally Hitchings, un conductor de metro, alto y demacrado, de 47 años, la dejó sobre la mesa de la cocina. Pero al día siguiente la llave reapareció misteriosamente en la cama de Shirley.
Esa misma noche, la familia Hitchings se despertó debido a una serie de fuertes golpes que parecían provenir de los pisos, techos y paredes, un estruendo ensordecedor que se replicó en toda la casa y que incluso se escuchó desde la calle, por lo que los vecinos se acercaron a quejarse, pensando que Wally estaba martillando o rompiendo las tablas del suelo en medio de la noche.
Aquello sería el comienzo de una aterradora experiencia paranormal que proyectaría una profunda sombra sobre la familia Hitchings durante los próximos 12 años.
Shirley Hirchings recordaría que “en ese momento yo acababa de dejar la escuela y trabajaba a tiempo parcial como costurera en los grandes almacenes Selfridges y tenía muchas ganas de ir a la escuela de arte. Después que apareció la llave en nuestra casa a fines de enero de 1956, comenzaron los golpes. La primera vez toda la casa tembló. Fue como un ataque aéreo. Solíamos sentarnos en la cocina. Las luces se encendían y apagaban. Sucedió una y otra vez. Se mantuvo así durante algún tiempo y estábamos destrozados, realmente asustados. La atmósfera se podía cortar con un cuchillo. Era como si hubiera una presencia allí mirándote todo el tiempo”.
Los Hitchings, privados de sueño y aterrorizados, llamaron entonces a la Policía y a varios agrimensores, pero nadie pudo explicar de donde provenían los ruidos. Además de esos sonidos, se podían escuchar una especie de rasguño que parecía provenir del interior de los muebles, incluso desde el interior de las cabecera de las camas mientras intentaban dormir.
Shirley agrega que unas semanas más tarde comenzarían a volar objetos por todas las habitaciones de la casa, lanzados por una presencia invisible. “Las ollas y sartenes en la estufa de la cocina en la habitación contigua salían volando por la puerta, cruzaban la habitación y aceleraban. De repente venían hacia ti y había que esquivarlos. A veces flotaban y bajaban al suelo. Otras veces chocaban contra la pared. Las pantuflas de papá, que guardaba junto a la chimenea, caminaban solas por la habitación. Eso fue muy aterrador”.
Por entonces, los integrantes de la familia Hitchings apodarían al fantasma que los aterrorizaba como “Donald”, porque parecía tan malhumorado como el irascible personaje de dibujos animados de Walt Disney. Poco después, se empezaron a prender espontáneamente fuegos en la casa.
Una noche en octubre, “Donald” aparentemente llamó a todos los ocupantes de la casa y cuando toda la familia se reunió, en medio de murmullos de personas invisibles, oyeron la voz de una mujer llamada Sara, que resultó ser la madre de la abuela, Ethel Hitchings, quien nunca se recuperó de la impresión y falleció a los pocos meses después.
John, el hermano mayor de Shirley, inicialmente creyó que todos estos eventos habían comenzado debido a la imaginación hiperactiva de la adolescente de 15 años. Pensaba que como ella había sido quien había “encontrado” la llave plateada, ella podría haber sido la responsable de los ruidos nocturnos.
Una noche, despertada por la sensación de que le estaban quitando las sábanas, los gritos de Shirley hicieron que su hermano y su padre corrieran a su habitación. Ambos llegaron y vieron cómo le quitaban a la muchacha una sábana de la cama. John le pidió entonces que extendiera las manos para demostrar que no estaba moviendo la sábana y, segundos después, observó con asombro cómo su hermana se elevaba quince centímetros en el aire, con el cuerpo totalmente rígido. “Estaba flotando sobre la cama”, recordaría Shirley Hitchings, agregando que “cuando John me tiró hacia abajo, estaba rígida. Después de aquella levitación pensé que esto iba a ser el final, que todos íbamos a morir”.
Por entonces, “Donald”, el supuesto fantasma que aterrorizaba a la familia Hitchings, encontró otras maneras de comunicarse con la familia, dejando escritos que aparecían en las paredes e incluso en el papel, cual “cartas de un fantasma”. En una de estas notas, escritas con letra temblorosa, se podía leer la admonitoria frase: “Shirley I Come” (“Shirley yo vengo”).
Durante un período de meses y años los Hitchings desarrollarían una forma de comunicarse con el fantasma, buscando pistas sobre quién o qué era, mientras que los periódicos alegaban escalofriantemente que el espíritu estaba obsesionado con Shirley.
En un intento por librar a su hogar de la amenaza fantasmal, Wally Hitchings organizó un exorcismo recurriendo al médium Harry Hank, pero la sesión sería interrumpida por la policía, que llegó al lugar después de recibir una denuncia que en ese lugar se estaba practicando magia negra para conjurar al diablo.
La incursión de las fuerzas de la ley y el orden fue discutida en 1956 en el Parlamento británico. El diputado laborista de Brixton, el teniente coronel Marcus Lipton, solicitó una disculpa del entonces ministro del Interior, mayor Gwilym Lloyd George, por la intervención policial. Sin pedir disculpas, el ministro le respondió a Lipton: “La magia negra es un delito en el derecho consuetudinario”.

El médium Harry Hank, que en la imagen aparece con Shirley y su padre Wally (a la izquierda de ella), organizó un exorcismo que fue abortado por la policía británica.
Cuando el tema de los eventos Poltergeist del barrio de Battersea se planteó en la Cámara de los Comunes, se desató una verdadera tormenta mediática en Gran Bretaña y pronto casi todo el mundo en la isla tuvo una opinión sobre la existencia o no del supuesto fantasma de Battersea. El caso también atrajo la atención del famoso cazador de fantasmas Harold Chibbett, ex inspector de impuestos que luchó en la Primera Guerra Mundial y que ciertamente le creyó a Shirley y se obsesionó con el caso.
El 27 de marzo de 1956 el mismo Harold Chibbett, quien nunca dejaría de investigar el caso, junto a Shirley, habían logrado comunicarse con “Donald” usando cartas con letras y números, preguntando y recibiendo golpes como respuesta. El fantasma les había dado un año, 1720, una dirección y varios nombres. Tras sus investigaciones de este y otros mensajes, Chibbett aventuró que “Donald” podía ser en realidad Luis XVII, el príncipe perdido, heredero del trono de Francia, el hijo menor de los reyes guillotinados Luis XVI y María Antonieta.
Los extraños eventos acaecidos en el hogar de la familia Hitchings en la zona londinense de Battersea, como ya se mencionó, persistirían durante más de una década. Algunos vecinos reportarían que todavía seguían escuchando los fuertes ruidos que hacía el fantasma incluso después de que Shirley creciera y se mudara de allí. Según pudo determinarse, el espíritu estuvo activo hasta 1968. Para entonces, Shirley se había casado con su novio Derek, ahora de 77 años, tenía dos hijos, David y Karen, y se había mudado a la ciudad balneario de Bognor Regis, en el condado de West Sussex. La casa en donde ocurrieron los fenómenos Poltergeist sería derribada años después.
Hoy, Shirley Hitchings es una abuela y madre de seis hijos de 80 años de edad, pero su aterradora historia volvería a ser contada en una exitosa serie televisiva producida por la BBC que evocó aterradoras escenas reales que causaron inquietud incluso entre los más escépticos. “Me siento muy diferente ahora. Ya no soy esa niña asustada, pero no me gusta demasiado hablar sobre aquello, pues temo que pueda traer de vuelta a Donald. La verdad es que todo fue horrible, realmente lo fue. Lamento que haya sucedido porque me tomó toda mi adolescencia. Yo en esa época no tenía vida. Simplemente existí. Me alegra que Donald se haya ido, no querría volver a pasar por eso nunca más”.
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