Las desconocidas experiencias de Albert Einstein con la parapsicología y el mundo paranormal
Guía de: Fenómenos Paranormales
- Héctor Fuentes
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El científico alemán de origen judío Albert Einstein (1878-1955) es considerado una de las eminencias más brillantes de la historia de la humanidad. Ampliamente conocido por desarrollar la Teoría de la Relatividad, definiéndola como una consecuencia de la curvatura espacio-tiempo en la que probablemente es la ecuación más popular de la historia ( E=mc2, la equivalencia entre masa y energía), sus investigaciones también sentarían las bases para la física estadística, la mecánica cuántica y el efecto fotoeléctrico, que le valdría ganar el premio Nobel de Física en 1921.
Sin embargo, pocos saben que el famoso y brillante científico de rostro afable, abundante bigote cano y desordenados cabellos blancos participó en sesiones de parapsicología en 1930, poco antes que dejara para siempre su natal Alemania para radicarse en los Estados unidos, tal como consta en los archivos del Instituto alemán Max Planck de Historia de las Ciencias, que conserva cartas manuscritas enviadas por Albert Einstein y su hijo Eduard al médico Heinrich Zangger, un amigo de la familia en Suiza.
En 1919 un grupo de académicos alemanes fundaría en Berlín la Sociedad Alemana de Ocultismo, con el propósito de investigar ciertos fenómenos paranormales y determinar si éstos podrían ser incluidos en el “amplio campo de las ciencias exactas”. Pero por entonces, Albert Einstein, quien ya se ganaba la vida como un respetado profesor universitario, se declaraba bastante escéptico al respecto, tal como lo manifestó en una carta que escribió a su amigo Heinrich Zangger en Suiza: “Esto de la clarividencia es una locura…una mujercilla de 55 años [a quien] se le entrega alguna joya, lápices o un reloj de bolsillo. Ella toma un objeto, lo palpa [y dice] ‘usted tuvo una intoxicación con gas’ o ‘usted trabaja en una gran casa y es temido por sus subalternos’. Y así sigue, con gran exactitud. Hasta allí los hechos, aquí la razón, ambos en un dilema sin esperanzas”.
Sin embargo, la actitud escéptica de Albert Einstein comenzaría a cambiar en 1930, luego que el científico participara personalmente en algunas sesiones parapsicológicas con videntes. “Einstein quedó profundamente impresionado por las afirmaciones que le hicieron algunos de estos videntes. Su presencia en estas reuniones, en todo caso, no debe llamar mucho la atención, porque en la década de 1920 y a comienzos de 1930 en Alemania estaba bastante de moda visitar videntes y grafólogos; mucha gente lo hacía, era parte de la cultura de entonces en la sociedad berlinesa”, explicó Milena Wazeck, investigadora del Instituto alemán Max Planck de Historia de las Ciencias.
Wazeck también relató que en un acta del 15 de febrero de 1930, organizada por la Sociedad Médica Alemana para la Investigación Parapsíquica, se detalló una sesión experimental con el “metagrafólogo Otto Reimann, de Praga”, en la que participó Albert Einstein con su esposa Elsa y otro familiar, además de otros destacados catedráticos alemanes.
En esa oportunidad, a Otto Reimann le fue entregada una esquela escrita por el puño y letra de Albert Einstein sin que el grafólogo conociera la identidad del autor del texto. De ese modo, a través del manuscrito, el grafólogo pudo describir la personalidad del científico que en noviembre de 1915 presentó su revolucionaria Teoría de la Relatividad en una serie de conferencias en la Academia Prusiana de las Ciencias. Según el análisis grafológico que hizo Otto Reiman, Eistein era un hombre que “no adolece para nada de complejos de inferioridad”, “tiene por naturaleza una desconfianza extraordinariamente fuerte”, “es accesible a mejores conocimientos”, “sufre bajo enormes tensiones” y que “quiere rendir más de lo que puede”.
Albert Einstein abandonaría definitivamente Alemania en 1932, debido al inminente ascenso al poder de los nazis, para emigrar a los Estados Unidos, país donde residiría hasta su muerte en 1955.
Según informaría la conocida revista estadounidense “The New Republic”, a poco de llegar a América, Albert Einstein comenzó a interesarse realmente en el mundo de las capacidades psíquicas tras conocer accidentalmente a la psíquica norteamericana Gene Dennis, famosa en América del norte por utilizar sus sorprendentes capacidades extrasensoriales para ayudar a las autoridades a resolver crímenes imposibles, robos y desapariciones de personas. Según explicaba la propia Gene Dennis, ella no utilizaba la clarividencia, ni la adivinación, ni la lectura de la mente, ni tampoco la bola de cristal para saber todas esas cosas aparentemente desconocidas. Según ella, simplemente tenía la capacidad de predecir el futuro.
El accidental encuentro entre Albert Einstein y Gene Dennis ocurriría en 1932, mientras ambos se encontraban de vacaciones en la localidad de Palm Springs, Estados Unidos. La reunión con la conocida psíquica dejaría muy impresionado al profesor Albert Einstein, quien se manifestó a un tiempo maravillado e intrigado por sus sorprendentes capacidades paranormales que desafiaban cualquier explicación lógica. En un artículo de prensa que se publicó a propósito de este encuentro se calificó a Gene Dennis como “la chica que sorprendió a Einstein”.
Albert Einstein diría posteriormente sobre su encuentro con la psíquica Gene Dennis: “Ella me dijo cosas que nadie podía saber, cosas en las que he estado trabajando, y ella demuestra que tiene el poder de hacer cosas que no puedo explicar. Hablaré sobre esto con algunos de mis asociados. Fue un verdadero milagro.”
El escritor norteamericano Upton Sinclair, ganador del Premio Pulitzer, también confirmaría por entonces que Albert Einstein siempre sintió cierta fascinación por el mundo paranormal y las capacidades psíquicas como la clarividencia, e incluso llegó a investigarlas en secreto, probablemente por temor a ser ridiculizado profesionalmente, tal como le ocurrió a otros célebres hombres de ciencia como el psiquiatra y psicoterapeuta Carl Jung, quien pasó dos décadas investigando la sincronicidad (la creencia de que acontecimientos relacionados no ocurren por casualidad); y Brian Josephson, físico ganador del Premio Nobel, quien afirmó que el entrelazamiento cuántico tenía relación con la conciencia que afecta al universo físico a través de la telepatía, la telequinesis y la meditación.
El interés de Albert Einstein por lo sobrenatural, por cierto, no debería sorprender, especialmente tomando en cuenta que el mismo Einstein –considerado por sus biógrafos como un hombre abierto de mente y una suerte de agnóstico deísta- creía en el Dios “panteísta” del filósofo Baruch Spinoza, es decir, en un Dios que se manifestaba en la armonía del universo y en todas las cosas existentes. Según declararía el propio Einstein, “Dios es un misterio, pero un misterio comprensible. No tengo nada sino admiración cuando observo las leyes de la naturaleza. No hay leyes sin un legislador. Creo en un Dios que se revela en la armonía de todo lo que existe, no en un Dios que se interesa en el destino y las acciones del hombre”.
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