“Los niños que lloran”: Los cuadros malditos que causaban incendios e infortunios

El artista italiano Bruno Amadio creó en el siglo pasado una serie de 27 pinturas de niños plañideros, infelices y solitarios.

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El artista italiano Bruno Amadio, quien sería conocido posteriormente por su seudónimo de Giovanni Bragolin, nació en Venecia, Italia, el 15 de enero de 1911, falleciendo en Padua el 22 de septiembre de 1981 a los 70 años de edad. Tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial, época en que supuestamente simpatizó con el fascismo, se enroló en el Ejército italiano, experiencia que lo haría presenciar directamente el sufrimiento de cientos de niños en pueblos y aldeas a causa del conflicto.

Bruno Amadio.

Bruno Amadio.

Estas vivencias serían la inspiración para que Amadio creara en la postguerra una serie de 27 pinturas llamadas “Los niños que lloran” o “Los niños llorones”, reproducciones pictóricas que buscaban mostrar el horror de la guerra a través de un conjunto de retratos de niños plañideros, infelices y solitarios, símbolo gráfico de las desgracias asociadas a ese conflicto bélico.

Estas pinturas gozarían de bastante popularidad en muchos países del mundo, aunque también irían acompañadas de una verdadera leyenda negra relacionadas con incendios, tragedias, muertes y maldiciones que supuestamente ocurrían en todas aquellas casas donde se colgaban algunos de estos cuadros.

Se cuenta que el primer retrato de la serie de pinturas de “Los niños que lloran” fue un infante que Bruno Amadio conoció en un orfanato de Italia. Luego que el pintor regalara su pintura a ese establecimiento, este sitio, al parecer, se incendió misteriosamente y el niño de marras pereció en el siniestro. La leyenda urbana, desde entonces, asegura que el alma del niño muerto quedó atrapada en la pintura, provocando que las casas o sitios donde estuviera ésta o cualquiera otra perteneciente a la serie de “Los niños llorones” se incendiaran o sufrieran alguna otra fatalidad.

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Amadio, debido a lo anterior, sería motejado de inmediato como un pintor maldito. Acusado por algunos de ser un pederasta, otros aseguraban que, frustrado por su nula fama como pintor, había hecho un pacto con el demonio para que sus pinturas alcanzaran celebridad mundial, cosa que finalmente ocurrió.

Sería durante la década de los 80′ cuando comenzarían a sucederse las tragedias ligadas a estas misteriosas pinturas. El 4 de septiembre de 1985, el diario británico The Sun publicó la historia de Ron y May Hall, matrimonio residente en Rotherham, Inglaterra, que tuvo el infortunio de presenciar cómo su casa quedó reducida a cenizas después de un devastador incendio.

Lo insólito de ese caso es que, tras el siniestro, lo único que quedó intacto fue una copia de uno de los cuadros de “Los niños que lloran”. La pareja, entrevistada por The Sun, culparía del incendio al cuadro, explicando también el motivo sobrenatural por el que la pintura supuestamente sobrevivió a la furia de las llamas: “Fueron las lágrimas del niño en el cuadro las que apagaron el fuego”, dijo la mujer.

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Alan Wilkinson, oficial de bomberos que acudió a sofocar ese siniestro, aseguró por su parte que no era la primera vez que le tocaba ser testigo de un incendio donde lo único que se salvaba de las llamas era una reproducción del mismo cuadro -que por entonces ya llevaba vendidas unas 50 mil unidades en las zonas de clase trabajadora del norte de Inglaterra-, aunque descartó cualquier conexión con algún evento paranormal.

Luego de ese caso, comenzaría a desatarse una ola de increíbles testimonios que confirmaron la supuesta verosimilitud de la maldición de los cuadros de “Los niños que lloran”. Una lectora del diario The Sun, Dora Mann, por ejemplo, relató que su casa se había quemado sólo seis meses después de comprar el cuadro: “Todos mis cuadros fueron destruidos, excepto el del niño llorando”, aseveró. La señora Rose Farrington, de Preston, por su parte, en una carta publicada por el mismo diario The Sun, escribió que “desde que lo compré en 1959, mis tres hijos y mi marido han muerto. A menudo me he preguntado si ese cuadro tenía una maldición”.

Aprovechando la histeria desatada por las pinturas, The Sun se ofreció incluso a recolectar los cuadros “malditos” para deshacerse de ellos por medio de una quema masiva. Las oficinas de la redacción se llenaron entonces de unos 2.500 cuadros de “los niños que lloran”, los cuales fueron oportunamente lanzados a las llamas.
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De los 27 cuadros pintados por Bruno Amadio, el más popular, por lejos, fue el llamado “El Niño que llora”, icónico cuadro que mostraba a un triste y sollozante niño boquirrubio y de ojos claros, que en la segunda mitad del siglo XX gozaría de una enorme popularidad en nuestro país y otras naciones de Iberoamérica.

Esta pintura, a medida que transcurrió el tiempo, comenzaría a ser relacionada con toda suerte de fatalidades, incendios e incluso la muerte de sus propietarios. Algunos especialistas en fenómenos paranormales, derechamente, sostenían que el cuadro traía infortunio y mala suerte, asegurando de que aparecían gusanos detrás de él, que si se lo ponía cabeza abajo a las 12 de la noche se podía hacer un pacto con el diablo o que si uno lo giraba en 90 grados a la derecha, parecía que un pez se comía la cabeza del infante.

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