La Biblia, en el capítulo del Éxodo, relata que Dios eligió a Moisés para liberar a su pueblo de la esclavitud del faraón egipcio. Luego que éste se negara a dejar partir a los hebreos, Yavhé mandó a Egipto 10 terribles plagas, la última de las cuales (la muerte de todos los primogénitos) estremeció el corazón del monarca, quien permitió al pueblo de Israel salir a toda prisa de Egipto, sin tiempo de llevar los suficientes víveres para el duro viaje por el desierto a la tierra prometida.

La Biblia relata que después de viajar por el desierto durante unas semanas, la comida que el pueblo de Israel llevaba consigo comenzó a escasear. Entonces los israelitas se acercaron a Moisés y comenzaron a quejarse, preguntándole: “¿Por qué nos has sacado de Egipto? ¿Nos has traído al desierto sólo para morir de hambre? ¿Moriremos de hambre nuestros hijos y nosotros en este desierto? ¿No era mejor vivir en la esclavitud que morir de hambre?”.

Moisés llevó estas quejas a Dios, quien le respondió que llovería pan del cielo, del cual el pueblo se alimentaría y sobreviviría. Esa misma noche, el área donde los israelitas habían acampado apareció cubierta de codornices y, al día siguiente, toda la superficie de la tierra en el desierto estaba cubierta con una misteriosa sustancia blanca, que luego llamaron maná, una sustancia que Moisés llamaría “el pan del cielo” (Éxo 16:15) y también “pan del Señor” (Éxo 16:15).

La Biblia describe el maná como “una cosa delgada, como copos, menuda, como la escarcha sobre la tierra” (Éxo 16:14). Y también “como la semilla del cilantro, [pero] blanco, y su sabor era como de hojuelas con miel” (Éxo 16:31). En Números, en tanto, ​se lo describe como una especie de semilla similar a la del coriandro, de color blanco, que tras ser molida y horneada se parecía a las obleas con miel.

La naturaleza enigmática del maná se evidencia en Números 11:7, donde se lo describe con un “aspecto como el del bedelio”. La palabra bedelio, en hebreo bǝdōlaḥ (בְּדֹֽלַח), sólo aparece mencionada aquí y en Génesis 2:12, cuando se describe la región del jardín del Edén. La traducción griega relaciona este misterioso término con el cristal, cuando lo traduce como krystallos, por lo que tiende a tener connotaciones celestiales con las piedras preciosas que se mencionan en la Biblia.

El maná también aparece mencionado en Salmos 78:23-25: “dio órdenes a las nubes arriba, / y abrió las puertas de los cielos; / hizo llover sobre ellos maná para comer, / y les dio comida del cielo./ Pan de ángeles comió el hombre; / Dios les mandó comida hasta saciarlos”. Y también aparece en el libro del Apocalipsis (2:17), donde se describe la recompensa a los fieles en la ciudad de Pérgamo: “Al vencedor le daré del maná escondido y le daré una piedrecita blanca, y grabado en la piedrecita un nombre nuevo, el cual nadie conoce sino aquel que lo recibe”.

Se cree que el maná se deriva de la pregunta hebrea, “man hu”, que significa “¿qué es?”. En el capítulo de “Números” se explica la forma de llegar a la tierra del nutriente maravilloso que permitió a los hebreos sobrevivir durante 40 largos años en el desierto: “Cuando el rocío caía en el campamento por la noche, con él caía el maná” (Núm. 11:9). En el libro bíblico del Éxodo se relata que el maná aparecía cada noche y cada mañana después de que el rocío hubiera desaparecido​ y que este debía ser recogido antes de que el calor del sol lo derritiera.

La Biblia relata que Moisés les prescribió a los israelitas una porción particular de maná que tenían que recolectar a diario, lo que correspondía a un “gomer” de maná por miembro de la familia. De acuerdo a los estudiosos, un gomer correspondía a casi 3,64 litros, un peso significativo para alimentar a una sola persona durante un día.

El maná solía aparecer durante seis días seguidos. Aunque Moisés había instruido al pueblo de Israel a recolectar un gomer de maná todos los días, les pidió que recolectaran porciones dobles los viernes, ya que el día siguiente era sábado y ese día el maná no caía del cielo. Curiosamente, para dar fe de su naturaleza celestial, cuando los hebreos intentaba recolectar maná extra para el día siguiente, solía echarse a perder y tener gusanos. Sin embargo, cuando recogían maná extra los días viernes y lo guardaban para el día de reposo, la sustancia divina no se echaba a perder.

Según cuenta el Libro del Éxodo, el maná comenzó a aparecer a partir del “día quince del segundo mes”, cuando los israelitas comenzaron su viaje desde Egipto hacia Canaán. Desde entonces, Moisés y el pueblo de Israel consumieron y sobrevivieron alimentándose de maná durante 40 años. Sin embargo, la sustancia celestial dejó de aparecer cuando el pueblo de Israel cruzó la frontera de Canaán y entró en la tierra prometida. Y nunca más se volvió a ver.

La Biblia relata que Dios, en todo caso, le pidió a Moisés que guardara una vasija llena de maná para mostrar a las generaciones futuras cómo Yavhé se había preocupado por su pueblo y le había proporcionado alimentos celestiales incluso en el desierto. Moisés delegó la tarea a su hermano Aarón, quien llenó una vasija de maná y la colocó en el Arca de la Alianza, frente a la tableta que contenía los Diez Mandamientos.