En mayo de 2001, semanas antes del nacimiento de su primogénito, el actor norteamericano Mark Ruffalo, quien se haría famoso en los años siguientes por protagonizar cintas como “Colateral” y “Spotlight” y personificar a Hulk en la saga de “Los Vengadores”, sufrió una de las experiencias oníricas más aterradoras de su vida: Soñó que tenía un tumor cerebral.

Debido a lo vívido del sueño y pese a que supuestamente gozaba de excelente salud, el actor lo primero que hizo al día siguiente fue hablar con un amigo que era médico. “Escucha, realmente tuve un sueño aterrador anoche y probablemente pensarás que estoy loco, pero creo que tengo un tumor cerebral y realmente me gustaría que lo revisen”, dijo Ruffalo, a lo que el médico le respondió: “Estás loco, pero no deberías tener que vivir con ese miedo. Pero te ordenaré una resonancia magnética o una tomografía computarizada mañana”.

Al día siguiente, después que Mark Ruffalo se sometiera a las pruebas, el médico, “blanco como una sábana”, se reunió con el actor en una habitación y le espetó: “Tienes una masa detrás de la oreja izquierda del tamaño de una pequeña pelota de golf y no sabemos qué es exactamente, pero necesitará una resonancia magnética”. Tras ese examen, los neurólogos descubrieron que se trataba de un tumor de gran tamaño llamado neuroma acústico que también se había extendido a su nervio facial y que había que extirpar de inmediato.

Los neurólogos también le explicaron a Ruffalo que en “el mejor de los peores” casos se podía tratar de un tumor cerebral primario benigno, aunque también le dieron otra noticia que podía significar probablemente el fin de su carrera como actor: “Tienes un 80% de posibilidades de perder la audición y un 20% de posibilidades de perder el nervio facial”. La información dejó al actor devastado y lo obligó a rechazar el papel de Merrill Hess (que interpretaría Joaquín Phoenix) en la película “Señales” (2002).

Ruffalo decidió ocultarle por entonces a su familia la información sobre su tumor cerebral hasta que naciera su primer hijo, cosa que pasó unas semanas después. Y estaba tan seguro que iba a morir, que antes de la cirugía grabó un video para que su hijo recién nacido lo viera cuando fuera mayor y entendiera qué había ocurrido.

Durante la operación, también hubieron algunos problemas, pues según los médicos el corazón del actor por un breve momento había dejado de latir en la mesa de operaciones. De todos modos, los especialistas lograron extirpar el tumor, aunque todavía quedaba por ver con qué secuelas iba a quedar el paciente, que ya había perdido el 7 % de su audición.

Tres días después de la operación, Mark Ruffalo no pudo cerrar el ojo izquierdo ni mover la parte izquierda de la cara, sin mencionar que también estaba teniendo problemas para mantener su equilibrio. “Después de la cirugía recuerdo que encontré mi religión, por así decirlo, y le dije a Dios: ‘Por favor, no me quites la cara y por favor no me quites la vida’”.

Durante los siguientes diez meses, el actor lucharía contra la parálisis de sus nervios faciales sin tratar de perder las esperanzas, pues los médicos le habían advertido que los nervios faciales no se recuperan después de siete meses. Aún así, Ruffalo recordaría otro momento de “intervención divina”. “Tuve otro sueño en que Dios me decía ‘¡Sigue moviéndote!’, frase que se convirtió en mi mantra durante mi recuperación postoperatoria completa. Todos los días intentaba hacer que mis músculos faciales se movieran, pero era en vano. Y continué caminando millas, lo que me ayudó a mantener el equilibrio, que finalmente regresó más rápido que otras personas que padecían la misma enfermedad. Creí por entonces que me enfrentaba al final de mi carrera como actor, pero mi recuperación me probó de lo que estaba hecho como hombre”.

Ruffalo relata que “estuve así durante aproximadamente 10 meses y la probabilidad de que alguna vez mejorara parecía bastante remota. Las posibilidades de que los nervios se recompusieran disminuían cada mes y el mes siete fue prácticamente el punto de corte. Pero finalmente la parálisis comenzó a menguar. En total, desaparecí durante un año de la industria del cine, pero me recuperé y a partir de ese momento los guiones no me faltaron. ¿Qué hubiera pasado si no le hubiera hecho caso al terrible sueño que tuve sobre el tumor? Probablemente hubiera muerto o habría quedado con secuelas terribles e irreversibles, pero afortunadamente decidí interpretar ese sueño como una advertencia que alguien me enviaba de que algo estaba mal, y afortunadamente ese alguien no se equivocó”.