Uno de los grandes males de la época moderna que afecta a los seres humanos es el estrés y las enfermedades asociadas a alta carga emocional y física que genera el trabajo arduo, las responsabilidades y las obligaciones.

Bajo ese desolador panorama que sufren algunos, se estima que una de cada cinco personas va perdiendo el deseo sexual en algún momento como resultado de ese trajín de vida. Y lo peor es que en las mujeres la proporción sube más.

Esa disminución de la energía se debe a que lentamente va apareciendo una patología moderna llamada el Trastorno del Deseo Sexual Hipoactivo (TDSH), el que consiste en la carencia y falta ganas de realizar algún tipo de actividad sexual.

Además de la falta de deseo, una persona que padece este trastorno también está asociada a sensaciones de ansiedad, angustia y dificultades en las relaciones interpersonales, lo que afecta a la imaginación y voluntad de participar en actividades de índole sexual, menos aún le permite tener pensamientos o fantasías sexuales.

De acuerdo al Servicio de salud de Reino Unido (NHS), entidad británica al servicio de la investigación de dicho trastorno, la falta de deseo es relativamente común: una de cada cinco personas pierde el interés por el sexo, mientras que en las mujeres la proporción es tres de cada diez.

Baja el deseo

Entonces, ¿por qué los seres humanos humanos son propensos a perder el apetito sexual? Obviamente, los factores dependen y afectan diferentemente a cada persona, ya que el deseo sexual está basado en una interacción compleja de muchos factores que pueden ser tanto físicos como psicológicos.

Por esta razón, las causas que pueden dar lugar a la falta de deseo sexual son muchas, pero las más comunes son enfermedades como la artritis, el cáncer, la diabetes, la presión arterial alta o los trastornos neurológicos.

Como consecuencia de eso, lo mismo sucede con algunos medicamentos comos los antidepresivos, el consumo de drogas lícitas e ilícitas y la ingesta excesiva de alcohol.

Además, en las mujeres los cambios hormonales pueden influir directamente en el deseo sexual, especialmente durante el embarazo o también la menopausia, ya que se reducen los niveles de estrógeno y se producen cambios físicos, los que hacen disminuir el deseo sexual.

Por último, otros factores que afectan el deseo son las malas experiencias sexuales previas, antecedentes de maltrato físico o abuso sexual y los problemas de pareja, los cuales pueden ser tratados de forma terapéutica.