Inclusión laboral de personas con Síndrome de Down: Historias que demuestran que todo se puede

En Chile, dos leyes promueven la inclusión: la 21.015 que establece una cuota mínima y la 21.275, que incorpora a gestores de inclusión laboral.

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Carolina y Claudia Hevia son hermanas con Síndrome de Down y pese a que su familia es de Laja, viajan semanalmente a Concepción para trabajar. Carolina, la mayor, tiene 30 años y desde 2017 colabora en las áreas de Biblioteca y Schooltrack en el Colegio Almondale, de San Pedro de la Paz. La hermana menor, Claudia, de 25, forma parte desde 2023 del Jardín infantil Azucarcandia, de la misma comuna, donde realiza apoyo en funciones administrativas. Ellas son parte de un reducido porcentaje entre las personas con esta condición que cuentan con un empleo formal en la región del Biobío, consigna el Periódico Diálogo, de Concepción.

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En Chile, dos leyes promueven la inclusión: la 21.015 que establece una cuota mínima del 1% para su contratación en empresas grandes y la 21.275, que incorpora a gestores de inclusión laboral y políticas internas para fomentar la diversidad en el entorno.

Si bien estas legislaciones han sido un impulso en la materia, las estadísticas todavía muestran una brecha importante. Según datos del  Servicio Nacional de la Discapacidad (SENADIS), cerca del 75% de las personas con discapacidad, incluidas aquellas con Síndrome de Down, se encuentran desempleadas.

Iniciativas exitosas

Sin embargo, En esta línea es importante destacar que existen iniciativas exitosas de inclusión laboral en Chile que están demostrando que las personas con Síndrome de Down son capaces y tienen mucho que aportar en el ámbito laboral. Ejemplos de ello son la Lavandería 21 que este año cumple 10 años y el Programa Diploma en Habilidades Laborales de la Universidad Andrés Bello que ya lleva 18 años trabajando en inclusión a nivel nacional,11 de ellos en el Biobío.

Carolina y Claudia, por ejemplo, especifica el medio Periódico Diálogo, fueron alumnas del programa UNAB dirigido a jóvenes con discapacidad intelectual y del desarrollo, y que solo en la sede Concepción ya contabiliza 82 egresados. La mayor de las hermanas cuenta que “entré a hacer mi práctica y voy a cumplir seis años trabajando (…) Estudié asistente administrativo y ayudo al colegio y a los alumnos desde kínder a cuarto medio”. Carolina asegura que su labor es valorada, que la relación tanto con alumnos como con el personal del establecimiento es buena y que, “en el futuro me gustaría seguir trabajando acá”.

La directora de Almondale San Pedro de la Paz, Rossana Dapelo, coincide en esta apreciación. “Desde antes de que se dictara la ley nosotros tenemos a personas con discapacidad. En el caso de Carolina realmente es una ayuda en el colegio, en un montón de actividades que son reiterativas y que muchos no quieren hacer, siempre hay mucho trabajo y ella lo hace muy bien”, asegura la encargada al medio de prensa de Concepción. Destaca, además, el aporte que significa su presencia en el colegio, en su relación con los estudiantes y también con los adultos, como parte importante del equipo.

En el caso de Claudia, el vínculo con los más pequeños ha sido también significativo. “Me gusta estar con los niños chiquitos y bebés”, señala. Ambas jóvenes reciben el apoyo familiar, su madre es quien las acompaña en sus viajes desde la provincia de Biobío a Concepción y su papá que trabaja allá, las espera para el reencuentro semanal.

Prolijidad y eficiencia entre telas y vapor

Yercco Virano, lleva 5 años en la Lavandería Industrial 21 y para él la experiencia ha sido gratificante. Él realiza distintas tareas que incluyen el planchado de prendas, que asume con dedicación y prolijidad, y que lleva a cabo en conjunto con sus compañeros, un equipo que tiene a cerca de una veintena de personas con Down en distintas funciones y turnos.

María Cecilia Ortíz, es operaria laboral y explica que la lavandería ha sido el paso inicial para que muchos de los y las trabajadoras con Down encuentren nuevas posiciones en empresas de la Región y dejando su lugar a otros que también buscan la anhelada autonomía laboral. “Ellos son muy eficientes, meticulosos, aprenden su función y también le enseñan al resto. Si ven a alguien que lo está haciendo mal, ellos mismos lo corrigen”, comenta.

Francisca Palma, por ejemplo, llegó hace poco más de un año a la Lavandería 21. Ella no tiene una discapacidad, pero como cualquiera que emprende un nuevo desafío laboral, tuvo que capacitarse. Lo que aprendió abarcó mucho más allá del funcionamiento de las máquinas. “Ellos (dice refiriéndose a sus compañeros con Down) me ayudaron al inicio cuando recién llegué y con el tiempo me han enseñado también su estilo de vida, su forma de compartir y me ha gustado en realidad esta experiencia”. Francisca se sacó de encima las dudas sobre su trabajo y varios estigmas que la acompañaban antes de este empleo.

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