La inspiradora historia de una chilena y su hijo con síndrome de Down para cumplir un sueño

Mariana Cavada es una chilena que vivió en Argentina, país donde hace 29 años dio a luz a Matías, su gran amor de madre.

Guía de: Inclusión

La historia de Macarena y Matías es de aquellos relatos que hay que contar. Es de esas experiencias de vida que emocionan, atrapan, encantan pero, sobre todo, motivan a pensar que todo se puede.

Macarena Cavada es una chilena que vivió en Argentina, país donde hace 29 años dio a luz a un pequeño de ojos almendrados, bello y que se convertiría en su gran amor: Matías Tardito.

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“Este ha sido un camino de mucho amor, mucha entrega, me enamoré totalmente de él. Tuve mucho miedo de no saber cómo ayudarlo, falta de información. Matías nació hace 29 años con Síndrome de Down, por lo tanto, era más complejo el tema, no estaban las redes que hay ahora. Gracias a Dios, nació en Argentina –su padre biológico es argentino- y allá creían totalmente en la integración”, abre el diálogo con Guioteca Macarena.

-¿Y cómo fue este camino con Matías?

-A los 15 días de nacer, comenzó con estimulación temprana. Todo lo fue haciendo a su tiempo, por ejemplo, se sentaba muy bien a los cinco meses, con su cabecita muy erguida, cada vez fue haciendo más cosas. A los tres años entró a un jardín “normal”, porque ya no usaba pañales y era lo único que me exigía el jardín. Era el único niño con síndrome de Down en su curso, fue acogido con mucho amor. Empezó a ir a natación, vivíamos en la Patagonia Argentina donde la máxima era de un grado, pero las mamás de sus compañeritos nos invitaron a ir a natación a piscinas temperadas. A los 4 años se integró a un centro de deportes, fue el primer niño con esta condición en llegar ahí. La vida de Matías en Argentina siempre fue integrada, siempre me hicieron sentir que él era parte de la sociedad. En ese sentido fue fácil. Era el más amado, regaloneado.

-¿Por qué decidió regresar a Chile, entonces?

-A los seis años de Matías y, estando separada de mi marido, que se fue a los ocho meses de vida de mi hijo, decido volver a Chile porque es donde está toda mi familia (5 hermanos, padres, abuelos, tíos, primos) y quería que Matías creciera con esa familia. Regreso para que él comenzara su educación básica en mi país, pero fue un desastre. Todo lo que pueda decir es poco. Todos querían que lo metiera en colegios especiales, la integración recién empezaba. Visité 43 colegios. Fue traumático, a veces lloraba antes de tener la entrevista, ya que sabía que me iban a decir que no. A veces me cerraron la puerta en la cara, me cortaron el teléfono, era una realidad diferente a la que había vivido antes. Pero este era mi país, esta era mi gente y yo quería que Matías creciera acá, pero fue muy triste.

-¿Y qué pasó?

-Ocupando “pitutos” encontré un colegio. Entró bastante grande y estuvo hasta octavo, colegio integrado, sus compañeros lo querían mucho, al principio hubo que romper muchos mitos, yo invitaba a los compañeros a la casa, al principio con los papás, después con los hermanos y después hacían lista para venir a casa y lo pasaban increíble. Entonces, en el colegio no me tenía que preocupar porque Matías estaba en el colegio en el grupo de los líderes y ellos lo cuidaban, nunca me gustaron los colegios especiales, los encontraba un peligro en todo sentido.

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-¿Qué le pasa cuando escuchaba o escucha algún insulto a Matías?

-No soy de agredir si escucho que le dicen mongólico o esa palabra aparece en alguna parte, no me llega. Creo que lo que él más me ha enseñado es a tener tolerancia, mucho amor adentro mío, entonces cuando alguien decía algo, no me sentía herida, pensaba que esa persona lo decía desde la ignorancia y que la mejor manera de contarle a esa persona cómo era Matías y demostrárselo era explicándole, esa persona no tenía la obligación de saber, yo no sabía casi nada cuando nació Matías.

-¿Le pasó esa experiencia?

-Sí. Mi hijo tenía unos 11 años, él jugaba fútbol en la Ciudad Deportiva de Iván Zamorano, era el único con síndrome de Down de su grupo. Ese día fui a retirar todos los informes de Matías a la Ciudad Deportiva y después nos fuimos al departamento de unos amigos que en su edificio tenían piscina. Matías estaba nadando y en ese momento, se me acerca una mujer mayor, y me dice: “Señora, le pido un favor, ¿podrá sacar a su hijo de la piscina para que mis nietas se puedan meter? Porque ellas le tienen miedo”. Miré a la mujer de frente y le dije: “señora, le puedo pedir yo un favor, ¿qué le parece si se mete usted con sus nietas y me meto yo con mi hijo a la piscina?”, le conté que él había estado en colegio integrado, le mostré el informe de la ciudad deportiva de Ivan Zamorano, le dije que él jugaba ahí y le comenté: “Sus nietas van a ganar porque conocerán un tema del cual ellas tienen miedo, usted sabrá un poco más, yo ayudaré a mi hijo a que se quiten estereotipos sobre él y él estará feliz, porque no tendrá que salirse de la piscina. Así, ganamos todos”. Terminamos jugando toda la tarde con una pelota en la piscina. Las chicas lo pasaron regio, Matías también y la señora me dio las gracias. Sentí que había cumplido lo que Matías deseaba que era abrirle los ojos a los demás y mostrarles lo que realmente es él.

-Matías salió de octavo con una distinción…

-Sí. Matías termina octavo y se lleva la medalla de la trayectoria elegido por profesores, alumnos y auxiliares del colegio. Fue emocionante, que de 160 alumnos, él fuera el elegido para ese honor. Al salir de octavo no me atreví a ponerlo en un colegio “normal”, me daba miedo, era una edad difícil, no lo conocían, no habían crecido juntos, por lo que decido llevarlo a una escuela especial. Pero fue desastroso. Él no quería ir, la profesora no era amable, él llegó contándome que un compañero le había tirado el pelo a la profesora hasta dejarla en el suelo, que habían cerrado las puertas, que habían tirado agua, Cuando fui a contar al colegio, nadie sabía nada, entonces me enojé y dije: “Escúchame, si todo esto lo inventa mi hijo, avísame porque será el primero con síndrome de Down que llegará a ser editor o escriba guiones para Hollywood” y ahí me dicen: “Pero no te preocupes si ya está todo controlado”.

“Ahí ya el tema no me gustó, no me gustó que me escondieran lo que había pasado y me lo llevé, porque en la noche yo lo escuchaba como en sueños decía “no, no, colegio no”. Lo puse en distintos talleres en la comuna de Las Condes. Después de eso entró a otro colegio para personas especiales, particular, gente excelente, lugar lindo, pero guardería y por eso nos salimos. Después nos fuimos a otro, un fraude, carísimo, todo el día te estaban vendiendo ilusiones, que vivienda compartida y en ellas no hacían nada, la comida se la preparaba la directora, en la noche pedían pollo asado con la plata que pagábamos los padres, papas frita, pizza, lo que le habíamos tratado de inculcar de nutrición, se iba a cualquier lado. En los últimos tres años, nos fuimos 20 familias de ese lugar.

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“En las mejores Manos”

-¿Cómo es Matías?

-Un joven siempre alegre, tiene esa característica increíble. Es muy cariñoso cuando quiere serlo, es bondadoso y amoroso, pero no es de los que a cada rato anda dándome beso o abrazándome, lo hace cuando él quiere. Es muy responsable. Es algo llevado a su idea, a veces te desafía porque quiere hacer algo más grande, pero no está preparado para eso. Es muy buen amigo, siempre preocupado. Va al doctor solo, le gusta entrar solo, lo mismo que al dentista. Para mí, Matías es un ejemplo, soy católica, y creo que él está más cerca del modelo que Dios quería, está más allá de los que nos decimos normales.

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-¿Cómo nació la idea de que Matías se transformara en masoterapeuta?

-Matías es muy de piel, de ahí nació la idea, pero toda mi familia es de piel, él no es así porque tenga síndrome de Down. Cuando pasábamos por Vicuña Mackenna, Matías veía los letreros y me decía que quería estudiar ahí. Pedían cuarto medio, él tenía hasta octavo y me desanimé, pero él insistió y en el verano del 2017, insistió tanto que fui a preguntar, lo recibieron y quedó. Esto es en la Fundación Adelante EPC (Escuela de Profesiones Clínicas). Hay curso de relajación y reflexología para personas en situación de discapacidad. Tiene profesionales fantásticos, posee todas las herramientas para que ellos salgan adelante, los tratan bien, viven la inclusión. Matías terminó su curso en diciembre de 2017 y este año decidió estudiar reflexología.

-Y ¿cómo se formó “En las Mejores Manos”?

-Se eligieron jóvenes para formar “En las mejores Manos”. Son 6 jóvenes que se conocen ente ellos, son masoterapeutas y reflexólogo, todas personas en situación de discapacidad. Se conocieron en la misma Escuela. La energía que tienen es lo principal, es muy pura. Mueven con su amor y energía.

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-¿Cómo funcionan?

-Realizan masajes de relajación. Yo soy la coordinadora, nos presentamos en eventos y también van a domicilio, cada uno tiene su camilla, silla y todos los elementos que se necesitan.

-Finalmente, ¿qué le diría a los padres con hijos en situación de discapacidad?

-Que crean en ellos, que ellos tienen muchísimo que entregar y que pueden aprender mucho. Matías era muy kinestésico, muy visual, entonces hacía las letras en papel de lija, la más suave, y la recortaba y hacía el camino con el dedito, aproveché más eso. Era importante descubrir el canal por donde le entrara y el nexo afectivo, eso es primordial en Matías. Es importante conocerlos, conocer sus habilidades y debilidades. El mundo los necesita, tienen un rol que cumplir y el mundo no sería lo mismo si no estuvieran ellos. Me siento bendecida de ser mamá de Matías desde que nació. Supe amarlo desde el primer minuto, pero no dimensioné lo inmensamente feliz que iba a ser yo con él.

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