Madre de Osorno relata la inspiradora historia de su hija con síndrome de Down: Desde el liceo a su prometedor emprendimiento de pasteles

Catalina Bidegain tiene 30 años y se dedica a la repostería, con una creciente demanda.

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Sandra Peña Vásquez estudió agronomía, pero se dedicó al rubro de la seguridad. Esta empresaria instalada en Osorno tiene tres hijos, Bernardita (33), que es periodista; Sebastián (28), odontólogo y Catalina Bidegain (30), quien se dedica hace dos años a la repostería.

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Actualmente, Sandra vive con Cata, manteniendo una relación y complicidad a prueba de todo, pero especialmente apoyándola en lo que significa su emprendimiento. “La Cata es bastante exigida por sus dos hermanos, siempre con el propósito de que logre avanzar, desarrollarse y ser independiente, son cuidadosos con ella y muy protectores”, abre el diálogo esta madre que busca contar su experiencia con su hija con síndrome de Down como una forma de concientizar y educar respecto a esta condición.

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-¿Qué ha significado para ti ser mamá de Cata?

-Para mí la Cata es razón de mi vida. Es algo tan natural nuestra relación que ni siquiera pienso en que tiene una condición genética diferente. Sé que ella me ha dado una fuerza increíble para lograr metas, me ha hecho desarrollar una paciencia enorme y una capacidad de ver siempre el vaso medio lleno y la parte positiva de la vida.

-¿Cómo te enteraste de su condición y qué pesaste en ese momento?

-La china nació un 19 de diciembre. En aquel entonces, vivíamos en Coyhaique, pero vinimos a esperarla a Valdivia, donde había nacido su hermana. Nunca tuve un indicio de que podría venir con síndrome de Down. Además, nuestra edad no era de riesgo, por lo tanto, nunca racionalmente me lo planteé. Sin embargo, hubo señales increíbles que me apretaron el corazón y que después supe por qué pasaron. Me enteré en el parto, cuando te das cuenta de que muchos corren y se movilizan y, claro, algo pasa ahí. Entonces, me contaron, eso fue como un sueño, así lo recuerdo, no lloré, ni me desesperé, pensaba cosas tan poco importantes para el momento como por ejemplo: “No se va a casar nunca”, “no me va a hacer abuela”, mira las tonteras, qué importancia podía tener aquello. Al día siguiente, reuní a mi gente y les dije: “No quiero más penas por la Cata, ella tiene síndrome de Down y yo voy a hacer que ella sea la mejor”. En eso estoy, ayudándola todos los días, que tenga clara su rutina, que haga sus cosas, que compre sus materiales en el supermercado sola, que venda sus productos sola, en fin, que sea lo mejor tal como me lo propuse.

-¿Cómo es Cata?

-Es una loquilla, intensa. Cuando tiene pena es a concho y cuando está contenta lo demuestra muchísimo. Tiene un tremendo corazón, es muy cariñosa, le gusta su espacio y también estar por períodos sola, bailar y cantar. Se relaciona muy bien con adultos y niños, y las guaguas le fascinan. Es ordenada y responsable. En el liceo todos le pedían sus cuadernos porque los tenía de lujo.

-¿Cómo fue el camino de Cata en el aspecto académico? ¿Qué obstáculos encontraste al momento de que fuera al liceo?

-Yo siempre he pensado que la actitud es clave y te abre el camino. Puede ser que se presenten dificultades, sin embargo, tu forma de enfrentarlas dará la pauta para avanzar. Una familia contenedora y alineada es clave y créanme que eso se percibe y se respeta. La china fue a una escuela básica común (con taller de integración), salió de octavo con harto a su haber y ya había entrado al sistema, pero eso no aseguraba la continuidad y vino a continuación la pregunta: ¿Qué haremos ahora? Fui a un liceo técnico, sin ella, y la inspectora luego de entrevistarme, me dice: “Está aceptada y yo le digo, “pero ella tiene síndrome de Down”, y me contesta: “buenooo no importa”. Fue muy bien acogida por todos ahí, fue la reina por cuatro años. Regalona de sus compañeros y profesores, hasta que salió de cuarto, cada vez eran más alumnos y yo solo me encomendaba a Dios para que la cuidara porque no podía limitar la posibilidad de desarrollo que estaba teniendo.

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-¿Cómo fue su llegada al INACAP?

-Fueron muchas reuniones, aún no había alumno con síndrome de Down en ninguna sede. El vicerrector fue siempre muy acogedor, pero bastante claro y me señaló que tenía que resolverlo con su cuerpo docente, que en definitiva eran los que debían adaptar la malla curricular para la Cata. Así fue, estuvo cuatro años, aprendió muchísimo y fue inmensamente feliz. Hoy, gracias a eso se gana la vida con sus pasteles.

-Cuéntame ¿cómo le va a Cata en su negocio de repostería?

-En la actualidad, tiene una página que le administra su hermana, se llama “Waffles chinita” y además hace poco consiguió que el Hospital de Osorno– que está cerca de la casa- le permita entregar todos los días sus productos. Ahora, pensamos que tendrá que aumentar la producción por el interés que despiertan sus creaciones.

-¿Qué consejos le puedes dar a los papás que recién comienzan este camino de sus hijos con síndrome de Down para que sus pequeños logren autonomía, que sean felices?

-A los jóvenes padres que están iniciando este camino, les aconsejo que sean exigentes, que no se conformen y caigan en decir “Ahh, pero tiene Down”. Ellos avanzan y no se imaginan cuánto y ni hasta dónde. Tienen que ser constantes y responsables con sus tareas y rutinas, porque ellos seguirán la ruta que le vamos señalando. Hay que ser matea para tener un hijo mateo, no es espontáneo en el caso de ellos. Como siempre digo: “Nadie dijo que sería fácil, pero tampoco es tan difícil y como el amor está, están dadas las condiciones para el éxito”.

-¿Qué sueñas para ella en el futuro?

-Mi futuro con la China, lo visualizo tranquilo, ayudándola y logrando metas, paso a pasito. Tal vez en un futuro, ella podría tener un local para vender sus productos que se llame “Los wafles de la China”.

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