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Visita de Obama a Sudamérica, el trasfondo

La fugaz visita de Obama deja señales que van más allá de los posibles acuerdos que alcance con sus pares Dilma Roussef, de Brasil, y Sebastián Piñera, de Chile. Lo más importante de su gira sudamericana es lo que se transmite a través de los gestos.

Durante los últimos años, Sudamérica ha sido una zona bastante olvidada para los gobernantes estadounidenses y aunque igual se las han arreglado para dar una vuelta por esta región, sus principales preocupaciones apuntan, normalmente, hacia zonas geopolíticas como Medio Oriente, Asia Central y Europa, entre otras.

Tomando en cuenta el actual contexto del mundo y, particularmente, el entorno sudamericano, la visita de Barack Obama adquiere gran relevancia, pero, posiblemente y aunque cueste creerlo, más para los norteamericanos que para brasileños y chilenos.  Actualmente, Estados Unidos mira con recelo el fuerte acercamiento de China con Sudamérica -lo cual se traduce, especialmente en los nexos económicos, aunque también en otros ámbitos-, algo que no es coincidencia, pues el gobierno chino también es un influyente elemento en África, continente en el cual posee grandes inversiones y donde, mediante regalos -sin importar quién sea el presidente o gobernante que los recibe-, ha logrado expandir su naciente imperio.

Barack Obama

Foto: Reuters

El Presidente Barack Obama viene acompañado de su mujer Michelle Obama.

Por eso, Estados Unidos se ha dado cuenta que, por un lado, la Unión Europea mantiene conversaciones hace años con los estados sudamericanos -ya sea a nivel de bloques de integración como Mercosur y la CAN o con países por separado- y que, por el otro, el “gigante chino” también ha tomado la delantera en este subcontinente.  Además, el auge de Brasil no pasa desapercibido por la política exterior estadounidense y lo mismo ocurre con la estabilidad económica que ha mostrado Chile, a pesar de haber sufrido los efectos de la crisis mundial y del terremoto y maremoto de 2010.

Respecto a esto último, no debiese sorprender que sean estos dos países, y no otros, los elegidos para la visita de Obama a Sudamérica.  Sin duda alguna, se trata de las naciones que ofrecen mayor confianza, no sólo a nivel político, sino que también en la esfera económica.  Brasil representa una potencia en desarrollo y un líder regional, mientras que Chile es la maravillosa puerta de entrada a la zona sur del Océano Pacífico.  Junto con eso, ambos estados aparecen como los más idóneos al momento de pensar en las inversiones de las empresas estadounidenses en Sudamérica.

Más allá de estas consideraciones, la visita de Obama por tierras brasileñas y chilenas deja de manifiesto, directa o indirectamente, una serie de hechos que es necesario revisar.  Lo primero, el evidente descontento de Argentina, país que se sintió desplazado como líder regional y que vio herido su orgullo por el hecho de no ser considerados como un estado confiable para la administración de Barack Obama.

Luego, el hecho que Estados Unidos posiblemente busque nuevos aliados que puedan trabajar en favor de los objetivos estadounidenses.  Si Colombia ya lo hace en la lucha con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el narcotráfico, Brasil y Chile también podrían jugar un rol interesante en este sentido.  No sólo tenderían, en cierta medida, a proteger los intereses norteamericanos en la región, es decir, que haya estabilidad y que el discurso bolivariano de Chávez no se expanda, sino que también son eslabones claves hacia otras regiones de interés.

Relacionado a lo anterior, aparece, con gran fuerza, el tema de Irán, puesto que Dilma Rousseff ha marcado diferencias con Luiz Inácio Lula Da Silva y una de sus primeras medidas, respecto a la política exterior brasileña, fue alejarse de Mahmoud Ahmadinejad, presidente iraní.  Esto último es un gran paso adelante en favor de las pretensiones de Estados Unidos, quienes no veían con buenos ojos la cada vez más estrecha relación entre Irán y Brasil, dos gigantes que luchan por tener mayor trascendencia en la política mundial, especialmente en el caso brasileño, que pretende ser miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU.

Otro punto interesante de análisis de la visita de Obama es ver qué ocurre con la postura estadounidense respecto a dos asuntos muy actuales y polémicos que están en la agenda política chilena.  Lo primero es el posible Tratado de Libre Comercio (TLC) entre Chile e Israel y, lo segundo, el acuerdo nuclear entre Chile y Estados Unidos.  ¿Sugerirá, Obama, que un TLC con Israel podría ser dañiño para la imagen exterior chilena?, ¿o aconsejará firmar el acuerdo, buscando un aliado en la cuestión palestino-israelí, sabiendo que Chile viene de reconocer a Palestina como un estado libre y soberano?  Entendiendo que Egipto, socio histórico en Medio Oriente, puede quedar en manos de los islamistas, ¿buscará Obama un interlocutor válido como Chile, que tiene buenas relaciones con Israel y Palestina, pero que no se encuentra en la región?

Barack Obama

Foto: Reuters

La primera parada de Obama en Sudamérica fue Brasil.

En relación al asunto nuclear, cabe preguntarse si durante la visita de Obama analizarán lo ocurrido en Japón y, en este sentido, sería interesante conocer la mirada que tendrá Obama sobre este punto ¿Preferirá ser diplomático y advertir sobre los riesgos de una hipotética construcción, en el futuro, de una planta nuclear en un país sísmico?, ¿o fomentará el desarrollo de un proyecto de ese tipo?

Por último, queda claro que el gran ganador de la visita de Obama puede ser Estados Unidos, pero si Brasil y Chile muestran habilidad política, quizás se conviertan, también, en vencedores. La gran interrogante, entonces, es saber si Sudamérica avanza o retrocede con el viaje de Barack Obama por esta región.

Ya se verá.

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