• Eduardo Retamal, ex Guía de Universidad de Chile
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El mito albo del tecito más rico y la marraqueta más crujiente viene de antaño y no corresponde en rigor a estos tiempos donde los maestros de la construcción ahora son relativamente escasos y ya no calientan el té en un tarro con un fuego precario, sino que se los brindan sus propios proveedores y muy bien atendidos por un justo precio.

Otrora, hablemos de los años sesenta o setenta, los niveles de pobreza en nuestro país eran mucho mayores y no comparables con los actuales. Pobreza dura, para muchas familias, cientos de miles, viviendo en condiciones extremas, sin acceso a los servicios básicos de agua y alcantarillado por ejemplo.

Muchos años antes, en el mediocampo de la U había un volante llegado desde la aridez del norte con ilusiones ofensivas que a punta de perseverancia y el retroceso obligado en el campo se transformó en un símbolo de la U de esos años. Luis Alamos, sí!, el mismo “zorro” Alamos de la famosa frase.

Años más tarde y después de vestir por más quince temporadas ininterrumpidamente esa única y hermosa camiseta, con la “U” bordada en el pecho, le tocó nada menos que dirigir al “ballet azul” desde sus inicios.

Cuando ocasionalmente se recuerda al ballet de la U privilegiando el exitoso colectivo azul, no se precisa quiénes fueron sus entrenadores, si no, se tendría más claro que el “zorro” Alamos fue también un exitoso entrenador de la U, tal es así que llegó a ser ayudante de don Fernando Riera en la selección chilena en el exitoso proceso que culminó con la obtención del tercer puesto para Chile en un mundial de fútbol.

Su paso por la U, de veinticinco años de duración sumando su etapa de jugador y la de entrenador, terminó cuando se le encomendó que dirigiese a la selección chilena que tuvo una pálida actuación en el Mundial de Inglaterra ’66.

Es en este contexto, de fines de los años sesenta y comienzos de los setenta, donde Lucho Alamos, luego de dirigir a los entonces verdes de la calle Lira y a algunos clubes provincianos como Lota y Wanderers, es que llega al cacique en 1972 para terminar de ensamblar uno de los mejores equipos de los albos de su historia.

Sin duda que su sapiencia futbolera y sus resultados como técnico lograron vencer el natural rechazo del pueblo albo, que observaba cómo un chuncho llegaba nada menos que a dirigirlos en la cancha, una precuela de lo que sería el doble arribo de Arturo Salah a Pedreros, una como técnico y otra como presidente.

Entonces, con las campañas y triunfos, como los que se asoman hoy en nuestro archirrival, es que surge la famosa frase: “… el té es más rico y la marraqueta más crujiente”, la cual fue ideada e inmortalizada por un chuncho trabajando en el cacique. Ave de paso que se quedó para siempre en el recuerdo y cariño de esos hinchas, olvidando u ocultando para siempre su glorioso pasado azul, excepto para este comentarista.