¿Pecó de soberbia y síndrome de “nuevo rico” la U en 2012?
- Eduardo Retamal, ex Guía de Universidad de Chile
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Un final triste tuvo la U ayer en el Nacional de Julito Martínez. Dando la cara frente a su gente vendió la derrota lo mejor que pudo sin poder soslayar las enormes grietas que dejó en su plantel la partida de jugadores no reemplazados en su rendimiento y evidenciando sorprendentes errores de conducción de su exitoso y cuasi ex técnico, Sampaoli.
La U tuvo la posibilidad de abrochar la serie cuando abrió la cuenta y tuvo superioridad en el juego sobre los hispanos en el primer tiempo, también después del empate de Unión –anotación bajo la atenta mirada de Osvaldo González a Jaime- Enzo Gutiérrez desperdició lastimosamente la última gran ocasión que posibilitaba a la U llegar a semifinales del torneo Clausura de este año.
El segundo lapso el elenco azul fue un fantasma que deambuló por el Nacional y retrocedió trotando contra la portería de Herrera cada vez que Unión abrió la cancha y buscó lastimar con lo que mejor sabe, contragolpear.

Más allá del resultado, que podía palparse aún dentro del ambiente de optimismo azul y las convicciones a las que se apelaba en la previa, la U fue el reflejo de lo que fue este año, dudas, errores, limitaciones y una reducida expresión de lo que fue el gran equipo del 2011: el mejor equipo en la historia del fútbol chileno. Una discusión que no terminará jamás, pero que tiene el mérito de haberse instalado allí, precisamente en el modesto olimpo del balompié criollo.
Ahora recordamos las presuntuosas palabras del presidente de la concesionaria, quién proclamaba como nuevo rico, hace menos de un año, y blandía los contratos de las enormes figuras exportadas con escaso apego a la responsabilidad que hay que tener hacia la mejor y mayoritaria hinchada del país.
¿Que se hizo? Intentar ganar campeonatos insuflando aire, ninguneando rivales domésticos que cada vez que enfrentaron a la U hicieron su mejor esfuerzo, repetir la soberbia y errores de Menichetti y Dragicevic el ’91-92 creyendo que un título internacional pavimentaba cualquier emprendimiento. Un profundo error que tiene el agravante de provenir de personas futbolísticamente educadas.
¿Qué le decimos ahora al hincha que con tremendos esfuerzos apoya al equipo en la tribuna y que se compra cuanta camiseta nueva haya que tener?
¿Cómo consolamos las lágrimas de niños y de grandes que despiden al equipo cantando y alentando hasta el último minuto?
Acá en la U no se canta “…que se vayan todos”, sino que se alienta y se aman profundamente y con devoción eterna nuestros colores azul, rojo y blanco que además son los de nuestra patria.
¿Qué hacemos jugando de amarillo?
Como colectivo hemos desperdiciado una oportunidad tremenda al preferir unos dineros que no compensan el dolor y la amargura que esos hinchas y niños sufren hoy. Ni siquiera la ilusión del estadio de la U –que algún día y acotado llegará- puede atenuar la vergüenza que nos hicieron pasar quienes administran el patrimonio emocional de la U.
Es cierto que todos los jugadores quieren partir, pero también hay que hacerse cargo de quien proporciona los medios para que este equipo –y lo repito- parezca más la antesala de un aeropuerto que el grupo de gladiadores sedientos de beber la gloria de los elegidos. Si hasta tenemos un jugador al que no se le pueden administrar medicamentos!
Ojalá que el técnico, que demostró que tampoco estábamos más allá de su gratitud por lo que esta camiseta le dio: identificación y renombre en Sudamérica, al menos se vaya dejándonos con la chance intacta de volver a la Copa Sudamericana el próximo año si ganamos la Copa Chile de este año.
Hay mucho que hacer y bien en la U, comenzando por eliminar a la U penquista y seguir en carrera de la copa nacional, elegir muy bien a un buen técnico que tenga cosas importantes por ganar, depurar la plantilla de los errores y horrores cometidos algo que necesariamente pasa por hacer las pérdidas del caso.
También remecer a algunos grandes jugadores que están muy cómodos y trotando en la U, volver a reforzarse ahora como corresponde y a los señores futbolistas imponerles en sus contratos cláusulas de rescisión que permitan mantenerlos absolutamente enfocados en sus labores en la U y no distraídos e ilusionados permanentemente con sueños de ofertas desde mercados futbolística y/o económicamente más potentes.
La U debe dejar de ser un pasillo lucrativo, en ella tienen que estar los que pongan a la U en primer lugar, nadie más. Después del fútbol siempre habrá que trabajar.
Lamentablemente, hay que empezar de nuevo.
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