Verano de 1970: Rangers, Guaraní y la Copa Libertadores
- Eduardo Retamal, ex Guía de Universidad de Chile
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Las curiosidades del fútbol y de la U: reunir en un mismo artículo a Rangers de Talca, al Guaraní paraguayo y el inicio de la Copa Libertadores, todo cabe bajo la sombra de los eucaliptus junto al río Claro.
Que Rangers es de primera no hay duda, un grande del sur a pesar de sus ocho descensos!, siempre volvió y casi de inmediato, se lava la cara y listo, nuevamente en primera división el joven rojinegro de ciento diez años de vida institucional.
Los recuerdos de los años setenta o un poco antes nos traen a la memoria el inolvidable equipo de las “5B” que llegó a la Copa Libertadores, ese que terminó retratado en las fotografías en el campo de blanco entero y con divos rojinegros en cuello, manga y pecho, pero sin el escudo del club!, tal vez la plata no alcanzó para el bordado de la camisetas de esa temporada.
Dirigidos por el sapiente y recordado Oscar Andrade (padre), padre del homónimo cantautor nacido en Talca y radicado en Alemania, los maulinos llegaron a la Copa Libertadores de 1970 después de un maratónico torneo del año anterior dividido en grupos: Provincial y Metropolitano y con dos reordenamientos posteriores.
Uno más de los complejos sistemas de torneo que acostumbramos usar en Chile, dispuesto por entonces la Asociación Central de Fútbol de Chile (ACF), también claramente inspirado en el torneo argentino, y eso que se dice que “nos caen mal los argentinos”.
Los siempre orgullosos talquinos sacaban pecho luego de ser subcampeones del torneo de 1969, gracias a la “chancha voladora” Carrizo, “mono” Velasco, “pocholo” Azócar, “chanchita” Briones y las consabidas 5B en la delantera: Barría, Benítez, Barreto, Begorre y el “rucio” Bejeck, un zurdo que solamente él entendía sus amagues y fintas.
Sin escudo en la camiseta, este barrabas provincial llegó a la undécima versión de la Copa Libertadores de América junto al campeón: la Universidad de Chile.
El verano de 1970 reunió a la U, Rangers y a Guaraní del Paraguay en la fase de grupos. Un hexagonal, de moda aún en esos tiempos, de ida y vuelta entre equipos chilenos, paraguayos y colombianos. Seis equipos y una maratón de viajes y partidos.
La U logró clasificar segunda, nuevamente detrás del cacique paraguayo, a quien no pudo convertirle goles (0-1) y (0-0), pues ya se habían encontrado en la Libertadores unos años antes.
La U tuvo que luchar con pundonor para traerse un par de empates desde Cali y Asunción, ganar cinco partidos y entrar a la segunda fase. Dos de esos triunfos fueron ante “el ranguerito”, reforzado por Graffigna y Villar, el segundo de ellos por un histórico 7-1, con tres goles de Arratia, dos de Barrera, más los tantos de Hodge y “el toro” Aránguiz, el mismo que cita hoy Milton Millas por Charles.
Pasado el verano y eliminado Rangers, con solo un triunfo, un empate y veintisiete goles en contra, en la segunda fase disputada en abril, la U enfrentó a Nacional de Montevideo: un coloso de la época al que eliminó después de ganar en Santiago (3-0), perder en Montevideo (0-2) y ganar en el desempate en Porto Alegre (2-1). Por primera vez la U estaba en instancias superiores de la Libertadores al acceder a sus semifinales.
Pese a ganar en la ida en Santiago (1-0), cayó en Montevideo frente al Peñarol de Elías Figueroa (0-2) y no consiguió revertir la diferencia de goles a su favor en el desempate de Avellaneda (2-2) siendo eliminada del camino a la final.
La U había alcanzado por primera vez las semifinales de la Libertadores y tardaría más de dos décadas para volver a encontrar su techo en la Copa Libertadores frente a River de Francescoli, uno de los mejores de su rica historia.
Los caminos del fútbol, veleidosos, tienen su sinuoso trazado. No en un grupo de la Libertadores, sino que un verano reunirá nuevamente a la U, a Rangers y a Guaraní.
Este sábado el Nuevo Fiscal será una fiesta, desde el mediodía en el mercado CREA, por toda la Alameda, con el solazo implacable pegando muy fuerte en la tribuna oriente, mientras la tribuna que da al río Claro poco a poco va colmándose bajo la aliviadora sombra.
La U vuelve, como el ’94 (5-0), a llenar el remozado coloso talquino. Después del partido, y junto al río, las “viejas cochinas”, los zancudos y otras especies esperan el apetito, la sed y los apasionados comentarios de los amantes del fútbol en polvareda concurridos, ese que hoy se ve mayoritariamente desde el hogar, pero cuyo clima, entorno y ambiente lamentablemente desconocemos.
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