Ursula K. Le Guin: Adiós a la más grande escritora de fantasía

No era Ursula para mi una escritora de fantasía, sino que una escritora fantástica.

Guía de: Literatura Fantástica

Aquel día, más de medio Chile se lamentaba por la muerte de Nicanor Parra, el genio antipoeta que vivió hasta los 103 años. Yo, en cambio, y no me avergüenza decirlo, sufría por Ursula K. Le Guin, que nos dejó a los 88.

Debo reconocer que ella no estaba dentro de los autores que me marcaron en mi adolescencia. Los que me hicieron volcarme a la fantasía y la ciencia ficción. De hecho, la leí bastante mayorcito. Y pronto la reconocí como de una escritora categoría superior. Distinta. A veces podía no disfrutar mucho de sus tramas. Pero admirar sus escenarios, su imaginación, sus temas, sobre todo.

No era Ursula para mi una escritora de fantasía, sino que una escritora fantástica.

Mi llegada a ella fue bastante indirecta. A través de una paupérrima miniserie de un canal de cable llamada Terramar. La trama me atrajo de inmediato. Claro, era una historia de fantasía. Pero ahí faltaba algo.

Poco después, recuerdo que mis padres fueron a Argentina. Y me trajeron un libro de Ursula le Guin. Era parte de la saga que yo había visto en esa serie. “En el otro viento”, se titulaba. Investigué, era el último de esa saga.  No lo leí. Esperé hasta que, ni siquiera recuerdo cómo, llegaron a mis manos los cuatro libros anteriores.

Pocas veces he leído fantasía más profunda, más compleja, más llena de corazón. Con mundos riquísimos, donde los personajes y los sentimientos de estos son lo que importan.

Así empecé. Al revés. Y de ahí fui buscando libros de ella. Sumergiéndome en sus temas.

Porque, para mi, no son necesariamente las tramas, las aventuras, los mundos fantásticos, lo que hace a Le Guin tan especial. Son sus temas.

En los sesenta, ella hablaba de identidad sexual, hacía personajes femeninos fuertes, verdaderas protagonistas. Abordaba el feminismo con naturalidad. Y de pronto, en otra novela, nos mostraba su mirada del ecologismo, el trabajo, la guerra, la paz, la vejez, y el amor en la vejez.

La magia que ella creó, las reglas que ideó en torno a esta, son, a mi parecer las mejores y más claras en toda la fantasía. Copiadas a más no poder, pero jamás igualadas.

Era de las pocas que podía hacer una novela fantástica y una novela de ciencia ficción igual de buenas. O escribir una especie de híbrido entre fantasía, ciencia ficción y filosofía. Sus héroes eran tan tan parecidos a uno, a veces torturados, a veces estúpidos, siempre humanos. Tan humanos que a veces parecía que la autora se metía en nuestras mentes.

Era más que una escritora de género. Era  una escritora, con todas sus letras y pese a los múltiples premios Hugo y Nébula que había ganado, no puedo evitar pensar que no recibió todo el reconocimiento que mereció en vida.

Y cuando lo hizo, se encargó de dejar en claro porqué estaba ahí. Por qué escribía. Como en este maravilloso discurso:

Su muerte no solo choqueó a los lectores normales. También a otros escritores. Margaret Atwood, la autora del “Cuento de la criada” la llamó “una de las grandezas literarias del siglo XX”.

Stephen King dijo que “ se fue una de las más grandes”. Yo opino, sin ser nadie, que en un género, afortunadamente lleno de grandes escritoras ella era, sin lugar a dudas la más grande. Lean Terramar, lean “La mano izquierda de la oscuridad”, lean “Los desposeídos”, y lo sabrán.

Ps: Por Dios que fue mal adaptada a otros formatos. Ni siquiera en anime se hizo un buen trabajo.

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