Jeffrey Epstein: La historia del millonario abusador sexual vinculado con grandes personalidades
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- Jorge Fuentes
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El famoso multimillonario norteamericano Jeffrey Edward Epstein (1953-2019), amigo de grandes personalidades como los presidentes Bill Clinton y Donald Trump y el príncipe Andrés de Inglaterra, no sólo fue un pederasta, proxeneta y depredador sexual, sino que también fue poseedor de un talento innato -y casi demoníaco- para ascender desde el seno de una familia judía de clase de media de Nueva York hasta convertirse en uno de los hombres más ricos y poderosos del mundo.

Jeffrey Epstein, de cabello cano, junto a su cómplice, amante y socia, Ghislaine Maxwell. Al lado de ambos aparece Donald Trump, actual presidente de los Estados Unidos, y su esposa.
Jeffrey Epstein comenzó su ascenso al poder en 1974, cuando sólo tenía 21 años. Pese a que no tenía ningún título universitario, comenzó a hacer clases en uno de los colegios más exclusivos de Manhattan, la Dalton School de Nueva York, a estudiantes que sólo eran un poco más jóvenes que él. Según recuerdan hoy sus educandos, Epstein, un tipo tan brillante como maquiavélico y ególatra, siempre procuraba rodearse de bellas y jóvenes estudiantes femeninas con las que coqueteaba abiertamente.
Tras dejar de hacer clases, Jeffrey Epstein ingresó a la banca de inversiones Bear Stearns, donde gracias a su mente aguda, fría y analítica, comenzó a moverse a sus anchas en el mundo de la venta y compra de acciones. Su exsocio Steven Hoffenberg, quien lo llevó a su firma, entrevistado en el documental de Netflix “Jeffrey Epstein: Filthy Rich” (“Jeffrey Epstein: Asquerosamente rico”), relató que lo contrató porque Epstein tenía una “moral cuestionable”: “Teníamos montado un esquema Ponzi (pirámide) de inversiones fraudulentas, y él era perfecto para eso. Hizo todo su dinero manipulando el precio de las acciones y robándoles a los clientes”.
En 1982 Epstein fundaría su propia firma, J. Epstein and Co.. donde comenzó a acumular una gran fortuna, ofreciendo sus conocimientos y productos financieros a potentados, millonarios y hombres de negocios que manejaran activos por valor de más mil millones de dólares.
En los años 90′ Jeffrey Epstein, siempre secundado por su cómplice, amante y socia, la inglesa Ghislaine Maxwell, comenzaría en su mansión de Palm Beach, en Florida, a armar una red de prostitución personal integrada por bellas jovencitas de clase baja o media cuyas edades oscilaban entre los 13 y los 17 años.
El modus operandi casi siempre era el mismo: Maxwell le buscaba a Epstein mujeres menores de edad, con antecedentes de abuso sexual, problemas de dinero o líos familiares. Ella les decía a las chicas que necesitaba que le hicieran un masaje a un hombre millonario y que sólo por eso les pagaría 200 dólares. Pero cuando llegaban allá, Epstein se masturbaba frente a ellas, las manoseaba y algunas veces las violaba.
Epstein, valiéndose de su gran riqueza, carisma personal, narcisismo y una personalidad manipuladora, también solía apadrinar a bellas e ingenuas jovencitas que soñaban con ser modelos, pintoras, periodistas o diseñadoras. Prometiéndoles pagarles la universidad o llevarlas en un viaje de estudios a Asia o Europa, las llevaba en su avión privado (que la prensa bautizó como “Lolita Express”) a su rancho de tres mil hectáreas en Nuevo México, su apartamento en París, su inmueble de estilo neoclásico francés ubicado en el Upper East Side de Nueva York o a su isla privada Little Saint James, en las Islas Vírgenes, llamada por algunos lugareños como “la isla de los pedófilos”, lugar donde solía organizar orgías con algunos de sus conocidos. Una vez que llegaban a estos sitios, las chicas eran abusadas sexualmente por el multimillonario.
En el año 2002, la revista Nueva York le dedicó un gran reportaje a Jeffrey Epstein, definiéndolo como “un tipo de Brooklyn con un motor por cerebro”. En dicho reportaje aparecía hablando uno de sus grandes amigos, el actual presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, quien relató que “conozco a Jeff desde hace 15 años. Es un chico estupendo. Es muy divertido estar con él. Incluso se dice que a él le gustan las mujeres hermosas tanto como a mí. Muchas de ellas son jóvenes e incluso algunas están en el lado más joven”.
Jeffrey Epstein también presumía de ser un gran amigo del ex presidente Bill Clinton, a quien le prestó su avión privado en al menos en cuatro ocasiones entre 2002 y 2003 para que fuera a visitarlo a su isla privada en las Islas Vírgenes. En uno de esos viajes también viajaron invitados los conocidos actores Kevin Spacey y Chris Tucker.
La red de poderosos y famosos amigos de Jeffrey Epstein también incluía al mismísimo príncipe Andrés de Inglaterra, con quien fue fotografiado paseando una vez en un parque de Nueva York el año 2010. Según denunciaría el documental “Jeffrey Epstein: Filthy Rich”, el hijo de la Reina Isabel II, a instancias de su anfitrión, habría mantenido relaciones sexuales con Virginia Giuffre, una joven de 17 años que ya había sido abusada sexualmente por el millonario.
Según relató Virgina Giuffre en el citado documental, fue obligada por Epstein a mantener relaciones sexuales con el septuagenario abogado del millonario, Alan Dershowitz, y el príncipe Andrés, en varias oportunidades. Incluso, relató que el hijo de la Reina Isabel II de Inglaterra bromeó con el hecho de que ella tuviera sólo 17 años, “unos años más que mis hijas”, según comentó el propio Duque de York. Steve Scully, ex empleado encargado de manejar las telecomunicaciones en la isla privada del millonario, afirmó por su parte que una vez vio al mismo príncipe británico manoseando a Giuffre, desnuda, en una piscina.

La famosa fotografía de Jeffrey Epstein caminando junto al Príncipe Andrés de Inglaterra en el Central Park de Nueva York. La imagen fue publicada por un diario de la ciudad acompañada del epígrafe: “El Príncipe y el Pervertido”.
En el 2005 la policía de Palm Beach en Florida comenzaría a investigar a Jeffrey Epstein, luego de que un padre lo denunciara por acosar a su hija de catorce años, pero el millonario logró evadir las investigaciones gracias a sus contactos políticos y a maniobras agresivas, como vigilar las casas de las niñas que lo acusaban o amenazar a los periodistas y detectives que lo investigaban.
En el 2007 el abogado de varias de las chicas que habían sido víctimas de Epstein logró finalmente la detención del millonario, y aunque existían pruebas más que suficientes para mandarlo a la cárcel por muchos años, el entonces fiscal federal de Miami, Alexander Acosta, futuro secretario de Estado de la administración del presidente Donald Trump, le consiguió al millonario un ventajoso trato.
Epstein, quien se defendió asegurando que creía que todas las jóvenes eran mayores de 18 años y que el sexo había sido consentido, se declaró culpable, y un tribunal del Estado de Florida lo condenó en 2008 con una pena benévola por solicitar prostitución y tentar a la prostitución a menores. Epstein permaneció sólo 13 meses en custodia (donde lo dejaban salir a su oficina durante 12 horas al día, seis días a la semana), como parte de su ventajoso acuerdo judicial. En aquel proceso, en todo caso, se identificó a 36 adolescentes, algunas de catorce años, entre sus víctimas.
Cuando Epstein salió de la cárcel intentó limpiar su dañada imagen. Asistía a cenas de millonarios, donaba dinero a la caridad y a centros de investigación y en las entrevistas decía que no era un depredador sexual, pues sólo había cometido un delito: “Es la diferencia entre un asesino y una persona que robó una rosquilla”, le dijo a The New York Post en el 2011.
Gracias a la tenacidad de los abogados de las víctimas y de la labor investigadora de la prensa -muy valiosos fueron los reportajes de Julie K. Brown, periodista del diario The Miami Herald- se logró reactivar el caso y reunir más pruebas en contra de Jeffrey Epstein, quien sería detenido por la policía de Nueva York el 6 de julio del 2019 cuando regresaba a la Gran Manzana luego de pasar unas vacaciones en París.
Cuando el FBI allanó la mansión de más de 70 millones de dólares que Epstein tenía en Manhattan, en su interior se encontraron miles de fotografías de menores en situaciones sexualmente explícitas, sin mencionar que los policías quedaron sorprendidos por la decoración enfermiza que adornaba el inmueble, como figuritas de porcelana de mujeres desnudas, la efigie de un guerrero africano de tres metros desnudo, una mujer de tamaño natural colgada de una araña de cristal y piezas de ajedrez modeladas a partir del rostro de sus empleadas y en actitud provocativa.
Tras la detención de Jeffrey Epstein, todos sus conocidos comenzaron convenientemente a alejarse de él. El ex presidente Bill Clinton negó de plano haber viajado a su isla privada (pese a que muchos lo vieron allí, aunque nunca en compañía de mujeres jóvenes), mientras que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, aseguró que hacía 15 años que no hablaba con él, pues se habían enemistado después de una supuesta pelea.
El príncipe Andrés de Inglaterra, en tanto, para lavar su dañada imagen, concedió una entrevista a la televisión británica para negar todas las acusaciones en su contra, aunque le salió el tiro por la culata, pues no pudo explicar el origen de una fotografía donde aparecía -en una de las casas de Epstein- sonriente y al lado de Ghislaine Maxwell, la cómplice del millonario, y de la joven Virginia Giuffre, la rubia menor de edad que lo había acusado de mantener relaciones sexuales ilícitas.
El escándalo también salpicó a los personeros que habían ayudado a Epstein a evadir una larga condena. Alexander Acosta, el controvertido Fiscal federal que había avalado el acuerdo secreto que había permitido que Epstein saliera libre tras 13 meses de custodia, debió renunciar a su cargo como secretario de Trabajo en la administración de Donald Trump que ejercía desde 2017, debido a la fuerte presión de la prensa y de la opinión pública estadounidense.
Sólo un mes después de ser detenido en el Centro Correccional Metropolitano de Nueva York, llamado el “Guantánamo de Nueva York” debido a su falta de comodidad y sus fuertes medidas se seguridad, Jeffrey Epstein apareció muerto en su celda el 10 de agosto de 2019, supuestamente después de ahorcarse con una prenda de ropa. De inmediato se barajaron varias teorías conspirativas que afirmaban que en realidad Epstein había sido asesinado, para que no pudiera revelar los nombres de los supuestos clientes de la red de prostitución de menores creada por él mismo.
Según reveló el documental de Netxflix “Jeffrey Epstein: Filthy Rich”, el día del supuesto suicidio del millonario se produjeron varias violaciones de los protocolos de seguridad de la cárcel. Por ejemplo, los dos guardias que habían sido asignados para revisar la unidad esa noche se quedaron dormidos y no lo vigilaron en tres horas, encontrándolo en la mañana muerto, sin mencionar que las fracturas del cuello de Epstein, según un forense, evidenciaban un uso de la fuerza desproporcionado en una persona que se hubiera ahorcado con un trozo de ropa.

La celda donde fue encontrado el cadáver de Jeffrey Epstein y las lesiones en su cuello que quedaron tras su supuesto suicidio.
Hoy, todavía son muchos que no creen en el suicidio de Jeffrey Epstein. El alcalde de Nueva York Bill de Blasio, por ejemplo, puso en duda esta versión afirmando que “es demasiado conveniente. Hay muchas piezas que no encajan”, mientras que el fiscal general de Estados Unidos, William P. Barr, afirmó que había muchas irregularidades aún no aclaradas en torno a la muerte del millonario. Un exconvicto que estuvo en las mismas celdas que Epstein, en tanto, le manifestó a The New York Post que no había forma de colgarse allí adentro: “Es imposible, porque entre el piso y el techo hay como entre 2 y 3 metros”.
Lo único cierto es que con su misteriosa muerte, Jeffrey Epstein se llevó los nombres de los amigos y clientes de su red de prostitución a la tumba.
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