Freddie Mercury y Elton John, dos de los artistas británicos más importantes y populares de los últimos 50 años, no sólo se profesaban una admiración musical mutua sino que también eran grandes amigos. El cantante del grupo Queen y el intérprete de “Nikita” se habían conocido en los años 70′ y, desde entonces, se transformaron en grandes compinches.

“La primera vez que lo vi fue maravilloso, era una de esas personas con las que puedes conectar de inmediato. Dijo que le gustaba nuestra canción ‘Killer Queen’ y cualquiera que dijera eso fue inmediatamente incluido en la lista blanca como amigo mío. ¡Mi lista negra está repleta!”, recordaría Freddie Mercury.

Elton John, por su parte, confesaría que “nunca he conocido a nadie como Freddie; era de los tipos más divertidos que me haya cruzado nunca, además de tener un grandísimo talento. Llegó un día y me dijo que si él era Queen yo era la puta reina madre, y la verdad es que tenía razón. Tenía una casa cerca de la suya y cuando estaba a punto de morir no quería ni ir, era aterrador. Se le escapaba la vida y él solo pensaba en vivir. Una mañana de Navidad, me dieron una funda de almohada en la que había una dedicatoria de él… la sigo guardando cerca de mi cama”.

Precisamente, tal como consigna en su autobiografía, Elton John recibió un día un precioso y emotivo regalo de parte de Freddie Mercury. Aquello, por cierto, no era nada nuevo, ya que los dos a menudo intercambiaban regalos, especialmente en días festivos. Sin embargo, el último regalo que Elton John recibió de Freddie Mercury le fue entregado el 25 de diciembre de 1991, es decir, un mes después de la impactante muerte del propio líder de Queen, ocurrida el 24 de noviembre de 1991.

“Freddie sabía que a mí me gustaba mucho la pintura. La cosa es que recibí su regalo un mes después de su muerte, lo abrí y dentro había un cuadro realizado por uno de mis artistas favoritos. Junto con la pintura también encontré un mensaje que decía ‘Querida Sharon, pensé que te gustaría esta pintura. Feliz Navidad. Con amor Melina’. Estaba abrumado por la emoción: en ese momento tenía 44 años y me eché a llorar como un niño. Ese hombre increíble se estaba muriendo de SIDA y, sin embargo, en sus últimos días de vida, de alguna manera se las arregló para encontrar un regalo de Navidad para mí”.