¿Cómo se explican las coincidencias? Una interesante y sorprendente mirada desde la ciencia
Guía de: Matemáticas
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La conjunción de eventos muy poco probables, tanto muy nefastos como todo lo contrario, parece ocurrir más a menudo de lo que debiera. En nuestra cultura, es habitual la expresión “una racha de mala suerte” y en las inmortales palabras de Shakespeare: “Cuando llegan las penas, no lo hacen una a una, sino en tropel, como batallones”.
Las coincidencias son pan de cada día pero ¿Por qué? Uno de los que más trabajó en este tema fue Carl Jung que no creía que la aleatoriedad de los sucesos en la vida. Esta visión era compartida por científicos como el Premio Nobel de Física Wolfgang Pauli que también creía que existía una fuerza desconocida que causaba que eventos con características similares fueran atraídos en el espacio y el tiempo.
El enfoque de Jung era bastante “paranormal” y consideraba que cuando las coincidencias empiezan a acumularse es esencial darles un significado importante. Para él, la vida expresa un orden más profundo y las coincidencias significativas tienen un propósito, hacernos cambiar para tomar conciencia de nuestra propia importancia y acoger una visión más amplia y elevada de la vida. En 1952 publica “Synchronicity – An Acausal Connecting Principle” donde introduce por primera vez el término “sincronicidad” para describir sucesos coincidentes sin conexión obvia y que, a pesar de ello, parecen relacionarse de una manera significativa.
Un evento que Jung utiliza como anécdota se relaciona con una joven paciente que no avanzaba en su terapia. Básicamente el problema era que era muy culta y con un razonar muy obtuso en que nada distinto a una visión sistemática y racional del mundo era aceptable. Mientras en sesión de terapia ella le contaba su sueño en que alguien le daba una pieza especial de joyería con la forma de un escarabajo de oro, Jung escuchó un insecto volador grande que golpeaba su ventana. Abrió la ventana y lo atrapó y se trataba nada menos que de un cucarrón verde dorado que parecía un escarabajo que Jung entregó a la paciente. El incidente fue tan inusual y oportuno que impactó profundamente en la paciente y eso le permitió avanzar en su terapia.
Afortunadamente, esta conjunción de coincidencias no siempre se produce en situaciones nefastas como, por ejemplo, en el caso de Charles Wells que en 1891 tuvo 3 días seguidos de ganancias en Montecarlo, ¡llegando a quebrar la banca 2 veces! en el último día, lo que en realidad sí resultó ser una racha de mala suerte para el casino.
Interés de la ciencia
La ciencia se ha interesado en este fenómeno siendo el biólogo austríaco, Paul Kammerer (1880-1926), uno de los primeros. Él publicó el libro titulado “La ley de la serialidad”, en el que describe 100 anécdotas de coincidencias. Kammerer sostenía que todos los eventos se conectan por olas de serialidad que eran el resultado de fuerzas desconocidas. Estos sucesos inusuales y las coincidencias se producían en ondas, con picos y valles. Enfatizaba, a diferencia de Jung, que esto no era un fenómeno sobrenatural, sino físico. De hecho, Einstein consideró sus ideas interesantes y de ninguna manera absurdas. Kammerer pasó horas sentado en los parques observando y registrando en busca de patrones.
J. E. Littlewood (1885-1977), matemático de la Universidad de Cambridge, postuló lo que se conoce como “la ley de Littlewood” en que sostiene que una persona puede llegar a experimentar un milagro (es decir, un evento cuya probabilidad de ocurrencia es menor a uno en un millón) aproximadamente una vez al mes. Para esto, asumía que un evento tenía lugar cada segundo mientras una persona estuviese despierta y suponiendo que uno pasa así ocho horas al día, podría vivir 28.800 eventos por día y más de un millón de eventos en 35 días, o alrededor de un mes. También presenciaría, en el transcurso de su vida, un evento de los que suceden una vez cada mil millones. Esto significa que un milagro no es, de hecho, un milagro, sino una probabilidad esperada como es que alguien tiene que ganar la lotería.
Algo similar postulaba el matemático Warren Weaver ( 1894- 1978) respecto de que la realidad combina a cada instante tantos nombres, números y eventos que es inevitable y no sorprendente que algunas coincidencias ocurran de tanto en tanto. Más aún, siendo una coincidencia posible, es muy probable que ocurra si pasa suficiente tiempo. Lo que sucede es que esto nos llama la atención sólo cuando dichas coincidencias se manifiestan.
Para la ciencia y las matemáticas, las coincidencias no tienen un significado distinto del que decidamos darles. Les otorgamos importancia porque estamos predeterminados a hacerlo. Esto se conoce como apofenia, la inclinación humana a percibir patrones significativos en conjuntos aleatorios de datos.
El año 2011 dos matemáticos contemporáneos, Yves Lacroix y Tomasz Downarowicz, publicaron en la prestigiosa revista Ergodic Theory and Dynamical Systems un trabajo en que probaron un teorema que apoya fuertemente la visión de Kammerer, Pauli y Jung.
En términos coloquiales, su resultado muestra que para eventos básicos de baja probabilidad, cualquier relación entre ellos genera sólo atracción y no repulsión. Entendemos por atracción que estos eventos se producen juntos con mayor probabilidad de lo esperado. En otras palabras, en el universo existe una ventaja natural para la atracción por sobre la repulsión de este tipo de eventos.
Esto quiere decir que estas extrañas coincidencias no son siempre ilusión o fenómenos paranormales inexplicados, sino una rigurosa ley estadística. Por desgracia, aparte de entregarnos una bella explicación científica, esto no nos produce gran consuelo en estos tiempos que vivimos y de hecho nos advierte que estas coincidencias se van a seguir produciendo.
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