Albert Einstein: El lado más cuestionado y oscuro del famoso físico alemán
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El físico alemán de origen judío Albert Einstein (1879-1955), considerado el científico más famoso e importante del siglo XX, se hizo mundialmente célebre por formular su revolucionaria teoría de la relatividad, punto de partida de la física moderna que sostenía que la gravedad no era ya una fuerza o acción a distancia, sino una consecuencia de la curvatura del espacio-tiempo, lo que sentó las bases para el estudio de la cosmología y para comprender las características esenciales del Universo.
Sin embargo, si bien las teorías de Einstein demostraron que el supuesto caos que regía en el universo no era tal, su vida personal -en especial su vida amorosa-, por el contrario, fue caótica e inestable.
Su primer esposa fue la matemática Mileva Maric, con quien estuvo casado entre 1903 y 1919, en un convulso periodo marcado por peleas e infidelidades. Ambos se habían conocido en el Instituto Politécnico de Zúrich en 1896 y se casaron en 1903, en Berna, Suiza, procreando en los años siguientes a dos hijos: Hans Albert y Eduard.
Durante toda su relación, el matrimonio Einstein-Maric mantuvo una correspondencia abundante. Según las cartas publicadas por la Universidad Hebrea de Jerusalén, en cuya fundación Einstein fue partícipe, el matrimonio del célebre científico con su primera esposa fue infeliz y miserable. “No esperes muestras de afecto y responde de inmediato cuando te hable”, escribió Einstein en una de sus cartas a su mujer.
Durante una de sus tantas separaciones, y en un intento por mantener “buenas relaciones” por el bien de sus hijos, Albert Einstein escribiría una reveladora carta a Mileva donde se mostraba calculador y frío, planteándole una serie de “condiciones” para su regreso a la casa marital. Esta misiva sería publicada muchos años después, en 1987, por su biógrafo Walter Isaacson.
La carta de marras, escueta y directa, y que sin duda hoy sería catalogada de machista, dice así:
“CONDICIONES A. Te asegurarás de que: Mi ropa y la ropa de cama estén limpios y en orden; Yo reciba mis tres comidas de modo regular en mi cuarto; Mi habitación y estudio estén limpios, y especialmente de que mi escritorio sea para mi uso solamente. B. Renunciarás a toda relación personal conmigo, a menos que sea completamente necesaria por razones sociales. Específicamente, renunciarás a: Que yo esté en casa contigo; A que salga o viaje contigo. C. Obedecerás los siguientes puntos en tu relación conmigo: No esperarás ninguna intimidad conmigo, ni me los reprocharás de ninguna manera. Dejarás de hablarme si te lo solicito. Saldrás de mi habitación o estudio, inmediatamente y sin protestar, si te lo solicito. D. Te comprometerás a no hacerme menos delante de nuestros hijos, ya sea a través de tus palabras o de tu comportamiento.”
En 1916, cansado de la infelicidad de su matrimonio, Albert Einstein le pidió el divorcio a su esposa, el que solamente obtendría en 1919 tras firmar una curiosa cláusula: si alguna vez obtenía el premio Nobel, el dinero sería para ella. Y no tuvo que esperar mucho tiempo, ya que Einstein ganó el Premio Nobel de Física dos años más tarde.
A poco de divorciarse y demostrando que no había nacido para vivir sólo, Einstein se casaría con su prima Elsa Loewenthal, con quien no tuvo hijos, aunque en realidad se rumoreaba que a Einstein le atraía más Ilse, la hija de Elsa y, por lo tanto, su hijastra. En una carta escrita a un amigo poco tiempo antes de la boda, la propia Ilse confesaría lo siguiente: “Ayer se planteó de pronto la pregunta sobre con quién debería casarse Albert, si conmigo o con mamá”.
El segundo matrimonio de Albert Einstein sería mucho más plácido, probablemente porque Elsa era una mujer más paciente y tolerante. Tan tolerante que incluso permitió que en 1928 Einstein la llevara a un balneario junto a su amante en aquel momento, Toni Mendel, una adinerada judía berlinesa.
Según sus biógrafos, cuando rozaba los 40 años de edad, el célebre físico iniciaría su época más desenfrenada con las mujeres, teniendo hasta un total de seis amantes durante su matrimonio con Elsa, que le colmaban de un cariño “no buscado”: Estella, Ethel, Toni, Margarita, M. y L. La relación amorosa más jugosa de todas sería la que Albert Einstein sostuvo con Margarita Konenkova, una posible espía rusa a la que conoció mientras trabajaba como profesor de la Universidad de Princeton, en los Estados Unidos. El desencadenante de la relación sería el escultor ruso y marido de la posible espía: Sergey Konenkov, quien acudió a Princeton con el objetivo de realizar un busto del brillante científico. Fue entonces cuando Einstein, supuestamente, vio a la esposa del artista y quedó prendado de ella.
Según una de las nietas de Albert Einstein, Evelyn, el padre de la Teoría de la relatividad “era un mujeriego y un libertino”. Estas acusaciones, por cierto, jamás serían desmentidas en vida por el mismo Einstein, quien sólo se limitaba a confesar que “la gente cree que soy un santo o un huevo sin cáscara y no soy ninguna de las dos cosas, gracias a Dios”.
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