Claudio Pompeyano: El militar romano que inspiró el personaje del general Máximo en “Gladiador”
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- Héctor Fuentes
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Pocos saben que el célebre personaje del general Máximo Décimo Meridio, el protagonista de la película “Gladiador” (2000), estaba parcialmente inspirado en Tiberio Claudio Pompeyano, un destacado político y general romano que vivió en el siglo II d.C. y sirvió con singular éxito al emperador Marco Aurelio, fue nombrado cónsul romano en dos ocasiones y llegó al cargo de senador senior de Roma tras rechazar en tres ocasiones ser emperador del Imperio Romano.

El emperador romano Marco Aurelio y el general romano Máximo Décimo Meridio, en un fotograma de la película “Gladiador”.
Tiberio Claudio Pompeyano nació en Antioquía, Siria, alrededor del año 125 d. C. probablemente como miembro de una familia griega que había conseguido prosperar durante el reinado de Claudio. Y comenzaría su carrera política (“cursus honorum”) como Tribuno Laticlavius de la legión VII Gemina en la Hispania Tarraconense, bajo el reinado del emperador Antonino Pío, entre los años 145-149 d.C., desempeñando más tarde los cargos de cuestor, edil y pretor.
Durante la campaña contra los partos (161-166 d.C.), emprendida por el co-emperador Lucio Vero, Pompeyano destacó como un eficaz comandante. Y su autoridad y pericia pronto lo convertirían en cónsul sufecto en 162. El co-emperador Marco Aurelio, más tarde, lo nombraría gobernador de la Baja Panonia Inferior, dignidad que desempeñó eficientemente entre los años 164-168 d.C.. En el año 167 se enfrentaría exitosamente a la invasión de los germanos marcomanos y cuados, en lo que sería el preludio de las guerras de Marco Aurelio en la zona del Rin-Danubio.
Por su veteranía y notoriedad en las campañas militares frente a los partos y germanos, Claudio Pompeyano pronto se ganaría la confidencia y cercanía de Marco Aurelio, llegando a ser miembro del “consilium” o consejo del emperador. En el año 169 d.C., de hecho, después de la muerte de Lucio Vero, el emperador lo hizo casarse con su hija Lucila, la viuda de Vero, contra la voluntad de ella, probablemente para ofrecerle a Pompeyano el título de César, es decir, Marco Aurelio quiso nombrarlo su heredero. Sin embargo, Pompeyano rechazó dicha esa dignidad, aunque sería nombrado cónsul ordinario en el año 173 d.C..
Por entonces, Marco Aurelio, cuando Pompeyano obtuvo la magistratura, lo presentó como un ciudadano romano ejemplar ante el Senado: “Así pues, padres conscriptos, en recompensa de vuestras felicitaciones por mi victoria elevo al consulado a mi yerno; me refiero a Pompeyano, cuya edad debería haber sido remunerada hace tiempo con esta magistratura”.
Debido a su veteranía y competentes resultados militares en la Germania, Pompeyano continuó desempeñándose como general en las guerras marcomanas, emprendiendo exitosas operaciones en el Danubio. Según algunos historiadores, es probable que haya sido el “legatus” con mayor autoridad de dicha campaña. Precisamente, debido a sus éxitos militares contra los bárbaros, cuando tras la muerte de Marco Aurelio su hijo Cómodo fue entronizado en el sillón imperial, Pompeyano sugirió al joven emperador que prosiguiera combatiendo a los marcomanos.
En el año 182 d.C. la esposa de Pompeyano, Lucila, se vio involucrada, junto a algunos miembros del Senado, en una conspiración para acabar con la vida de Cómodo, su propio hermano que ya era emperador en esa época. Según sus planes, un sobrino de Pompeyano debía apuñalar a Cómodo, pero el asesino se anticipó al mostrar sus intenciones, pues según la leyenda le dijo al emperador: “esta es la daga que te envía el Senado”, lo que dio tiempo a Cómodo para actuar y abortar el complot. Los principales involucrados, incluidos varios conocidos senadores, serían ejecutados, al igual que Lucila, que encontró la muerte después de ser enviada al exilio a la isla de Capri.
Como al parecer Pompeyano había sido excluido de la conjura contra el emperador, Cómodo no ejecutó medidas punitivas en su contra.
En el 182 d.C., cuando Pompeyano tenía 57 años, se retiró de la vida pública para radicarse en la bucólica tranquilidad de Terracina, una de sus propiedades italianas. Pasó la mayor parte del tiempo en el campo, arguyendo su edad y una dolencia en los ojos como excusa para no regresar a Roma.
Pompeyano se mantendría alejado de la política contingente romana hasta el asesinato del emperador Cómodo en el 192 d.C., cuando Pértinax, un antiguo camarada del ejército, le ofreció el trono imperial, que él volvió a rechazar. Pertinax se proclamó entonces emperador, pero sería asesinado por la guardia pretoriana a sólo casi tres meses de haber iniciado su reinado.
Didio Juliano, quien había sido nombrado emperador al pujar más alto en una insólita subasta que organizó la guardia pretoriana para elegir al nuevo César, no pudo obtener apoyos ni siquiera entre sus propias tropas y, en un intento desesperado por salvar su vida, le pidió a Pompeyano que fuera co-emperador con él, honor que Pompeyano volvería a declinar, al parecer argumentando que se lo impedían su ceguera y sus problemas de salud. Juliano sería ejecutado posteriormente por un soldado a las órdenes de Septimio Severo, después de reinar tan sólo durante sesenta y seis días. Claudio Pompeyano, el general que rechazó tres veces ser emperador de Roma, fallecería al poco tiempo después, en el año 195 d.C.
Hoy, los historiadores aún no se ponen de acuerdo para definir la enigmática figura de Claudio Pompeyano, un militar y político que desde joven se había elevado desde un modesto origen para servir a Roma en las principales guerras de la época ante enemigos formidables, cuando la “aurea aetatis” (“edad dorada”) del Imperio se aproximaba a su ocaso.
Su reiterada negativa a ser nombrado emperador esconde motivaciones que nadie más conoce, aunque es inevitable pensar que sus intereses personales estaban puestos solamente al servicio de Roma, y no a su propia ambición, lo que ciertamente lo asemeja al cinematográfico personaje del general Máximo Décimo Meridio encarnado por Russell Crowe en la película “Gladiador”. Por lo pronto, en el siglo IV, el emperador Juliano, refiriéndose a Claudio Pompeyano, dijo una vez que el emperador Marco Aurelio “tenía un excelente yerno que habría administrado mejor el Estado”.
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