¿Quiénes fueron las cortesanas más famosas de Grecia y el imperio romano?
Guía de: Mitos y Enigmas
- Héctor Fuentes
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La prostitución femenina, la práctica de mantener relaciones sexuales con otras personas a cambio de dinero, existe desde los tiempos más remotos de la antigüedad, por lo que se le ha llamado “la profesión más antigua del mundo”. Y en la época clásica, los nombres de algunas de ellas fueron recogidas por cronistas e historiadores.
Las primeras prostitutas que adquirieron notoriedad fueron algunas cortesanas de la Antigua Grecia, como las hetairas o “hetairai” (palabra griega que significa “compañeras”), cortesanas o prostitutas de lujo que eran las únicas mujeres que frecuentaban los simposia o banquetes masculinos en que los miembros de una hermandad se reunían para comer, conversar y emborracharse juntos. Las hetairas, además de ser duchas en el arte de hacer el amor, debían sumar a su talento erótico otras habilidades, como recitar poemas, danzar, tocar instrumentos musicales y entablar conversaciones ingeniosas.
La hetaira griega más famosa fue Aspasia de Mileto, quien se convirtió en la amante del célebre político ateniense Pericles a comienzos de la década de 440 a. C. y con quien tendría incluso un hijo, Pericles el joven. Se cuenta que en los círculos sociales de la antigua Atenas, Aspasia destacaba, no tanto por su belleza física, sino que por su capacidad en retórica y por su brillante conversación. Según el historiador griego Plutarco, la casa de Aspasia se convirtió en un gran centro intelectual de Atenas, atrayendo a los más prominentes artistas y pensadores de su tiempo, como el filósofo Sócrates, el escultor Fidias y el dramaturgo Sófocles.
Plutarco, en su obra “Vida de Pericles”, escribió que, a pesar de su supuesta vida inmoral, los hombres atenienses se acercaban acompañados de sus mujeres para que oyesen conversar a Aspasia, agregando que la cortesana “domina a los hombres políticos más eminentes e inspira a los filósofos un interés nada despreciable”.
Tras la muerte de Pericles en el año 429 A.C. durante una epidemia de peste en Atenas, Aspasia se convirtió en amante de Lisicles, otro político y general ateniense, con quien tuvo otro hijo. Plutarco afirma que habría sido la misma Aspasia quien consiguió convertir a Lisicles en el primer hombre de Atenas.
Otra cortesana griega famosa fue Teódota, compañera del estadista y estratega Alcibiades. El historiador Jenofonte en su obra “Recuerdos de Sócrates”, rememora que una vez Sócrates, al visitar en su casa a Teódota y verla vestida con gran lujo, le preguntó si tenía tierras o esclavos que trabajaran para ella, a lo que Teódota le contestó que no; Socrates, perseguidor incansable de la verdad, le preguntó entonces de dónde sacaba lo necesario para vivir, a lo que Teódota le contestó simplemente: “Si tengo la suerte de encontrar un amigo que quiera ayudarme, él es quien me resuelve la vida”.
Otra bella y cultivada cortesana griega fue Neera, quien comenzó a vender sus encantos a cambio de dinero incluso antes de llegar a la pubertad. Neera, tras avecindarse en Megara, se emparejó con un rico ateniense llamado Estéfano, quien la llevó a vivir a Atenas con los tres hijos de la cortesana: Próxeno, Aristón y Estribela, quien más tarde sería conocida con el nombre de Fano. Los historiadores cuenta que Fano también se convirtió en hetaira para competir con su madre.
Friné fue otra famosa hetaira griega, célebre por su proverbial belleza. Se cuenta que era tan bella y tenía un cuerpo tan hermoso que se convirtió en amante y modelo predilecta del famoso escultor Praxíteles, quien se inspiró en ella para la creación de varias estatuas de la diosa Afrodita.
Según los escritos de la época, lo más hermoso del cuerpo de Friné era lo que no se veía. La cortesana solía taparse con una túnica que le cubría todo el cuerpo y no iba nunca a los baños públicos, por lo que no era fácil contemplarla sin ropa. Pero en las fiestas Eleusinias y en las de Poseidón, Friné no dudaba en quitarse el vestido a la vista de todo el mundo, se soltaba el cabello y se bañaba tranquilamente en el mar. La adorable imagen de Friné saliendo del agua habría sido la que inspiró al famoso pintor griego Apeles a pintar su cuadro “Venus Anadiomena o Afrodita surgiendo del mar”.
Hacia el 350 a. C., Friné fue acusada de impiedad, el mismo delito por el que se había condenado a muerte al filósofo Sócrates, por el atrevimiento de compararse con la misma Afrodita. A petición de su amante y protector Praxíteles, Friné fue defendida por Hipérides, famoso orador ateniense, quien fue incapaz de convencer a los jueces del Areópago de su inocencia. Como último recurso, Praxíteles desnudó entonces a Friné frente a sus acusadores, argumentándoles que no se podía privar al mundo de semejante belleza. Con esta ingeniosa y oportuna estrategema, Friné, gracias a su hermosura, consiguió la absolución unánime del tribunal.
En la época helenística fue famosa la cortesana Pitónica, compañera de Hárpalo, tesorero de Alejandro Magno, al igual que la bella y calculadora cortesana griega Tais, compañera del mismo Alejandro y después de Ptolomeo I, con quien tendría tres hijos. Se cuenta que durante la campaña de Alejandro contra el Imperio persa entre los años 334 a. C. y 330 a. C., durante un banquete celebrado por el líder macedonio en Persépolis en junio del año 330 a. C., Tais hizo un encendido discurso en el que desafió a Alejandro a divertirse con ella y a castigar a los persas por el saqueo de Atenas, quemando la sala de las cien columnas del rey persa Jerjes I. Alejandro, bastante ebrio al igual que casi todos los comensales, no dudó en levantarse y junto a Tais caminaron hasta la terraza, desde donde los dos lanzaron sendas antorchas a la sala de Jerjes, que se consumió junto a la mayor parte del palacio.
En la Antigua Roma, finalmente, las dos prostitutas más famosas fueron la bella y ardorosa siciliana Scylla y Valeria Mesalina, la tercera esposa del emperador Claudio, quien no sólo era su tío sino que también era 36 años mayor que ella. Según las crónicas de la época, Mesalina era una mujer bella con un cutis muy fino, tenía el cabello negro azabache y las caderas sinuosas y redondeadas y poseía una sonrisa maliciosa y sugerente que enloquecía a los hombres.
Una vez que Claudio se convirtió en emperador de Roma, la emperatriz dio rienda suelta a toda su lujuria, manteniendo relaciones sexuales con soldados, gladiadores, nobles y todo aquel hombre que fuera de su apetencia. El poeta Décimo Junio Juvenal escribiría en sus famosas “Sátiras”: “Tan pronto como creía que su marido estaba dormido, esta prostituta imperial vestía la capa que llevaba por la noche y salía de la casa acompañada de una esclava, puesto que prefería un lecho barato a la cama real. Disimulaba su cabello negro con una peluca rubia y se dirigía al lupanar de tapicerías gastadas, donde tenía reservada una cámara. Entonces tomaba su puesto, desnuda y con sus pezones dorados, atendiendo al nombre de Lyscisca …”
Para calibrar el grado de ninfomanía de Mesalina, los romanos contaban la siguiente historia: una vez, tras volver a medianoche de su trabajo de meretriz en el peligroso barrio romano de Suburra, al entrar al palacio real Mesalina saludó al soldado de guardia preguntándole si sabía quién era. El pretoriano le contestó que, por su vestimenta, parecía una prostituta de algún burdel. Mesalina, tras ratificarle que sí era una prostituta, le preguntó entonces: “¿Cuánto dinero llevas soldado?”, a lo que el pretoriano le respondió que tenía solamente dos óbolos. Mesalina le dijo entonces que para ella era más que suficiente, procediendo a mantener relaciones sexuales con el soldado dentro de la garita de guardia.
El historiador romano Suetonio aseguró que Mesalina era aficionada al masoquismo, había sufrido varios abortos y había practicado sexo con mil hombres de la guardia pretoriana.
Una vez, cuando el emperador Claudio se encontraba supervisando la campaña de Britania, se produciría la “anécdota” más famosa de la insaciable emperatriz romana. Cuando se encontraba ejerciendo la prostitución en el burdel de Suburra, Mesalina retó a la prostituta más famosa de Roma, Scylla (o Escila), para ver quien se acostaba con más hombres en una sola noche. Cuando Scylla llegó a tener relaciones con el hombre número veinticinco, dejó la competición. Cuando Mesalina le pidió a Scylla que regresara, ésta se retiró diciendo: “Esta infeliz tiene las entrañas de acero”.
Mesalina, después de haber atendido a 70 hombres, prosiguió con la apuesta durante toda la noche, pues, según sus propias palabras, estaba “cansada pero no satisfecha”. Al final, se acostó con cerca de 100 hombres, aunque sus enemigos decían que en realidad la emperatriz había ofrecido en total 200 servicios sexuales.
Posteriormente, Mesalina sería decapitada a manos de un centurión, luego que fuera acusada de bigamia y de participar en una conjura contra el emperador Claudio junto a su amante, el cónsul Cayo Silio. Mesalina, tras su muerte, pasaría a la historia no sólo como una de las prostitutas más famosas de la antigüedad, sino que también como la mayor ninfómana de todos los tiempos.
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