Vaska: La épica historia del “gato cazador” que salvó a sus dueñas de morir de hambre en el sitio de Stalingrado

Durante la Segunda Guerra Mundial se produjo uno de los hechos más increíbles protagonizados por un felino.

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Durante la invasión de la Alemania Nazi a la Unión Soviética, en los convulsionados días de la Segunda Guerra Mundial, se produjo uno de los cercos más prolongados y despiadados de toda la historia: El sitio de Leningrado, una acción militar emprendida por la Wehrmacht con el propósito de tomar rápidamente esa ciudad soviética, llamada San Petersburgo en la época de los zares, que se prolongaría desde el 8 de septiembre de 1941 hasta el 27 de enero de 1944.

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Como consecuencia del sitio de Leningrado y del bloqueo nazi de todas sus vías de acceso, miles de familias rusas fallecieron de hambre y frío. Se cuenta que la acuciante falta de comida obligó a la población a alimentarse de palomas, gatos y ratas, e incluso se registraron actos de canibalismo y de compraventa de cadáveres.

Durante ese implacable cerco, se produjo uno de los hechos más insólitos y heroicos que recuerden los anales de la Segunda Guerra Mundial, pues no fue protagonizado por ninguna persona, sino que por Vaska, un gato ruso que mantuvo a sus dueñas con vida gracias a las presas que cazaba.

El siguiente relato, contenido en el libro “Últimos testigos: Los niños de la Segunda Guerra Mundial”, de Svetlana Alexiévich, fue hecho por una pequeña niña rusa que vivía con su madre y su abuela cuando los ejércitos alemanes pusieron cerco a la ciudad de Stalingrado:

“Mi abuela siempre decía que ella, mi madre y yo, su hija, sobrevivimos al duro bloqueo de Leningrado y al hambre sólo gracias a nuestro gato Vaska. Si no fuera por este animal pelirrojo, mi hija y yo habríamos muerto de hambre como muchos otros. Todos los días Vaska salía a cazar y mi abuela preparaba un guiso con lo que traía. Al mismo tiempo, el gato siempre se sentaba cerca y esperaba la comida, y por la noche los tres nos tumbábamos bajo una manta y él nos calentaba.

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Vaska sintió el bombardeo mucho antes de que se anunciara el ataque aéreo, empezó a dar vueltas y a maullar lastimosamente, mi abuela consiguió recoger las cosas y salir corriendo de la casa. Cuando huyeron al refugio, como un miembro más de la familia, lo arrastraron con ellos y vigilaron que no se lo llevaran y se lo comieran.

El hambre era terrible. Vaska estaba hambriento como todos los demás y flaco. Durante todo el invierno y hasta la primavera, mi abuela recogía migas para los pájaros, y a partir de la primavera se iban de caza con el gato. La abuela echaba migas y se sentaba con Vaska en la emboscada, su salto era siempre sorprendentemente preciso y rápido. Vaska estaba hambriento con nosotros y no tenía suficiente fuerza para quedarse con el pájaro. Cogió un pájaro y la abuela salió corriendo de los arbustos y le ayudó. Así, desde la primavera hasta el otoño, también comían pájaros.

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Cuando se levantó el bloqueo y apareció más comida, e incluso después de la guerra, mi abuela siempre le daba al gato el mejor trozo. Lo acariciaba cariñosamente, diciéndole: ‘eres nuestro sostén’.

Vaska murió en 1949, mi abuela lo enterró en el cementerio y, para que la tumba no fuera pisoteada, puso una cruz y escribió ‘Vasily Bugrov’. Luego mi madre puso a mi abuela al lado del gato, y después enterré a mi madre también allí. Así que los tres yacen detrás de la misma valla, como en la guerra, bajo una misma manta”.

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