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Edith Wilson: La primera dama que controló el destino de EE.UU.

La estadounidense asumió un rol clave en la presidencia, marcando un capítulo único en la historia política del país.

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Si bien los intentos de algunas mujeres por llegar a la presidencia de Estados Unidos en los últimos cincuenta años han fracaso, lo cierto es que el país Norteamericano si tuvo una señora Presidente: Edith Bolling Galt Wilson. Ella fue una figura crucial en la historia política de esa nación, aunque su rol permaneció oculto tras el apodo de “Presidenta secreta”.

Un siglo antes de que mujeres como Hillary Clinton o Kamala Harris intentaran alcanzar la primera magistratura del país del norte, Edith ejerció un poder inusual al tomar las riendas de la nación luego que su esposo sufriera un Ataque Cerebro Vascular (ACV). Claro que su subrogancia no fue pública. Sino que más bien se trató de una Presidenta en las sombras.

Luego que su esposo sufriera un cuarto accidente cerebral en 1919 tras una gira para promover la incorporación a la Liga de las Naciones, ella se transformó de facto en quien tomaba las decisiones dentro de la Casa Blanca. Decisiones, que obviamente afectaban a toda una nación.

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Woodrow Wilson quedó parcialmente paralizado y mentalmente inestable. Aunque algunos en el gabinete y el Congreso discutieron transferir el poder al vicepresidente, Edith, respaldada por el médico personal del presidente, el Dr. Cary Grayson, mantuvo en secreto la verdadera gravedad de la situación.

Durante los 17 meses restantes del mandato de Wilson, Edith asumió un papel único. Filtraba información, decidía qué temas podían llegar al Presidente y, en muchos casos, tomaba decisiones en su nombre. Así, se convirtió en la administradora de facto de la Casa Blanca.

Su influencia era tal que llegó a ser criticada en el Senado, donde se afirmaba que Estados Unidos estaba bajo un “Gobierno de faldas”. Sin embargo, Edith defendía que solo buscaba preservar la estabilidad del país mientras su esposo se recuperaba.

Cuando Edith conoció a Woodrow Wilson en 1915, ya era una viuda adinerada y sofisticada, mientras que él, Presidente de Estados Unidos, acababa de perder a su primera esposa. Aunque el amor floreció rápidamente, su noviazgo no fue sólo romántico. Desde el principio, Edith demostró un profundo interés por la política, algo que quedó plasmado en sus intercambios epistolares con Wilson.

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Mientras él le enviaba cartas apasionadas, Edith respondía con análisis políticos y consejos sobre temas de Estado. Incluso cuestionó la postura de Wilson frente a eventos internacionales como el hundimiento del transatlántico Lusitania. Este interés mutuo consolidó un vínculo político entre ambos, al punto de que Wilson comenzó a enviarle borradores de discursos, proyectos legislativos y correspondencia diplomática para que ella los revisara.

“No creo que Edith estuviera menos interesada en la política que el propio Wilson”, señala Rebecca Roberts, autora de Untold Power, una biografía sobre Edith. “De hecho, gran parte del éxito de Wilson puede atribuirse a su aguda percepción política”.

Más allá de las críticas y el debate ético sobre su rol, Edith dejó un legado imborrable. Como primera dama, rompió moldes al acompañar a Wilson en importantes negociaciones internacionales, incluida la firma del Tratado de Versalles. Fue también la primera en viajar al extranjero en funciones diplomáticas, elevando el perfil del papel de las primeras damas.

“Edith Wilson transformó lo que significaba ser primera dama”, señala Roberts. “Ella no solo fue la esposa del Presidente, sino su mano derecha, confidente y, en momentos de crisis, su reemplazo”.

Aunque Edith afirmaba no tener ambiciones políticas propias, su impacto en la administración Wilson y en la historia de Estados Unidos fue innegable.

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