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Francotiradoras en el ejército rojo: Las mujeres que lucharon contra el nazismo

Recibieron un entrenamiento especial que las llevó a tener un rol protagónico en la Segunda Guerra Mundial.

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Eran mujeres jóvenes, incluso menores de edad, con un entrenamiento especial que consideraba principalmente el poder cargar y disparar fusiles que ya eran pesados para un hombre: Se trata de las francotiradoras del ejército rojo de la Unión Soviética.

Estas mujeres, junto con las pilotos tuvieron un rol clave en la lucha de Stalin contra Hitler. Y es que ante la falta de varones que fueran al campo de batalla, la Unión Soviética decidió enrolar féminas para tareas específicas, llegando a ser el contingente femenino equivalente al 8% del total de sus efectivos.

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En el caso de las francotiradoras llegó a tal su preparación que en 1943 se fundó “La Escuela General de Francotiradoras”, que llegó a entrenar más de mil féminas especializadas en el manejo de armas.

Esto permitió que surgieran mujeres excepcionales y verdaderas leyendas dentro de este grupo de francotiradoras como Liudmila Mijáilivna Pavlichenko. Ella ostenta el haber eliminado a 319 enemigos, a mayor parte con su rifle semiautomático Tokarev SVT-40 con mira telescópica de 3.5 aumentos. Aunque existen discrepancias en cuanto a esa cifra, más incluso de los que ha abatido un hombre, se dice que entre sus muertos hay 100 oficiales y 39 francotiradores, incluidos algunos que la perseguían para matarla.

Era común que las francotiradoras trabajaran en parejas, por lo que existieron duplas de mujeres notables como la Natasha Kovshova (capaz de darle a sus objetivos en el puente de la nariz, su firma) y Masha Polivánova,. En 1942, en Sutoki-Byakovo, prestaban apoyo a un francotirador varón y un ataque los dejó aislados a los tres. Fueron heridos y las chicas —su compañero pudo arrastrarse y escapar— se juramentaron en su pozo de tiradoras para no caer vivas en manos del enemigo. Entonces, le sacaron el seguro de sus granadas, esperaron a que llegaran los atacantes y entonces las hicieron estallar matándose y llevándose por delante a unos cuantos alemanes.

Ahora, la vida de estas francotiradoras, como es de esperar, no era nada fácil, porque además de tener que volarle los sesos a los soldados enemigos, en muchos casos antes que se los volaran a ellas, debían librar batallas dentro de su propio ejército. Por ejemplo, era común que tuviesen que soportar el acoso y los abusos de sus mandos y compañeros varones, mayormente ebrios, según refiere el libro “Ángeles Vengadores” de Lyuba Vinogradova .

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Además, su propio entrenamiento era ya una pesadilla. Les cortaban las trenzas, no disponían de ropas y calzado adecuados, de instalaciones sanitarias específicas o de las medidas de higiene que requerían. Ni hablar de cuando les llegaba la menstruación, eso era un verdadero problema. Muchas, cuenta Vinogradova, llevaban las calzones y sostenes que habían traído de casa debajo de la ropa interior reglamentaria de hombre.

Y como si fuera poco, a pesar que muchas consiguieron el título de “Heroínas de la URSS”, no pudieron hacer carrera en el ejército y a su regreso a casa fueron humilladas y denostadas, llegando a verse obligadas a convertirse incluso en prostitutas.

Pero igual hubo espacio para historias esperanzadoras, como la de Bella Morózova que cuando le entregaron la medalla que había ganado, hizo lo posible por mostrar solo un lado del rostro. Una bala le había entrado por la sien del otro atravesándole la cavidad nasal y dejándola sin un ojo. Sin embargo, el soldado que se había enamorado de ella no cambió de opinión tras verla desfigurada. Después de la guerra formaron una familia y vivieron muchos años juntos.

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