Historia de una tumba profanada: El poderoso legado de Ernestina Pérez
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- Alejandra Lizana
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La reciente profanación de tumbas en el Cementerio General de Santiago, que incluyó la del expresidente Salvador Allende y la de la doctora Ernestina Pérez Barahona, no sólo causó indignación y repudio en todo el país. Más allá del ultraje y el dolor que generó este acto vandálico, la noticia puso nuevamente en el centro del debate público la figura de Ernestina Pérez.
Pero, ¿quién fue esta doctora y por qué su tumba es un símbolo tan relevante para Chile? Nacida en Valparaíso el 8 de agosto de 1868, ella se convirtió en la segunda mujer en graduarse de medicina en Chile y en Latinoamérica, solo siete días después de la emblemática Eloísa Díaz. Su vida fue un ejemplo de perseverancia y vocación, en una época en la que las mujeres apenas comenzaban a abrirse paso en el ámbito universitario gracias al Decreto Amunátegui de 1877, que permitió el acceso femenino a la educación superior.
Desde sus primeros años, Ernestina demostró una pasión por el conocimiento y la medicina. Se graduó de Bachiller en Humanidades en 1883 y, pese a las restricciones sociales de la época, ingresó a la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile.
Como era costumbre entonces, y debido a los prejuicios y temores de la sociedad respecto a la presencia femenina en espacios tradicionalmente masculinos, Ernestina debió asistir acompañada de su madre durante su primer año de estudios. Esta medida buscaba “proteger la moral y el decoro” de las jóvenes universitarias, asegurando que su comportamiento fuera irreprochable y que no estuvieran expuestas a situaciones consideradas inapropiadas.
En 1887, obtuvo el título de médico-cirujano y, ese mismo año, participó activamente en el combate de la epidemia de cólera que azotó Valparaíso, atendiendo gratuitamente a mujeres y ganándose el reconocimiento de la ciudad como “hija ilustre”.
Su carrera estuvo marcada por la excelencia académica y el compromiso social. Ernestina se especializó en ginecología y salud femenina, viajando a Alemania, Francia e Inglaterra para perfeccionarse en una época en que pocas mujeres podían acceder a tales oportunidades. En Berlín, fue nombrada miembro de la Academia de Medicina, un honor inédito para una sudamericana. Publicó el libro “Lecciones de ginecología”, traduciendo y compilando conocimientos de diversas lenguas para ponerlos al alcance de estudiantes y médicos chilenos.
Además de su labor médica, fue una activa promotora de la higiene social, abordando temas como el alcoholismo, la tuberculosis y la salud pública. Participó en la Cruz Roja Chilena y en la Asociación de Mujeres Universitarias, luchando por los derechos de las mujeres y la igualdad de oportunidades en la educación y el trabajo.
La profanación de su tumba no solo significa un agravio a su memoria, sino también un recordatorio de la importancia de proteger y valorar el legado de mujeres como Ernestina Pérez Barahona. Su vida y obra abrieron caminos para generaciones de médicas y profesionales chilenas.
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