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Josefina Guerrero: La espía filipina que marcó la Segunda Guerra Mundial

Descubre la inspiradora historia de la espía filipina cuya valentía y lucha contra la lepra la convirtieron en una heroína.

Guía de: Mujer

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¿Qué tienen en común Josefina Guerrero, nacida en 1917 en Filipinas, y Joey Laeumax, fallecida en Estados Unidos en 1996? Mucho. Son la misma persona, nada menos que una de esas figuras históricas cuyo valor y determinación marcaron el destino de la Segunda Guerra Mundial.

Aunque en sus últimos años vivió en el anonimato bajo el nombre de Joey Laeumax, Josefina Guerrero fue una de las espías más efectivas y audaces durante el conflicto bélico.

La historia de esta mujer filipina no es solo la de una mujer que superó las adversidades; es también la de una mujer que aprovechó su enfermedad, la lepra, para convertirse en una pieza clave de la resistencia filipina contra la ocupación japonesa.

Tras ser diagnosticada con la enfermedad de Hansen en 1941, Josefina se vio obligada a abandonar su vida acomodada junto a su esposo y su pequeña hija, y a vivir sola para evitar contagiarlos.

La lepra, en ese momento, era una enfermedad estigmatizada que condenaba a quienes la padecían a la marginación social y al aislamiento en leprosarios. Sin embargo, Josefina no permitió que su condición definiera su destino.

Cuando Manila cayó bajo el control japonés en 1942, la vida se tornó aún más difícil para la población filipina. Sin embargo, en medio de la desesperación, Josefina encontró una nueva misión: unirse a la resistencia.

A pesar de las dudas iniciales de los líderes de la resistencia sobre su capacidad para contribuir, pronto demostró ser una agente invaluable. No le fue fácil convencer a la resistencia de que la aceptara, pero en su primera misión consiguió tanta información valiosa de los labios de soldados japoneses en una fiesta que disipó cualquier duda.

Impresionados, los dirigentes de la resistencia le preguntaron si aceptaría una tarea más peligrosa.

Su enfermedad, que inicialmente era vista como una desventaja, se convirtió en su mejor disfraz. Los soldados japoneses, temerosos de contagiarse, la dejaban pasar sin requisarla, lo que le permitía transportar información vital sin ser descubierta.

Josefina llevó a cabo numerosas misiones para la resistencia, enfrentando peligros inimaginables. A menudo, escondía mensajes en su cabello o en frutas huecas, y se desplazaba por Manila y sus alrededores bajo la apariencia de una mujer enferma y sin importancia.

Uno de los episodios más destacados de su vida como espía ocurrió en 1945, cuando fue encargada de entregar un mapa de campos minados japoneses a las fuerzas estadounidenses. Este mapa, crucial para el avance de las tropas aliadas, salvó la vida de miles de soldados y prisioneros de guerra.

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El coraje de Josefina no pasó desapercibido. En 1948, fue condecorada con la Medalla de la Libertad, la más alta distinción civil en los Estados Unidos, por sus heroicos esfuerzos.

Sin embargo, el fin de la guerra no significó que viviera feliz. Su enfermedad continuaba siendo una sombra en su vida, llevándola a ser nuevamente marginada. Fue enviada a un leprosario en Manila y, posteriormente, trasladada al Leprosario Nacional de Carville en Luisiana, donde recibió tratamiento durante años hasta que su enfermedad fue declarada inactiva.

A pesar de haber sido curada, el estigma de la lepra continuó persiguiéndola. Incluso en Estados Unidos, donde se había establecido después de la guerra, Josefina enfrentó el rechazo y la discriminación.

Trabajó en empleos humildes y cambió su nombre legal a Joey Laeumax para dejar atrás el pasado, hasta que falleció en 1996.

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