La escalofriante historia de la niña que vivió encerrada hasta la adolescencia
Guía de: Mujer
- Alejandra Lizana
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Genie Wiley nació en una familia muy particular, por no decir lo que algunos psicólogos clasificarían de enferma. Su padre Clark Wiley, 20 años mayor que su madre, era un veterano de la segunda guerra mundial, que había sufrido abandono desde niño y estaba muy dolido por la muerte de su madre adoptiva cuando nació su hija.
Convencido de que la niña tenía problemas de discapacidad mental, el hombre decidió encerrarla en una habitación de la casa y dejarla ahí prisionera. No sólo cerró la puerta, la amarró a una silla con un orinal, para que pudiera hacer sus necesidades ahí mismo. Tapó la ventana y de noche la hacía dormir en una cuna que tenía alambre de púa para que no pudiera escapar del lugar.
Así vivió Genie durante 13 años, mientras su madre y su hermano menor permanecían también encerrados en la casa, con la diferencia que podían ir de una habitación a otra y usar el baño. Para que ninguno de sus familiares, o sus rehenes, mejor dicho, se escapara, el padre solía pasearse por la vivienda con una pistola.
La situación era insostenible, obviamente, por lo que la madre decidió escapar con su hija. Se presentaron en las oficinas de asistencia social de Los Ángeles, donde se percataron que la adolescente no podía hablar ni caminar, además, usaba pañales y pesaba 26 kilos.
Alertaron a las autoridades y Clark fue acusado de abuso infantil. Un día antes de presentarse ante la Corte, el hombre se suicidó. Eso sí, dejó una nota en la que decía: “El mundo nunca lo entenderá”.
Lo que vino después para Gene, si bien fue mejor que aquel encierro, siguió siendo un camino pesado.
Fue trasladada al hospital de niños de Los Ángeles y de inmediato pediatras, psicólogos y lingüistas solicitaron examinarla, según recuerda The Guardian.
Afirmaban que su caso era una oportunidad única para analizar el desarrollo del cerebro y el habla.
En un primer momento, Genie -que cuando la encontraron no tenía nombre sino que fue bautizada por la científica Susan Curtiss- quedó a cargo de un equipo de médicos y psiquiatras que la usaron para fines científicos. Se trataba de una época en la que había mucho interés sobre qué aspectos de nuestro comportamiento eran innatos o aprendidos. También se estaba investigando el origen y desarrollo del lenguaje en nuestra especie, con lo que inevitablemente se convirtió en una rata de laboratorio.
Los científicos determinaron que Genie sufría un retraso mental grave, problemas de aprendizaje, memoria y deficiencias psicomotrices. En pocos meses aprendió varias docenas palabras, aunque su uso era muy limitado. Algunas hacían referencia a colores como “naranja” u otras a “madre” o a verbos como “ir”. La gran dificultad se encontraba en la gramática, la cual no pudo adquirir.
El interés por estudiar la niña era tal, que el Instituto Nacional de Salud Mental estadounidense (NIMH) donó fondos para la investigación y, a partir de 1971, se utilizó a la niña como caso de estudio, pero cuando se dieron cuenta que no se lograrían más avances de forma rápida, se cortaron los fondos.
Así en 1974 el NIMH retiró la financiación debido a la falta de hallazgos científicos. La lingüista Susan Curtiss ya había descubierto que, mientras Genie era capaz de usar palabras, no podía producir un lenguaje con gramática. No podía organizar las palabras de una manera significativa, apoyando la idea del período crítico en el desarrollo del lenguaje. Incluso el sicólogo David Rigler, que la había adoptado, la entregó a una institución para que la cuidase.
En 1975, Genie volvió a vivir con su madre biológica. Pero como no pudo encargarse de ella debido a su avanzada edad y mal estado de salud, pasó a formar parte de una serie de casas de acogida, siendo nuevamente sometida a abusos y situaciones de abandono.
La madre biológica de Genie demandó al Hospital de Niños de Los Ángeles y al equipo de investigación, acusándolos de realizarle excesivas pruebas.
La situación de Genie continuó empeorando. Tras pasar mucho tiempo en hogares de acogida, regresó al Hospital de Niños.
Desafortunadamente, los avances que se habían producido durante su primera estancia desaparecieron debido a sus últimas experiencias. Al parecer Genie tenía miedo de abrir la boca y volvió al silencio.
Lo que pasó posteriormente con ella, muy pocos lo saben. Hay quienes aseguran que actualmente vive en un hogar de cuidado para adultos en algún lugar secreto del sur de California.
Un individuo anónimo contrató a un investigador privado para seguir su rastro en el año 2000 y la describió como una persona feliz. Esto contrasta con lo que explica el psiquiatra Jay Shurley que la visitó en sus cumpleaños 27 y 29, y dijo que se veía deprimida, con largos silencios y crónicamente institucionalizada.
Los últimos años, varios medios de comunicación han tratado de saber su paradero, pero la institución donde vive lo mantiene en secreto para que no vuelvan a experimentar con ella y pueda tener una vida lo más normal posible.
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