Liudmila Pavlichenko: La “Dama de la Muerte” que cambió la historia con un fusil en sus manos
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- Alejandra Lizana
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Durante la Segunda Guerra Mundial, un grupo excepcional de mujeres se destacó como francotiradoras del Ejército Rojo soviético, desempeñando un papel crucial en la defensa contra la invasión nazi. Entre ellas, una figura se convirtió en leyenda: Liudmila Mijaílovna Pavlichenko, quien, según sus propios registros, eliminó a 309 soldados enemigos.
Nacida en 1916 en Bila Tserkva —entonces parte del Imperio ruso—, Liudmila mostró desde niña una curiosidad insaciable por la historia y la cultura, lo que la llevó a estudiar y graduarse como historiadora antes de que la guerra transformara su destino. Paralelamente, desarrolló un talento excepcional para el tiro. Durante su adolescencia en Kiev, mientras trabajaba como pulidora en una fábrica metalúrgica que abastecía al Ejército, comenzó a practicar en un club de tiro de una organización paramilitar soviética. Allí perfeccionó una puntería que más tarde la haría célebre.
Cuando la Alemania nazi invadió la Unión Soviética en 1941, Pavlichenko decidió alistarse en el Ejército Rojo, desafiando las restricciones impuestas por Stalin que limitaban la participación femenina en combate. Insistió en ser aceptada como francotiradora y demostró su destreza durante las pruebas, dejando atónitos a los oficiales. Finalmente fue admitida y asignada a la 25ª División de Fusileros.
En poco más de un año en el frente, acumuló la impresionante cifra de 309 bajas confirmadas, superando a todos sus compañeros hombres. Entre sus víctimas figuraban más de un centenar de oficiales y 39 francotiradores enemigos. Su precisión, empleando un rifle Tokarev SVT-40 con mira telescópica, le valió el apodo de “Lady Death” (La Dama de la Muerte).
Su fama llegó a tal punto que los nazis intentaron sobornarla a través de altavoces, ofreciéndole chocolate y el rango de oficial si se rendía. Ella respondía con disparos. Combatió en la Batalla de Odesa y el Sitio de Sebastopol, donde resultó herida por un proyectil de mortero y fue evacuada en un submarino.
Ya fuera del frente, Stalin la nombró instructora de francotiradoras, formando a decenas de mujeres que siguieron sus pasos. Su figura se transformó en un símbolo de valentía y emancipación femenina. Con su ironía habitual, respondió a un periodista que le preguntó si usaba maquillaje en el frente:
“No había ninguna regla que lo prohibiera… pero ¿quién tiene tiempo de pensar en cuánto brilla su nariz en medio de una batalla?”.
Durante una gira diplomática por Estados Unidos conoció a Eleanor Roosevelt y Charles Chaplin, quien, tras saludarla, exclamó: “Es increíble que estas manitas hayan matado nazis por centenas”. Pavlichenko solo sonrió.
Murió en 1974, a los 58 años, en Moscú, y fue enterrada con honores en el cementerio de Novodévichi, el panteón de los héroes soviéticos. Su nombre quedó grabado en la historia no solo como una francotiradora implacable, sino como una mujer que desafió el destino y los prejuicios de su tiempo
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