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Ratón Blanco: La espía que asesinó a un oficial nazi de las SS y nunca descubrieron

Su carácter, su buena posición social y sus contactos le permitieron desarrollar toda una red de resistencia a los Nazis.

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Encabezó las fuerzas opositoras al ejército alemán, burló numerosas veces sus controles, estableció una ruta de huida desde Francia por los pirineos, pero no sólo eso también habría asesinado a un SS con sus propias manos. Y lo más increíble nunca fue descubierta.

Esos asombrosos datos corresponden a Nancy Wake, una ciudadana austríaca que comenzó siendo corresponsal en diversas capitales europeas por el grupo Hearst, entre ellas Berlín, donde fue testigo de la llegada de Hitler al poder y de las primeras persecuciones de los nazis.

Cuando el clima en Alemania se volvió demasiado hostil pidió al grupo Hearst volver a Estados Unidos,a donde había llegado muy joven tras recibir una herencia de 200 libras y estudiar periodismo en Londres. Sin embargo, ese retorno duró poco tiempo ya que en 1936 la trasladaron nuevamente a París.

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Allí conoció Henri Edmond Fiocca, que se transformaría en su marido en 1939. Después de casarse, Nancy renunció a su trabajo como corresponsal y se fue a vivir a Marsella, donde Henri tenía sus oficinas y sus empresas.

Sin embargo, estaba lejos de convertirse en una acaudalada dueña de casa dedicada al bordado y otras entretenciones. Es desde esa posición, de mujer adinerada, donde decide involucrarse en la lucha contra el poderío Alemán.

Fue después de la ocupación de Francia por parte de los Nazis que Nancy Wake y su marido decidieron apoyar a la resistencia. Primero ella participó como correo, pero luego implementó todo un sistema que permitía escapar a través de los Pirineos. Con el tiempo llegó a armar una red de alrededor de mil guerrilleros que se oponían a la ocupación alemana. Este grupo se dedicaba a mantener la vía libre de ocupación alemana  en el camino de escape, además de entregar información a los aliados y realizar acciones de sabotaje y atentados.

Photo of Nancy Wake's Forged Identity Card, photographer unknown.

La Gestapo pensó en varias ocasiones que había desmantelado la red que sostenía Nancy Wake , siempre creyendo que el cabecilla de ella era un hombre al que habían apodado “ratón blanco” por lo escurridizo.

Pensaron que lo habían capturado cuando apresaron al capitán inglés Ian Garrow y cuando capturaron al marido de Nancy Wake. A este último lo torturaron por días y luego asesinaron.

Sin embargo, este error de los hombres de Hitler permitió que ella continuara sus operaciones. Tan desconcertados estaban los alemanes que cuando capturaron a Nancy en Toulouse la dejaron ir después de interrogarla.

De la muerte de su marido no se enteró hasta después de terminada la guerra, porque antes que lo apresaran ella había huído a Gran Bretaña, donde se incorporó a la Dirección de Operaciones Especiales. Ahí la entrenaron en el manejo de radio transmisores y preparación de explosivos.

Entonces desde el primer momento la prepararon para una misión clave: volver a Francia para coordinar la resistencia antes del desembarco de Normandía. Por lo mismo, cuando éste se produjo se lanzó en paracaídas en la región de Auvernia (Francia) para enlazar el comando inglés con el grupo local de maquis que comandaba el capitán Henri Tardivat.

Entonces Nancy no sólo sirvió de enlace sino que, más allá de las órdenes que había recibido, comandó acciones de la resistencia y ataques contra las fuerzas alemanas. Hizo explotar depósitos de armas y dirigió el exitoso ataque al cuartel general de la Gestapo en Montluçon.

Fue en uno de esos ataques cuando degolló con sus propias manos a un guardia de las SS que los descubrió e intentó dar aviso.

En otra ocasión, para reemplazar los códigos de su operador telefónico que había tenido que destruir tras un ataque alemán, Wake recorrió en bicicleta más de 800 kilómetros a través de varios puntos de control alemanes.

Entre abril de 1944 y la liberación de Francia, los 7.000 maquis que estaban a sus órdenes combatieron contra 22.000 soldados alemanes con un saldo increíble: sufrieron apenas 100 bajas contra 1.400 alemanes muertos.

Cincuenta años más tarde, en la década del 90, mientras era entrevistada por un periodista, éste le preguntó por la muerte de un guardia de las SS al que, decían, había matado con sus propias manos. Al escuchar la pregunta, Nancy Wake levantó la vista y mirando al cronista a los ojos le respondió sin palabras. Simplemente se pasó un dedo por la garganta.

Su extraordinario desempeño en la oposición a las fuerzas alemanas le significó recibir una serie de medallas por parte de diversos países, como Francia, Gran Bretaña, Estados Unidos, Australia y su Nueva Zelanda natal. Las aceptó todas menos la tardía medalla que quiso otorgarle Australia, recién en 2004.

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